https://publishers.propellerads.com/#/pub/auth/signUp?refId=Tilr HISTORIAS DE ITACA: abril 2020

jueves, 2 de abril de 2020

AMOR EN QUINTA DIMENSIÓN.



          Eran viejos amantes, de esos que hacían el amor en cualquier parte, esos que hablaban con la mirada sin prometer con palabras, los que respiraban su pasión en cada lágrima, los que acariciaban cada deseo y no fingían en la virtualidad, el juramento de un eterno beso. 
          Eran viejos amantes, hechos de abrazos a la antigua, enseñados en educaciones elegantes entre sonrisas tímidas, con principios que cualquier rey envidiaría y con ese toque de alquimia, que los transformaba noche y día en excelsas poesías.
          
          Llego el último de aquellos primeros días. Como siempre la cama estaba tendida, en el rincón la silla consentida donde desnudaban sedas y camisas, una media luz tenue abrazaba paredes, dos almohadas los esperaban tersas y medio calientes, la luna abría reflejos en su ventana y una suave melodía los envolvía entre ceras, tintos y algunas gotitas que atrevidas, ya caían sobre la sabana. La pasión se creaba, también el amor y se hacía con calma, la pausa tenía prisa y ella despacito la caminaba, la tocaba y lo tocaba, sus dedos eran miel de caña, sus besos vainillas chorreando dulces varas, sus miradas permanecían cerradas,  pues eran sus almas las que amaban. 
          Subió la temperatura sobre aquella cama, una aurora vestida de boreal los envolvió de colores y nieblas fantásticas, las estrellas se conjuntaban: las Pléyades a Venus secuestraban, de Marte se entintaba roja la Luna, la libido de Escorpión le quitaba su fuerza a Orion y una vieja galaxia soltaba miles de cometas, para que abrazaran con su luz nuestra Tierra. El cielo abrió su lienzo, cien mariposas copulaban sobre aquel cuadro abierto, los delfines volaban, sobre nubes alados carpinteros lluvias repicoteaban y sonreían a cada mirada, que una manada de águilas les regalaba. Un búho sorprendido todo miraba y la naturaleza sonreía viendo estupefacta, como todo se reinventaba.
           Eran viejos amantes y sabedores de su poder tan embriagante. Elevaban su frecuencia porque ya sentían del amor su belleza, vibraban estrellas, se endulzaban con el vapor del cometa, también de sudores goteados de cereza y aguamiel, tocaban cuerdas en piel, teclas en cada suspiro, aire en cada gemido, exóticos sabores en cada beso correcto y permitido...y fue entonces que la música los erizó erectos con su acorde más perfecto y divino. Se detuvieron los corazones, vieron sus cuerpos amándose rodeados de hermosos colores, cada caricia mostraba una diferente tinta, cada beso su libertad y un albedrio que jamás habían conocido, cada mirada como penetraba dentro de la otra alma y cada gemido se convertía en una canción, más larga que un libro. Todo era magia, de los sentidos un baile de elegancias, aquel amor se dibujaba y era cada corazón quien en su óleo lo pintaba. 
           Eran viejos amantes, consentían y sabían, sin miedos ni teorías, dándose sin medida. Desde el astral todo era poesía y decidieron llegar a lo más profundo y escribir de su amor la más hermosa elegía. Ella se abrió y el penetro su alma, su eterico cuerpo hasta tocar la espina de su espalda, cada pedacito de su espíritu hasta tener cada poro de piel dentro de su garganta. La amo más y más, ella se contorsiono, el con fuerza la abrazo, un punzante escalofrío sintió, lloro, una ternura con sus versos los escribió y en el grito supieron que ese orgasmo no era humano, sino que en ellos vivía, como un regalo de Dios.

miércoles, 1 de abril de 2020

LA MUJER SERPIENTE (Un cuento para mayores de 50).


De versos la lleno el falso poeta
De suspiros un aire pervertido
De caricias una mano pobre y vieja
Y el viento, ese viento prohibido, la dibujo de silbidos...
        Y todos, la hicimos leyenda. 

