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lunes, 24 de julio de 2017

EL MIMO DE UN MIMO...


                        Corría un día cualquiera y el que escribe, pensaba en no hacer nada. Pero claro, hacer nada es pensar y pensar es hacer algo. Entonces, decidí no ser pensamiento y pensar lo que otros piensan…Y para eso no hay mejor manera, que leer a otro u otra. Quería algo diferente, algo que me abstrayera de mi mundo y me transportara lejos de mis quejas. Me dirigí a un viejo mercadillo, de esos que casi no hay y los que hay, venden más ilusiones que libros. Pero bueno, me adentré en la tarea y busqué. Escuché consejos, vagas valoraciones y alguna que otra enseñanza de la gitana de turno al leer mi mano. Pero era yo quien buscaba leer, no que me leyeran. Dicen que el que busca encuentra y en mi afán lo logré. Era pequeño y viejito, escondido, descarapelado y poco leído. Título borrado y autor desconocido, sin prólogo ni epílogo, sin duras tapas y casi sin latido. Lo tomé, lo compré y lo abracé entre mis manos…Respiró.
                        Caminé a mi casa, me puse cómodo, les di lugar a mis gafas, me serví una copa de un añejo tinto (por desgracia, no tan viejo como aquel libro) y prendí un cigarrillo. La curiosidad de abrir un libro que crees olvidado y casi nunca leído, era suficiente como para que poseyera un par de horas de mi vida. Y dejé que así fuera.
                       Contaba una pequeña pero hermosa historia. La dirigida y destinada vida de una doncella que aún sabiéndose adinerada y casi casada con un príncipe que de azul nada tenía, nunca perdió la esperanza de encontrar un amor puro y verdadero, ese amor que la hiciera sentir y vibrar…Ese amor que la llenara de paz.  Y un día algo ocurrió, un encuentro inesperado llegó a su vida y de tal manera la marcó, que quiso escribirlo. En sus palabras lo transcribo:
                      “Corría un día cualquiera de un mes que respiraba el incipiente otoño. Las grandes ruedas del carruaje rechinaban entre perdidas calles, los caballos pedían clemencia pero mi diligente acompañante solo mis órdenes seguía. Media tarde, los mercaderes ya empacaban los sobrantes, el deshollinador miraba de reojo las sucias manos de su trabajo y una secuencia de nubes, amenazaban con tapar el ocaso de mi día. De repente un fugaz destello atrajo mi atención. ¡Deténgase! Se detuvo y suspiró un “¿Y ahora qué?”, los caballos aplaudieron, recogí mi vestido y bajé del carruaje. Era en la esquina, un enorme cristal emergía pegado a no sé qué. Flotaba sobre la acera, era grueso y solo un resquicio de Sol entre tanta nube, parecía darle poder. Me acerqué, toqué su gran solidez, su vigor, su frío y un aliento de suavidad. No había más pero la hermosura de aquel destello me estaba seduciendo. Miré, detenida lo observé y nada pasó. Me di media vuelta, los caballos cerraron los ojos y sentí algo detrás de mí, como alguien observándome. Regresé mi media vuelta y ahí estaba. Blanca cara de nieve, labios intensos y afresados, grandes ojos y pestañas cubriendo cejas. Encerado cabello y manos de blancos y negros guantes. ¡Era un Mimo! Sonrió, sonreí, me miró y lo miré. Despacito, con elegancia, puso su mano derecha en el cristal, luego la izquierda. Guante blanco, guante negro. Hice lo mismo, mano con mano. Acercó sus labios y un beso me regaló. No tocó el cristal pero se empañó y en el vahó bajó sus grandes pestañas y un corazón dibujó. Me acerqué más y mi boca se pegó al cristal. Quería sentir, necesitaba sentir. El Mimo cerró sus grandes ojos, los abrió y los cerró de nuevo. Entendí y cerré los míos, quizás así lo sentiría. La malicia entornó mis párpados y entre sombras seguía sus movimientos. Él lo sabía y actuó. Ladeó sus manos y las sentí en mi cara, recorrió mis hombros y el vestido cedió. Mis manos pegadas al cristal, mis dedos lo empapaban y no lo podía acariciar. Tocó mis pechos y ericé una dulce contorsión, inhalé ternura y suavidad, me estaba tocando y yo no podía atravesar aquel cristal. Siguió el Mimo con sus mimos, el excitante escalofrío recorría mi cuello, el mimo se detuvo, la ansiedad rasguñaba mis uñas y el Mimo mimaba la virginidad de mi vida. Abrió la boca y escuché su canción, ensanchó la orquesta sus vientos, el piano enloqueció teclas, la batería compitió con la trompeta y el violín emergió distante entre los acordes de un viejo violonchello. Cerró sus ojos y dos negras lágrimas viajaron por su blanca cara, sonrió y en las comisuras de sus labios se detuvieron. Su lengua las abrazó, las encerró en su boca, pensó, imaginó, copió aquel destello y con un enamorado beso en el cristal lo tatuó. De nuevo cerró sus ojos, el destello se hacía cada vez más intenso, entre luces se desnudó, abrió el pecho y me mostró su corazón. Sus latidos eran enormes, vigorosos y llenos de amor. El destello seguía, el cristal se agrietó, escuché la explosión de una exhalación, la fusión del trueno con el temblor de la Tierra, la eclosión del rayo en el mar y la fugacidad de mil cometas atravesando mi Luna. Gritó un gemido y vi su alma, blanca de labios rojos y pestañas gigantes, se abrió ante mí y ví un túnel hecho de cien caleidoscopios brillantes, hermosos e infinitos. El cristal se desmoronó y fui abrazada por el amor, por la eternidad y por el mimo de un Mimo. Y yo sentí.  Desde entonces cuando duermo, vibro, cuando sueño siento su abrazo y cuando vivo entiendo, que el amor es otra cosa.
             Amar no es tocar, sino sentir que te toca hasta que tu piel lo respire.
             Amar no es latir, sino dejar que tu corazón mueva su sangre.
             Amar no es tener, sino dejarte leer hasta que exprima las letras de tu alma.”



