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lunes, 23 de enero de 2017

CREDO.


             Suplica la nube al viento que la lleve junto a su luna, le pide que la convierta en tenue humo para no rasguñar la virginidad de su luz, le arrodilla tiempo para poder ver la hermosura de su cara y cuando por fin llega,  le suplica perdón por entrometerse un segundo en su menguante suplicio. Deseos, sueños y dudas. Intención, interacción y perdón. Perseverancia, consecución y arrepentimiento…Sabia naturaleza que nos creaste a tu imagen y semejanza.
             Mundo de luz, frondosa telaraña que enredas sombras y escalofríos. Cielo que reflejas tu color en nuestro mar, viento que lo embraveces y luna que lo mueves. Capacidad eterna que muestras tus armas en nuestro Sol, lágrimas de compasión al leer tantos solsticios, meridianos y conquistas inventadas para poder entender tu razón. Ternura universal  que abrazas nuestra ignorancia con el destello de tus estrellas, infinita magia que sostienes entre tus manos el fino hilo entre la vida y la muerte. Sublime creación que escondes tu verdad en el viaje de millones de cometas, desparramando vida por doquier.
             Nací en el bosque de tus lágrimas y en él, entierro cada día mis pasos. Dejo que mis sentimientos expliquen lo que siento, pero en la profundidad de este sentir, arranco dudas como malas hierbas piso. Ya no creo, porque en el creer se lastima mi alma. Ya no rezo, porque en la oración se borró tu nombre y sus palabras solo son memoria aprendida, repetición cansada y fragancia de ceras enterradas en la nostalgia. Escribo mi propia oración y en ella te respiro, porque todavía siento el olor de extrañas maderas en las iglesias que el hombre te inventó… Y siento tristeza. Veo mil imágenes de santos colgados en cien paredes, entre artesanos vitrales y murmullos, llenos de remordimientos que retumban en sus confesionarios y absorbo ajenos miedos en los cuales se prenden más infiernos que cielos.
             He sido un fiel pasajero de esas inventadas iglesias y he visto a esos “pastores”, aprovecharse de sus “ovejas”… “Ovejas” que han sentido en su carne las caricias de su represión, que han sentido en su vida una y otra vez el miedo impuesto del pecado, porque envolvieron sus conciencias con una cruz que nunca sostuvieron, que nunca sufrieron ni entendieron… Y en el cáliz de su sermón, vale más el morbo de un sorbo de un mal vino que sus incoherentes regaños, vale más el sentido de la omnipotencia, que el dar para ayudar…Vale más el diezmo, que la generosidad…Vale más su inventado Credo que el Verdadero Credo que Tú nos enseñaste: “Amaros los unos a los otros como yo os he amado”.



            

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