          Cuentan que aquella esquina era de ella, también el alma de la cantina y la última de las sillas. Como siempre a las siete, con el cuerpo valiente y una belleza, que no pasa con los meses. Mujer complaciente y exigente, dama, doncella y de las personas, fiel oyente. Miró al cantinero y aquella barra estremeció sus pliegos, entre maderas y viejos hierros, entre polillas y oxidados anhelos...entre charlas, copas y perdidos deseos. 
          Abrió el bar, se abrió el paisaje con ella junto a una rockola siempre a medio cantar, el cantinero gritaba, una camarera limpiaba, la rata en silencio sus mañas susurraba y un desarmado acordeón, recordaba sus siete dueños, sentado en un rincón. Añoraban las botellas ser destapadas, aquel vino tan viejo su esencia en su vidrio reposaba, pues nadie lo inclinaba; un destilado entre gotas su enebro buscaba, otro un gengibre para que alguien lo degustara, muchos olían a caña y otros a uva negra, muy fermentada. Al fondo una granadina bailaba samba, un amaretto gemía junto a su almendra ya rancia, un licor quería que lo enmielaran, una seductora conga buscaba una sombrilla que la vistiera de gala, cuando una barrica llena de saliva, goteaba su agave en una vaso para aquella mujer dueña de su esquina y también de la cantina.
          Entró un hombre, abrió la puerta como vaquero y Quijote, miró a su izquierda, escupió a la derecha, con la pierna tomo una silla y con su mano una mesa, tronó el puño, tembló la camarera y el cantinero sirvió cuatro tapas y un litro de cerveza. Lagarto frito con mayonesa, patatas bravas a la leonesa, berberechos caminando sobre la mesa, almejas en salsa verde oliendo a cruda y verbena, y un caldito de camarón seco, congelado desde la ultima veda.  Cruzaron miradas, asintió el hombre y respiró la barra. A cada quien su estampa, a cada quien su comida y su bebida, porque somos lo que comemos y también lo que bebemos y no es alegoría.
         La cantina se llenó. Entró el doctor, el maestro y un auditor, seis borrachos de autor, dos prostitutas de tocador y un cura que de monaguillo traga vino se disfrazó. Ya eran las dos, aquella mujer su silla dejó, un silencio entre tanto humo se pintó y aquellos hombres se distrajeron con su culo y algo más que era tentador: falda corta, escote dibujado en un torso por nadie imaginado, transparencias osadas, cadera apretada, sonrisa seducida con maña, piernas largas y bien contorneadas, cadencia sobrada y una sombra tan erotica, que hasta el cura su estola de monaguillo entre sus dientes mojaba. 
         Y dieron las tres, se acabo el café porque tenerlo no era menester, la botana caía por doquier, cacahuates y cucarachas bañadas en almíbar de azabache, pistachos podridos de un antiguo cultivaje, sardinas en escabeche de viejos elefantes, quesos verdes con hongos de antiguos maridajes, alguna salchicha gritando su oreaje y un viejo salmón que jamás fue ahumado y ahora salía como parte del viaje. El vino sonreía, el alcohol entre cañas revivía, un licor hasta su tapón mordía solo para ver, si alguien lo consentía.
         Salió aquella mujer del tocador o de quién sabe que baño, pues su perfume era copia de un extraño hedor. La rata aprendió su maña y la seguía a corta distancia. Cuerpo lleno de escamas, lengua bípeda y ojos de serpiente preñada. Desnuda caminaba, todos callaban. Se estremeció la barra cuando aquella mujer pidió un sorbo de aguamiel de caña. Todos miraban. Con suave elegancia sacó de su vagina cien hilos. Eran de seda y resistentes al agua. Le gritó al trueno, al viento y no sé a qué cosa rara. Se apagaron las luces, cada hilo a un cuello fuerte se enredaba, tosieron las gargantas y las  lenguas por fuera, sus bilis salivaban. El cura no rezaba, solo pedía limosnas a las mesas más cercanas. El maestro a cada prostituta un espejo enseñaba para ver si se reflejaban, el doctor brindó con el auditor pues no habría mañana y su deuda quedaría saldada, mientras los seis borrachos pedían al cantinero otra copa, la caminera y una más, para que el alma les curara. 
             Se abrió la puerta y el telón. El circo era de marionetas. Todas y cada una hechas de papel cartón, sujetadas por hilos de seda, con las lenguas por fuera y bailando al mismo son. Una gran serpiente las movía, parecían vivas pero todas eran un simple clon. La obra fue escrita por Adán y Eva, pagada por el gran Dragón y auspiciada por una religión. Debía ser eterna, llena de sufrimientos y también algún que otro perdón. Aquellas marionetas pasarían hambre, carencias, luchas y guerras sin razón, sometimientos y resentimientos, pecados y miedos, catástrofes, desamores y celos, pandemias y alguna que otra vivencia, desde la cloaca de la sinrazón. La serpiente los reía, así lo quería, ignorancia y opresión, televisión y mucha religión, baja frecuencia en la vibración...El alimento perfecto para un gobierno oscuro lleno de poder, odio y malversación. 
                 Aquellos hilos se estrechaban, cada garganta ahogaban, la libertad sólo era una utópica palabra, el sentimiento un mal verso, la mirada del alma un desecho y el sueño algo dirigido, por las fauces ensangrentadas de aquel gobierno. 
                 El más borracho y santo, como pudo caminó a la barra, agarró un cuchillo limonero sin pedir permiso al cantinero, rajó su garganta y vomitó la bilis que aquella serpiente quería de botana. Se desprendió el hilo y con el cosió su orificio, a cada uno se acercó con sumo sigilo mientras aquel reptil absorbía cada miedo, su bilis y algún que otro amargo caramelo. Corto hilos y gargantas, cosió y enseño, con dulces parábolas les habló, milagros por doquier mostró pero ninguno de ellos entendió. Lloró, todo su amor les dio, la sabiduría de Universo y cada beso que en sus mejillas en forma de evangelio tatuó. La madera más vieja se clavo al ver que nada pasó, a su Padre se encomendó y la gran serpiente su verdadera historia, amañó. Aquellas mujeres y hombres agarraron viejos hilos, los ataron otra vez a sus gargantas y todavía hoy, viven bajo el poder de la serpiente, sin libertades, oprimidos, desahuciados y totalmente confundidos en falsos pecados. Viven alimentando unas escamas que los tiene como granja humana.
 