             

domingo, 23 de julio de 2017

EL DRAGÓN DE LAS SIETE CABEZAS...


                   Marca la lluvia tus pasos y enlodas el camino. Tus huellas son tan profundas que ni el fuerte viento se atreve a borrar, el sudor huele a cansado, el sueño deviene dormido y hasta el respirar, es lastre en tu vida. El miedo cierra tus ojos y no lo miras, sientes pero no saboreas, te tocas y no reconoces piel, piensas y el tiempo no tiene ideas, cierras tus manos y solo aprietas vacío.
                  Entras a la cueva de tu dragón y pierdes aliento entre los humos de su jazz. El dragón despierta y es poderoso. Tiene siete cabezas y largas garras. Su exhalación es putrefacta, su carmesí cada vez más morado, sus ojos son ventanas de azufre y sus siete lenguas, están llenas de serpientes. En sus arterias corre el veneno de la sangre y en sus venas, nitrógeno líquido. No late porque su corazón paga alquiler al infierno, no siente porque no tiene alma y jamás derrama misericordia porque su espíritu, no tiene ángel. Es un dragón sin nombre porque los tiene todos, un dragón sin apellidos porque jamás nació, pero vive en tí.
                  Estás sentado en su cueva, en su bar, en su antro de alcantarilla. Degustas el whiskey de la hiel, mientras entre sus hielos rasgan codiciosas, negras cucarachas. Tu noche es oscura, el humo tiniebla y los acordes, puñaladas del recuerdo. Y tú, sumido en el letargo miras a ninguna parte, dibujas tu pesadilla con mesas, vasos y viejos saxos, disimulas que tienes vida en el  tibio beso de un cigarrillo y ni una lágrima te compadece porque tu ángel, te quitó el alma, la guardó entre sus alas y espera.
                  Hierve la cueva, las paredes queman, el ruido silba entre tus oídos, la música estremece, vive el pecado en soledad y gimen tus entrañas. El cielo grita ¡Es tiempo!, el inconsciente envía un mensaje ¡Más bajo nada hay!, tus valores se rebelan, aflora una vieja educación, los principios se ponen de pie y tu corazón expulsa un primero e intenso latido. El dragón lo siente y su primera cabeza abre la boca, toma impulso y suelta un mordisco. Lo esquivas, tomas su lengua de pequeñas víboras, dejas que sorban tu whiskey sabor a hiel y en su convulsión, muere. Era la cabeza de la envidia y la mataste con su propio veneno. Suelta el dragón una segunda cabeza, la cabeza de la posesión. Tu libertad desenvaina su espada y la corta de cuajo. No sintió, no hubo sangre, solo unas gotitas de perdidas lágrimas con sabor a viejos brazos. Confundido el dragón, lanza la tercera, la cuarta y la quinta. Vuela  el egoísmo por doquier, la intolerancia se esconde entre el humo y la amargura, supura el fuego de su pus. Abrazas imaginación, la llenas con tus colores y pintas el paisaje que quieres en tu vida. Ellas lo ven y en él quieren entrar, pero en tu lienzo está el poder del mar, de sus remolinos y de sus grandes olas. Una por una son engullidas, ahogadas y llevadas muertas a las abisales fosas.  La sexta cabeza tiene dos lenguas, la del rencor y la del remordimiento tienen sus propias serpientes. Se arrastra quedita, en silencio, despacito y traicionera empieza a envolver tu cuerpo. Al no encontrar tu alma, recorre el cuello en busca de tu mente, pero ahí está tu ángel, buen tejedor de bufandas y excelente sastre. Sorprendido te miras en el cristal de tu mesa y una hermosa bufanda te adorna, una bufanda hecha de lana virgen, tejida a mano y con olor a olvido. Una bufanda que educa tu mente y deshace por completo la sexta cabeza.
                   Y tu ángel susurra, lo escuchas, sabes que tienes alma, te sientes y hueles tu piel. De reojo miras lo que queda del dragón. Su séptima cabeza es poderosa, las serpientes erizan cascabeles y absorben en sus lenguas todo el veneno de las arterias del dragón. El ataque final está por iniciar. Estás con tu ángel, con tu alma y con todo tu ser. La séptima cabeza escribe desamor, abandono y la venganza de seres acomplejados que de ella se alimentan, seres que imponen jefaturas sin sentido, guerras por capricho y hambre por genocidio. La espada es blandida entre alas, tu alma es trinchera y todo tu ser ya está preparado. La lucha es intensa, el corazón late energía, la piel se enchina y la palabra fluye. Tu ángel te admira, te enseña y te abraza. En tu pesadilla aparece un hermoso sueño. Mil poetas escriben amor, cien Lunas se desvisten, diez gobiernos tatúan la palabra libertad en su bandera y los dedos de tus manos se transfiguran en amigos que te apoyan. Y tanto poder se funde en el acero de la espada. Tu ángel toma Universo y corta las venas del dragón. El nitrógeno líquido lo congela. El ángel grita y el dragón muere. Termina tu pesadilla y fluye el sueño, termina el miedo y fluye la fe en ti mismo…Termina el humo y vuela el oxígeno, otra vez en tu vida.



                 

viernes, 21 de julio de 2017

ENTRE SEDAS Y ALGODONES...


