Dicen que había una vez dos sabios . Uno era ella y el otro disimulaba entre barbas su hombría. Ya el otoño entretejía en ocres su estampa, el invierno frotaba sus manos entre incipientes hielos de viejas acacias, una densa niebla los abrazaba cuando ella le preguntó al sabio por su vida, porque de él, enamorada se sentía. El sabio se relamió entre barbas y canas, pensó, un sentimiento acarició y sin dudarlo, respondió.
Te explicaré que de una misma playa como esta nací, bajo una luna rodeada de estrellas, sobre espumas de viejas leyendas, rodeado de cuarzos y quimeras, vestido con esa madurez que el universo me dio y que nadie, todavía apagó. Con el ansia del cometa, de piel atrevida y arrogancia desmedida, asceta y poeta... siempre buscando el profundo deseo antes del alba, abrazado a la noble añoranza, al sueño que cada noche me desgarra, a tu olor que hoy necesito pegado a mí cara, porque en ti, en un momento con todo mi ardor, crearé amor. Escúchame porque de mi futuro has de beber: descalzaré tus pies y en su desnudez mi aliento reflejaré , te pediré la mano, retiraré tu silla y a tu lado me sentaré. Habrá un mantel de seda y algodón, cuatro velas que en sus ceras arderá el velo de una canción, un violín que le pondrá letra a mi corazón y un camarero que desnudo de pecho, nos atenderá con suma atención. Te miraré, una sonrisa me regalarás, escucharemos olas y de las caracolas un suave gritar, te pediré que seas musa de la inspiración, que se desabroche el primer botón, quizás un pequeño sorbo de mi labio en tu rostro, un reflejo de tu labial cerca de mi hombro...pero jamás esta noche, de tu vida te pediré, una sola reflexión. Callaremos bocas, al infierno le pediremos el calor de sus leños, al cielo unas gotas de sus truenos, al sentimiento esas chispas que en el corazón son incienso y al alma esa emoción, que necesita para crear la pureza del amor, al primer intento. Brindaremos tintos, suspiraremos ilusión, le pediremos al camarero que se vaya y cambie la canción, desabrocharemos otro botón, pegaremos pieles, los sudores serán mieles, el pecado un baile de serpientes y poco a poquito, muy despacito haremos el amor, desnudos y valientes.
Aquella sabia, sorprendida en su timidez, recogió incipientes humedades, dejó que sus dientes alargaran aquel hermoso viaje, mojó sus labios, arrancó de su blusa un botón y sin tregua pego su boca en cada comisura de aquel sabio y a su inteligente pregón. Antes se preguntó a sí misma, discutió con su educación, perdón le pidió a una oración, paciencia a una recordada canción, enseñanza a una lección y como nunca, una bella luna a tal situación. ¿Por qué no quería preguntarle por su vida? Y no terminó de pensar la pregunta cuando aquel dulce sabio le contestó: “ tu vida no es mía y saberla sería conocer de otros cualquier osadía. Quizás fue bien vivida o mal dirigida pero estoy seguro que bien aprendida. Yo quiero tomar lo que resta, el fruto de tu experiencia, esas cicatrices que en piel ahora te muestran, esas arrugas concentradas de tu belleza, las estrías que de viejos vientos son hebras y sobretodo, esa sonrisa, llena de inteligencia y sapiencia. No aguantaría saber de tu vida porque la mía no fue distinta. Quizás saberla, leerme sería; compartirla, un nudo en mi garganta ataría; sonreírla no podría y entonces solo el llorar, en tus brazos aprendería. De verdad te digo que tu vida fue en otro día, también la mía y lo único que la historia hizo fue lo que más temía: poner botones y más botones a un destino que añejos no querían, el tuyo y el mío. “
Sonrió la sabia, vidriaron gotas sobre el ojo de aquel sabio, de piel se pegaron, también de sudor, de salivas y espasmos sin ensayo. Con intensas lágrimas gozaron cada orgasmo y al caer la noche bajo luna de aquel mayo, entendieron que la vida es un secreto, el mejor guardado y por ende, aprendido y por los dos, solo un puño de años caminados. Ya no hubieron fotografías, ni arenas pérdidas, tampoco caracolas a gritos oídas, solo un secreto que abrazado, algún día solo al Universo, explicarían con agrado.
Tu vida es tu secreto, enciérralo contigo porque jamás nadie entenderá, lo que has vivido.