ENAMÓRATE DE TI Y DE MI.



               Cierra los ojos, deja que sea el alma quien te mire, cada sentimiento el que tu corazón explique, los susurros de tu sangre los que te hablen de amor y las gotitas de tus lágrimas, las que mojen de ternura cualquier dolor. Deja que el suspiro hecho de escalofrío te medite, que el viento te acaricie, que la imaginación del Universo te cobije...déjate llevar, por cada brisa y por cada mar, por el alba y su
rocio, por la noche y su dulce frío, por la luna y por cada estrella que vuela en tu sueños y abraza cada uno de tus más íntimos deseos.
               Enamórate de ti y de mi, de esta Tierra que te pario para existir, de cada flor, del río y su nenúfar cuando lo pinta de esplendor, de la cascada y la montaña, del cielo cuando dibuja en su azul una nube simpática, del león, la mariposa y del caminar elegante de una jirafa. Enamórate, crea amor, ese sentimiento que al nacer te rompe en dolor...Crea, crea el gemido cuando es de dos, la ilusión de un atardecer, lo romántico de una vela al anochecer y también cuando chorrea tersa cada momento, que tienes imaginado de placer.
               Enamórate porque nada tienes que perder. El amor creado lo puedes sostener aún cuando tu montaña se deshiele de nieves, aún cuando el volcán perfore sus sienes, aún cuando el fuego destruya todo su verde, aun cuando el hombre la llene con sus heces porque siempre llegara el día que de nuevo brotará y solo para ti, lo hará. Ese día llegará y veras que todo tu amor, un maravilloso destino, en tu vida sembrará.
               Enamórate sin miedo, con la cara llena de viento, con los brazos pertrechos de ternura y sentimientos, con los labios mojados, con la lengua tersa y el ansia abierta, con el latido erecto en cada momento, con la mirada suave y con la tinta perfecta, para escribir toda tu poesía, dentro del alma correcta. Enamórate sin medida, con la intensidad de una penetrante melodía, con el acorde que su corazón te pedía, con esa ilusión de un primer beso de niño con niña, con esa dulzura y ese calor que tienes dentro y quizás, no lo sabias. 
               Enamórate de ti y de mi.