                     Entre suaves luces y blancas sábanas perfumo tu cuerpo, dibujo atrevida una caricia y en mi pecho sostengo tu mano. Tus ojos brillan, vibra la inquieta ternura y los sentidos se llenan de una exquisita paz. Una dulce brisa se convierte en transparente niebla, escurren sedas, cae nieve de algodón y el verso empieza a escribir una poesía. El sabor del momento es intenso, el silencio se hace fuerte y gatea el instinto. Escucha la piel y se relamen los labios, la mirada toca, el beso quiere y el ansia espera. Penetra el calor y el sudor, exhibe una gotita. Cala hondo el aliento, el nervio ilusiona, el latido jadea y el cuerpo escribe deseo.
                     Muestra su velo la Luna, consiente el vaho una lágrima en su ventana y despacito el reloj, detiene sus manecillas. Canta la sirena los algodones de su mar, enreda el viento su cariño entre las sedas del cielo y la pasión muerde el anzuelo del profundo deseo.  Me tocas y se eriza la miel, te miro y el mar cambia de color, me respiras cerquita y vuela un ángel, te beso y las estrellas se convierten en música…Los ojos se cierran, el beso es profundo, las salivas se envuelven en un sublime tango, el sabor huele a vals y tus labios lo saben, vive la belleza en todos tus rincones y mi lengua la baila una y otra vez. Porque de velo de Luna está hecha tu boca, de algodón tus labios y de seda  tu elegancia.
                     Vibra el paisaje, las rosas se deshacen de sus pétalos, azota fuerte el viento la ventana y el corriente aire tapiza nuestra cama. Embravece el mar su sal y el cometa la reparte, gira su cabeza el búho y el árbol tapa sus ojos. Se extiende la noche, gime quedito el fuego de un volcán y mil golondrinas anidan su amor. Fluye el tierno abrazo y entre mis manos, se deslizan tus cabellos, la exhalación es inmediata y en el arqueo pierdo mi boca entre tus pechos, los sigo y los persigo, los acaricio y los beso, los toco, los huelo, pierdo mis sentidos en tus pezones y me lleno de hombre.  Deslizo mi vigor en tu espalda y en la firmeza de tus muslos desahogo fuerza. La fricción es intensa, la contorsión seduce alma y tanta sensualidad enrojece mi  tímido corazón. Tu caricia excita tentación, se desenfrena la mirada y en la piel se funde de pasión, la humedad empapa, el  poro se llena de ternura y el espíritu grita, gime y desafía a quien pueda escribir su verso.
                    El poeta lo escribe, un ángel lo lee y el cielo lo recita. Mil pétalos se llenan con sus letras. La Luna recoge su velo, lo huele y se excita. Absorbe el mar su sal y en cada cristal contempla una caricia que sabe a espuma de piel. Libera el tiempo sus manecillas y amanece. La brisa es tierna, el rocío pinta un abrazo en la ventana y ya huele a café. Los ojos se abren y las miradas explican que hoy, el amor se hizo… Entre sedas y algodones.



                     

miércoles, 19 de julio de 2017

...Y EL CIELO SONRIÓ.


                 El perdón necesitaba ser perdonado porque no nació en el corazón, la caricia envuelta y devuelta por necesidad del egoísta deseo y la pregunta, sentada en el portal de la esperada respuesta, lloraba una palabra.  El orgullo perdió su capacidad porque no hubo perdón ni devolución de caricia, tampoco la respuesta indicada llegó…Solo ese profundo silencio que desbarata el alma y la llena de vacío.
                 La mirada desparrama lágrimas, la oscuridad se convierte en malla de acero de tu coraza, tiemblan las manos y se acortan sus líneas de vida. Tu soledad ya no llora, solo suda intensa, el cielo se abre, te da una oportunidad y no la ves porque los ojos cansados, no transparentan la sal de sus gotas.  Arrecia la lluvia, la humedad huele a mojada tierra y en ella clavas tus pies. El núcleo vibra, el pasto crece y en tus piernas sientes el escalofrío de un amor natural, puro y generoso. Caminas despacito, observas de frente, escuchas viento y enjuagas tu sal. El paisaje es tuyo y el ocaso lo pinta de un ardiente rojo. Sientes infinito y tu alma lo sabe, tocas brisa y tu corazón late. Cierras pestañas pero no piensas, la imaginación no nace y ves como el sueño se pierde por los recovecos de tu mente.
                 La Tierra es sabia y entre sus árboles, nace un violín. Tiene forma de pequeña mujer y cuerdas de garganta de ángel. El espíritu del bosque lo afinó, la miel de una abeja reina le dio brillo a su madera, el sauce llorón lo bautizó en el sentimiento y cien lianas se fundieron para crear sus cuerdas. Lo pusiste en tu pecho y ya su jalea, empapó vellos y resbaló en el vientre. Su música brilló, su estampa enrojeció ante el Sol en su puesta, sus cuerdas cantaron y tu alma quedita, venció miedos. Poco a poco, tus manos lo acariciaron, envolvió tu caricia y te regaló la composición de la exquisita ternura. El corazón le pidió perdón porque sin querer provocaste una excitación, se ruborizó y te mandó un beso, ese beso que solo la música tatúa en el recuerdo, ese beso que los labios se abren al recibirlo y ese beso que la lengua baila suavidad, pegado al pétalo de su rosa.
                Nació la pregunta y la respuesta fue verso. El violín se transfiguró y creció. Vibraron las cuerdas, latió la madera y tanta miel se convirtió en mujer. Bella, hermosa, tierna y desnuda. El ocaso se difuminó y emergió radiante la Luna, los destellos eran estrellas, los cometas cabellos y su piel cambiaba de color como sus ojos cambiaban miradas. Alzó la mano y su dedo apuntó a una abertura en el cielo. Ya los ojos no miraban tierra, veían mujer, seguían su dedo y apuntaban a ese pedacito de Universo.  Sonrió la Luna y el Sol se durmió. Del vacío cayeron sedas con cara de sábanas, nubes con sabor a cama y sonidos de violín, con olor a poesía.
                En tus brazos se estremeció y los ojos se cerraron cuando sentiste su piel. En tu interior creció la imaginación y el sueño empezó a prender, salivó el deseo y el orgullo desapareció en un viejo y aprendido teatro de vida. Ya no buscaste respuesta porque no había pregunta que soltar, tenías tu espacio y pediste callar al tiempo. Le dijiste al amor que se hiciera, a la eternidad que fotografiara el momento y al cielo, que en su inmensidad los absorbiera.
               Y llegaron los tres Reyes Magos del Amor: el mar, una vieja estrella y la Luna. Llegó primero el mar, bravo y cansado, intenso pero relajado, espumoso y salado. Puso su alta marea al servicio de tu lecho, su profundidad entre los abrazos y su dulce sal, entre los labios. Renqueante llegó una vieja estrella. Todavía luminosa mostraba con decoro sus añejas puntas, un libro abierto en su vientre leía su historia y un reloj de arena en sus manos enseñaba cada gramo de su sabiduría. Puso el ambiente a su media luz y una por una prendió las ceras de su larga vida. Se sentó, los vió y recordó…Y en su vieja y bien formada educación, se convirtió en fugaz para no molestar.  En su huída, un millón de sus hijas se convirtieron en lluvia y despacito, mojaron sus cuerpos de pasión.
               El viento enfureció y la ventana se abrió. Entró el resplandor, el aire gimió, las paredes se agrietaron, enloqueció la música, las rosas desprendieron pétalos, el grillo se sorprendió y calló, un delfín brincó siete mares, la morsa comió zanahorias y el conejo se escondió. El Universo vibró, expandió su cola el cometa, el león aulló y la serpiente cambio siete pieles. El camaleón fue actor, el juglar carnicero de besos, el lenguado lengua de sal y la cama, un edén. Llegó la Luna y se posó a sus pies. Desnudó mares, activó cráteres y dejó que la lava fluyera por sus piernas. Sus antiguos ríos empezaron a salpicar, sus valles a recibir tanta humedad y desvistió su natural sensibilidad. El poro se abrió, la piel sudó, una lágrima sintió y la rima bailó… Le dio sensualidad y ella contorsionó, te dió seducción y la sangre llenó el espasmo, desvistió su manto, los abrigó y les prestó su orgasmo, lo sintieron profundo, eyacularon juntos, soltó un gemido y tú un abrazo, te hizo suyo y entraste en su alma, la hiciste tuya  y sus tintas escribieron versos en tu corazón…Fueron uno y el Cielo, sonrió.




                

lunes, 17 de julio de 2017

DESHEBRANDO UN HILO...


            Vibra el eco y en su astucia rebota frecuencias entre las paredes del cansancio, sume sus rodillas el letargo y amenaza consistente, la desidia. Baila la nostalgia en viejos acordes, en aquellos en los que la vida no respiraba flaquezas, en aquellos en que la felicidad era casi completa y la soledad solo un incomprendido espejismo.
           Las decisiones condicionaron destinos, ajenos orgullos tomaron diferentes atajos y en mi camino se abrió el telón de un teatro distinto, la vibración de una escondida vocación y el abrazo a la exhalación de un cielo, que guía el dolor de mis lágrimas y que tomo como reto. En su exhalación está la fuerza del viento del Universo, el profundo tambor del trueno en el último mundo desconocido y el fuego de un millón de lavas, que supuran la sangre del corazón de los más viejos planetas. A ella me aferro porque en su poder conseguiré, en su profundidad me realizaré y en su infinito, un día eternizaré mis sentimientos.
           Despacito dejo que mi alma abra los ojos, enchino sus pestañas para que vea claro y en cada retina siembro una gotita del elixir de la esperanza que copié de un sueño,  ese sueño que nació compartido, creció poquito a poquito con mucho dolor y murió en las manos de su realizador, como don de vida, como genio o como eterno amante de todo lo creado…Ese sueño que siempre pende de un hilo.
           Y en la sublime exhalación de mi cielo, vive ese sueño. Desnudo mi cuerpo y tomo su hilo. Se queman mis manos y cimbra el pecho, se marca en el vientre y lo enredo entre los dedos de mis pies. Es delgado, largo y fuerte. Me suelta una de sus hebras, la hebra del conquistador de libertad, el héroe nacido de fértil tierra, ese fabuloso humano que murió en el dar y esa bandera que no lleva su nombre, pero que en ella están escritas las cuatro huellas de la sangre de sus dedos al agonizar. Una segunda hebra brinca y azota mis dientes. La hebra del sabio de la palabra, del pensador de verdades y proxeneta de la ignorancia. Un ser solo, antisocial, lector de libros sin estantería y observador de viejas  miradas. Un ser que enseña a ser y en la virtud, te predica lo que serás por lo que haces. Un ser que es maestro, el primer alumno del Universo y el último consejero de tus defectos…Por eso, cuando duermes, los convierte en refranes para que los entiendas y te reinventes.
            Tiembla el hilo, vibra y un escalofrío que cierra ojos invade mi cuerpo. Es la tercera hebra, la hebra del soñador de amor. La sorpresa es agradable pues el soñador, no se acompaña solo de romanticismo. En su larga cabalgata destila dulces letras la poesía, infinidad de sentires la prosa, hermosas cadencias las rimas y suaves perfumes, la épica y voraz leyenda. Pero su cola es larga y profunda…Y aparece el erotismo que siempre suda piel, la seducción  que cuando no contorsiona muerde labios, la sensualidad que refleja alma y sale por los poros, el deseo disfrazado de juguetón juglar y la pasión que en su caja de regalo, los mantiene a todos juntos en el lazo de la ternura.

            La emoción traiciona prisa, exige la música grito de trompetas, ronquez de saxo y salpicar melódico de piano. El relámpago del sueño saca su espada y se deshebra siete veces, cada una un color, cada visión un arcoíris de sensaciones…Cada hebra una explicación. Veo al sabio, al amante, al conquistador de libertades, a mi verdadera vocación, a mi Creador, a mi sueño y me veo a mí: Realizado, vivido, con el don de mi cielo aprendido y ejecutado, con la enseñanza dada y con mi muerte explicada…Deshebra ese hilo, aprende y tu vida tendrá sentido.


domingo, 16 de julio de 2017

FLUYE EN MÍ...


                 Extiende su bruma la tiniebla y envuelve la mente, grita el aire un patético silencio, calienta mi cara el humo del cigarrillo y te imagino acostada, solo pensando.  A lo lejos ya clarea su ocaso el horizonte y una leve brizna de luna, asoma un tímido reflejo. Yo te pienso, cierro mis ojos y te siento, abro mis manos y en el destino marcado, veo tu dibujo. Pinto tu rostro y en mi entrecejo, te desnudo. El cielo te respira y abre su lluvia para que unas gotitas de tu aliento, recorran mi piel. Acelera la noche su manto y expira el Sol su puesta, fijo la mirada en una pequeña nube, le doy forma, cambio su color e imagino que suda. Una estrella, la más grande, vigila quieta, espera temblorosa en sus destellos y plasma una hermosa fotografía en mi Universo. Y en mi fantasía, se convierte en lienzo, fluyen carbones y dulces óleos, se pinta de música y ternura, huele a vainilla y sabe a miel…El destello atraviesa la nube, se uniforma el color, la silueta  es deseada y nace un rostro, ese rostro que un día escribí, el rostro de una ilusión, el rostro de mi sueño, tu rostro.
                Extasiado te contemplo y pellizcándome, en él me juro. No es un sueño, eres tú hecha mensaje por el cielo. No es una ilusión, es tu cara, iluminada por una estrella. No es una distorsión, son tus facciones perfectamente marcadas. No es distracción, es mi destino… Lanzo mi mano, te acaricio y siento una cicatriz en tu mejilla, esa cicatriz que siempre enseña el camino de una lágrima hasta la comisura de tus labios. Dejo un dedo de silencio en la mitad de tu boca y tu mirada se abre. Tus ojos transparentan y en la retina veo el escribir sin parar de tu alma, tu blanco es intenso  y en tu cristalino no hay ningún vaho. Avanzo mi dedo, recorro tu naricita y ya toco frente. Se detiene en tu tercer ojo y en pequeños círculos lo abrazo, lo excito y le doy el poder de sentirme. Tu boca se abre, los dientes afloran su pureza y tu lengua me manda una promesa. Absorto,  le pido al cielo que expanda el lienzo, al tiempo que lo detenga por siempre y al espacio,  que se llene de viento y lo haga infinito.
                La música agiganta sus notas, el mar salpica sus espumas y lo llena de sal, el cometa afila su cola y se llena con el polvo de mil estrellas, el relámpago ilumina escondidos rincones y espera el trueno su grito final. Mis ojos no dan crédito, la Luna tampoco y mengua su luz, las estrellas se convierten en ardientes ceras y chorrean por doquier. Se revientan las sábanas del cielo, cruje la cama del Universo y el lienzo se abre eterno. Llega un ángel y carga tintas, un sabio del Centauro, afila carbones, un plebeyo de Casiopea carga los aceites y el más bello de los Arcángeles, frota por todo su cuerpo el pelo de sus pinceles. La orgía celestial es inminente y la Luna en su menguante, empieza a crecer sin parar, el mar ya no sabe qué salpicar pero pone a bailar a sus corales y arrecifes, el dormido Sol no se atreve ni siquiera a chispear y el cometa arrecia su fuerza por todo el lienzo y le da vida. Se juntan las nubes, deshilan su algodón y se hacen seda en un gran velo. Tapan el lienzo y la emoción me cubre por completo. Los seres menores se divierten, el gnomo se convierte en pequeño y perfecto ombligo y veo como entra al lienzo. Dos hadas, campanitas de mis cuentos, adoptan  y contornean dos suaves pezones y entran al lienzo. Llegan elfos convertidos en dedos, mariposas en bellos vellos y un millón de rosas, seguidas por mil abejas sin aguijón, mil colibríes y mil hormigas. Cada abeja, copula el polen de mil rosas y es tal la intensidad que desprenden sus pétalos. Cada colibrí los toma y cada hormiga los junta en su nido y los transforman  en piel…Y entran al lienzo.
              El instante es sublime, el velo es recorrido y el trueno no grita, solo gime y gime y gime. Se asusta el rayo porque ese no es su trueno, ríe el Arcángel  y ante mí, aparece la pintura más genial que un cielo puede crear: tu cuerpo.
             Hierven los sentidos, el deseo es confusión en el escalofrío intenso de la pasión, el roce es querido por cada poro, la poesía tiembla y el mar ya no salpica. El vigor de hombre crece y crece, la garganta enchina su saliva, la tilde su multiplica pero no se atreve con el lejano verso. Mi cuerpo se abre en canal, las piernas vibran, se contorsiona el espíritu, el sentimiento enaltece su tinta y la boca se abre a la dulce lujuria por poseer cada gramo de tu piel. El instinto se rebela, el niño salvaje entra en tu selva y el lienzo se mueve. La estaciones se juntan, hielo en la distancia, calidez de fuego en el sueño, primavera en la esperanza y otoño,  al caer otra vez el velo y amanecer sin ti a mi lado.
            Deja que el cielo te pinte siempre en su lienzo y fluye en mí.


               

                

sábado, 15 de julio de 2017

EL ANZUELO...


                  Creí escuchar el trinar de un río al envolver sus piedras, el destello del artista sobre unas teclas de piano y el cruel estremecimiento de un pulmón por hacer cantar su gaita.  Creí  escuchar al viento esconder el tambor del trueno, al infierno crujir sus leñas y al cielo formar nubes de colores. Creí creer que sentía lo irreal, que una ilusión era abrazable y que el sueño de una imaginación se podía alcanzar. Y el pensamiento puso orden, el corazón coraje y mi alma blandió su espada.
                 Buscó el sentimiento esa aguja en el pajar de mi vida, esa afilada punta que se llena de  tintas y ahora me escribe, ese delgado metal que de tanto en tanto atraviesa mi corazón y sangra sus miedos…Ese punzante dolor,  que asfixia mi destino. No la encontró el sentimiento pero sí la perseverancia, la tomé en mi mano y la puse alargada sobre el yunque de la esperanza, la moldeé y le di forma de anzuelo. La trampa estaba lista, solo faltaba la carnada.
                 Saldré en busca del ser, de ese complemento que para mí escribió el Amor, de ese libro abierto que me seduzca…De esa canción, con forma de mujer, que me enamore.  Saldré y le diré al mundo que no estaba muerto, solo distraído en la posesiva fiesta de mi soledad, que en el reciente tiempo solo viví para mí y que a partir de ahora, mi poesía solo quiere hablar de ti. Le pediré a la Luna que cada noche refleje en mi espejo tu rostro, a las estrellas que contorneen con su luz tu cuerpo y lo fundan entre mis sábanas, al cometa que viaje más fuerte y me traiga tu aliento y al meteorito, que entre en mi atmósfera, que se parta en mil pedazos y bombardee sin cesar, el escalofrío que todavía siente mi cuerpo.
                 Arrodillaré la humildad de mi sencillez ante el espejo que solo tus ojos son capaces de ver, la pureza de mis sentimientos ante la primera lágrima de rocío de tu amanecer y a mi dulce ternura ante el intenso vaho que pintaré en tu alma cada vez que pienses en mí. Saldré en busca de mi felicidad y te encontraré, cruzaré mares y caminaré océanos, llenaré mis puños con las arenas de tus cercanos desiertos y mis sentidos,  del olor de tus cafetales. Les explicaré a mis consentidos acordes que ya envejecieron y que no caben en el nuevo pentagrama de mi vida, al recuerdo que de una vez se disfrace de olvido y al sereno de mi soledad, que de una vez tiré las llaves al caudal más profundo.

                 Abriremos el gran teatro del sueño, donde el telón es ilusión y la tarima puro deseo. Fundiremos cuerpos en pasión, cada acto será instinto y cada verso resbalará quedito en nuestra piel. Cada sudor será contado, cada gota exprimida y cada caricia, pervertida en cada línea de nuestras manos. El cuento vibrará, la leyenda se escribirá y la prosa de la compartida eyaculación, salpicará versos por doquier.  La música se compondrá, el equinoccio abrazará solsticio, la nube cambiará de forma a cada mirada y el juglar del amor brincará. La respuesta no encontrará su pregunta, se morderán  lenguas y los dientes lamerán, callará el tiempo y el espacio se pegará, el dedo recitará piel, el cabello estremecerá su beso y la poesía cantará…Lancé mi anzuelo, lo mordiste, fuiste mía…Y Dalí te pintó.


viernes, 14 de julio de 2017

EL VERSO DESAHUCIADO...


                    Un poeta dejó su verso en el fondo de una taberna, pegado a una sucia pared, encima de la barra. Desconsolado, arrastraba sus letras por la vieja madera. Hundía sus pies en el podrido aserrín y sus tildes, perdían fuerza entre tanto hollín. El humo del barato tabaco lagrimaba sus ojos, el irreverente grito lastimaba sus pequeños oídos y nadie le daba una copa que desecara sus labios. Se abrió la vieja puerta del oeste y la niebla entró. En ella creyó ver la cara de su inminente muerte pero el tabernero lo calmó y le dio tres gotas de su mejor whiskey. Lo abstracto abrió su teatro, el impresionismo gozó y aquel hombre le sirvió diálogo. El verso le contó su abandono, la dejadez de su poeta y la vergüenza que sentía en sus letras…Le contó su tristeza por no poder ser y la lenta agonía de su tinta. Miró con atención el tabernero como despacito se escurría y juntó cada una de sus gotas en el vaso más pequeño. Sonrió el verso y asintió el viejo desgarbado, le guiñó un ojo y se puso a limpiar su vieja barra.
                    Brincaba el verso entre humos y avinagrados aperitivos, brillaban sus comas, vibraban los puntos, las vocales gemían y las consonantes gritaban pero nadie lo escuchaba. El desgarbado, atendía a otros clientes, a los que si pagaban, el bullicio se hacía cada vez más intenso y apenas alcanzaron sus manitas para taparse los oídos. Sintió dolor en su cabecita y la intrínseca  definición de sus palabras, también se diluía. Y el verso se preguntaba: “¿Por qué me guiñó el ojo si ya no me atendería?¿Por qué por un momento lo sentí cómplice de mi abandono?¿Por qué? De repente de aquella añeja y podrida madera, salió una hormiga y otra y otra. Se consumó el ejército, la fila era india y más agujeros hacían. Sacaban aserrín y algunas sobras de comida pegada, patinaban en alguna gota y no paraban de orinarse, para que el olor las guiara y la fila jamás se rompiera. Enfrentó a la líder y rápido le contestó su mirada: “Nosotras solo trabajamos, a ti te escribieron para que alguien sintiera y nadie te sintió, te crearon en una emoción, en un momento de locura, pero eres pasajero y como tal, tu destino es morir” “¡Apártate, tenemos prisa, llega el húmedo trapo o el insecticida!”. El verso entendió, lloró, lanzó una humilde y triste mirada al tabernero, un ultimátum a la vida y un epílogo a su sentido.
                   Y llegó borracho el poeta. El recuerdo de su verso desahuciado, atacó de repente su vaga moral. Se acercó y el verso soltó un tímido aliento. El tabernero, absorto, observaba. El poeta descosido lloraba, lo tomó en sus dedos y susurró: “Sabía que no tenías sentido, te escribí en un sueño y jamás te pude alimentar, te creé en mi utopía y así morirás, siempre te extrañaré y en tus letras quizás un día, yo también falleceré”. Se fue el poeta y con él, la tiniebla de la taberna.
                   Corrió el hombre desgarbado, lo tomó en sus manos, le dio respiración boca a boca, le contó que en sus noches de soledad, también escribía, que lo llevaría a su casa y que lo reviviría. Abrió sus pequeños ojitos el verso y asintió. Su latido era tenue, pero una ilusión marcó el aire de su garganta. La taberna cerró puertas, aquel hombre cruzó sus llaves en la cerradura y caminó hacía su casa, con el verso en el bolsillo de aquella extraña camisa. Llegó, se puso cómodo, abrió el botiquín y arrancó de una bolsa, unos suaves algodones. Ahí recostó al verso, prendió tres velas y se sirvió una copa de un viejo y añejo tinto. Las gotas descolgaban por las paredes de aquel empañado cristal y el desgarbado, las tomaba con su dedo y al verso se las daba. La emoción era mutua, el tabernero lo sentía revivir y al verso, le gustaba aquel tinto. Los ojitos se abrieron, él observada quedito, ya respiraba intenso, él observaba impaciente, ya latía sangre, el observaba prisa…Y habló: “Hazme un favor, solo escríbete, porque ahora eres mío y te quiero tener”. El verso se levantó, con un pedacito de algodón limpió sus lágrimas, ordenó sus letras, sus comas y sus puntos. Puso cada tilde en su lugar, gimió y se escribió: “ El amor no es un sueño, el sueño es poderlo abrazar cuando llega. El amor no es una utopía, la utopía jamás será vivida. El amor es un fin, no un medio. El amor es obra del Creador y en él, nos realizamos…El amor ya está creado para ti, no lo inventes”.
                  Y aquel hombre, tabernero desgarbado y de buenos sentimientos, se enamoró de aquel verso. Lo estampó en todas sus paredes, en su mesa, en sus sábanas y debajo de la cama. Cuando terminó lo acogió de nuevo en sus manos y dado el permiso, lo escribió en su alma. A partir de entonces su vida cambió y se enamoró. Primero del Sol, de la Tierra y de su Luna, después del rocío, del viento y de cada pájaro…Y después, de la que ahora es su pareja, un ser que siempre estuvo ahí y jamás supo abrazar, un ser que por siempre  en él vivirá, que definirá su destino y que ya no tendrá por qué inventarla, pues para él fue creada.



          

jueves, 13 de julio de 2017

NACÍ IRREVERENTE...


                      Desvaneció la nube su algodón, las estrellas se escondieron en otro mar, el cielo se quedó solo, el firmamento lloró y llovió vacío. No había olor, no existía ningún sabor que tocara labios ni mano alguna que inventara una caricia. Y el vacío creó un velo de nada y a él me aferré. Soltó la energía que siempre se transforma y en él volé. Atravesé el silencio de los colores, el plasma de una inquietante soledad y el intenso aire del viento muerto. El cuerpo era transparente y mis ojos lo miraban, el alma brillaba y mis manos la tocaban…Mi corazón latía fuerte pero no estaba.
                      Desapareció lo conocido y emergió el ansia del conocimiento, se arrugó el pensamiento y se abrió infinita la mente, murió la razón y mi conciencia se expandió en el Todo. Y el Todo era Nada y el viaje seguía puntual, sin tiempo. No caminaba el miedo sino la esperanza, no era el instinto quien gobernaba sino la eterna sabiduría cósmica. La inteligencia sideral, acurrucó mi forma y en posición fetal, pude besar mi espíritu. Atravesé la puerta de mi esencia y una cascada de palabras, llenó mi mente. Comprendí que yo era Todo, único, excelente y con el poder heredado de mi Creador. Entendí que no hay más religión que la que no es invento del hombre, que no somos ilusión sino el gran sueño de la Creación, que una lágrima vale oro si sale del alma, que una sonrisa es basura si nace de la hipócrita fingidez  y que el pecado es la sublime y miedosa burla de mi raza…Un castigo lleno de pena y sin misericordia alguna, un castigo de pobres y un reto de ricos…Un negocio de la desigualdad.
                      Entendí y el viaje siguió. Mi velo empezó a oler, los ojos a mirar el agua del  nacimiento, los labios acercaron a mi lengua un raro y exquisito sabor, las manos empezaron a tocar el terciopelo de una música y mis oídos lo escucharon. Se entumecieron los dedos, agrandaron huellas y se enredaron en un gran cordón umbilical, un cordón forjado en hilos de plata, con piel de cuarzo y con destellos de corales y negras amatistas. Desintegró el velo su consistencia y fuerte,  me até al umbilical. Enredó todo mi cuerpo y tenaz se apretó en mi garganta, la falta de oxígeno desvanecía mi ya corta conciencia. Por primera vez, sentí miedo, me sentí humano…Me sentí morir, antes de nacer.
                     De repente el inconsciente vibró, vi a mi ego germinar, a mi nuevo corazón latir y a mi madre llorar. La intensa luz me sacó del agua y un montón de guantes me recibieron, les dí un par de lágrimas para que se calmaran, escupí mucosidades y me dejé abrazar. Escuché trivialidades, dejé que me pusieran en una horrible cuna, medio reí para que mostraron su idiotez y en mi primer sueño, de tanto en tanto un pequeño gemido les canté, para que me dieran de un excitante comer. Yo, esta vez, nací entendido, por eso…Nací irreverente.





                     

miércoles, 12 de julio de 2017

3 AM.



               Llega la pesadilla, hipócrita y patética, desgarradora y explicativa…Sola y llena de miedos. El bosque se abre, la tiniebla busca fuerza, la oscuridad deshecha sombras y el sopor hunde su razón en el maquiavélico consentido de sus hebras. El ardor nace en la mente y recorre garganta, la enredadera persigue laberintos y una locura permite la ceguera del sueño… En insomnio pasa la noche y en brasas, andan mis sábanas. Camina irreverente la sangre por los rincones de la conciencia, sufre el latido por desconocer tal etérea ansia y el tiempo deja que sus dientes muerdan, el ocaso de un mental y necesario silencio. Vibra el cuerpo y nada lo toca, teme la emoción, la intensidad es un hilo y la imaginación brota por doquier, toda su perversión. Los ojos se abren en blanco, tiemblan las mejillas y no sienten, los labios alargan su resequedad y la piel se besa inerte. Sucumbe la comprensión y yace imberbe la luz del rayo, maldice la Luna su cara oscura y una bruja toca el violín. Gira su cuello el búho y lo reprocha su árbol, la serpiente esconde su cascabel y espera, el águila huele rapiña y el Sol, desdibuja su amanecer. Los sentidos siembran nitrógeno líquido, las ausencias llenan cálices y la verbena del solsticio, prende sus mechas. Confunde el sueño su camino y escoge el peor atajo. La pesadilla vive y en sus manos empuña las llaves del calabozo existencial, de una prisión llena de ilusión, libertad y esperanza. El despertar no es opción, el nervio encarga sumisión al terror y el reloj, pudre sus manecillas en la dulce alcantarilla del infierno. La ilusión por si sola se despecha, la fragancia ya no huele, el destino acorta sus letras, el hambre de vida y adelgaza ansiedades. El sueño no llega y la pesadilla persiste en su cometido. La niebla es densa, la exhalación empaña nadas, la espada de la lucha corta vacíos y la ignorancia crece y crece. Aparecen diminutos seres, negras alas, cobijadas tentaciones y pequeños diablos. El aire es denso, el ambiente no existe y las ceras arden invertidas. Los tintos no descuelgan sus gotas en copas, las derraman en sangre sobre las paredes, las huellas no distinguen pies ni las yemas sus dedos, la catarsis es subliminal y la idiotez universal. El sueño camina pero el atajo es largo, sus pies tienen clavadas astillas y en sus manos solo resbalan redondas piedras de río. Persiste la pesadilla, su obscenidad ya revienta la membrana del alma, su pericia es arrogante y su abrazo, ya destila hiel en cada una de sus imágenes. El alma da su última exhalación, el corazón recoge un sorbo y suelta un postrero latido. Lo quiere la mente y lo posee el espíritu, lo respira el astral y el cuerpo abre su luz. Se abren los ojos, el sueño ve el final de su túnel y corre. Se rebela la pesadilla y prepara su ejército. Primera línea de fuego, el miedo con agujas en sus uñas, la inseguridad con espadas y la intolerancia con vendas. Segunda línea de fuego, la oscuridad blandiendo sus tinieblas, las sombras con sus paredes de soledad y las angustias con sus temblores. Tercera línea de fuego, remordimientos afilando machetes, rencores sosteniendo cuchillos entre sus dientes y envidias, sosteniendo celos en cada una de sus estacas. Y el sueño llegó, amable, hermoso, silencioso y tierno. No hubo guerra, solo una pequeña batalla. El sueño soltó toda su ilusión y acabó con la primera línea de fuego, soltó su luz y acabó son la segunda línea de fuego…Soltó toda su ternura, su esperanza  y su esencia y la tercera línea de fuego corrió. La pesadilla estaba acorralada y el sueño me dijo: “abre tus ojos y despierta”. La pesadilla se fue. Y me educó: “Ahora ciérralos y piensa en mí, porque en ti me quedaré”…Y el sueño terminó mi noche, en él me abracé y en mi amanecer…Solo a él recordé.


SUDOR DE LUNA.


                         La intensidad cambió su sabor, la humedad permeó y los pasos, detuvieron su andar. Llegó la quietud y con ella una caricia. Tomaron piel las manos, erizó el vello la ternura y calló la espera. Brotó sus lágrimas el alma, bombeó su saliva el corazón, cerraron los ojos sus miradas y el cielo sintió. Despertó la sumisa pasión del tiempo, de un tiempo que llenó de sabias arrugas su espacio, de un tiempo anquilosado en el querer sin tener…De un tiempo, añejo y frío.
                         Tocó puerta el recuerdo y la nostalgia abrió su madera, rechinó ansia la reseca bisagra y entró la Luna. Grande y bella, inimaginable y hermosa, seductora y cautivadora, escritora y poeta. Palideció luz y su manto vibró destello, presumió elegancia y dibujó un beso, penetró vaho y se desnudó. Tanta sensualidad escondió estrellas, evaporó nubes y el universo cambió su olor.
                         Me disfracé de paje con tintas de arlequín, convertí mi cama en un gran molino de viento y en sus aspas amarré diez “Sanchos” que me hicieran tocar tierra. La Luna insistía, se disfrazó de dulce Dulcinea y abríó su tentación. Quedó muy atrás su “Toboso”, muy lejos su Tierra y muy cerca de mis brazos. Arrugaron las ceras la chorreada ansiedad, la imaginación brincaba por doquier y el pellizco, aseguraba la realidad de un sueño.
                        La consistencia de mi camisa era desgarrada, su fuerza reventaba el primer botón, el segundo y el tercero de mis jeans, la sorpresa entumecía mi vigor, el instante cargaba magia, el calor sofocaba y el hielo de un cometa me daba pausa…Y ella solo me miraba, sonreía y apretaba sus labios. Su aurea era blanca, perfectamente blanca con destellos violetas y dulce carmesí en sus bordes, su mirada transparentaba alma y ésta gritaba a su ángel… Su  sensualidad mimaba y su mirada, enamoraba.

                      Soltó frescura, irradió sensualidad, embobó mi noche y me dejé llevar. Mi desnudez firmaba deseo, su elegancia erotismo eterno y la poesía, arrancaba viejas músicas de añejos pianos. Desgarró el ángel su arpa, brincó el juglar su cantar, el hambre su pedazo de pan y el trofeo cayó en mis manos. Mostró su figura, empapó su piel y la erección del universo subliminó mi sed. Se acercó, era mía y el abrazo atrevido, de polvo se llenó. Polvo de estrellas, polvo de suculentos meteoritos y polvo de vida. Quise contener el respeto por un deseo, pellizqué otra vez mi sueño y su contorsión, me excitó. Mostró  su oscura cara, sus cráteres, sus secos valles, sus angosturas y sus escondidos hielos….Movió su cuerpo y sus curvas exhibió, bailó en mi frente una rumba, una bachata y una cumbia, recitó a Neruda, a Borges y me explicó a Cervantes…Sus labios secaron aliento y tomó con una mano el viento de mi vida, con la otra mi dedo, lo mojó con de  saliva y lo viajó a sus labios. El derroche se hizo pasión, el momento intenso y la conexión, instante. La Luna era mía, abrió su gran vagina de amor y todo mi ser la penetró.  En su primer gemido lloró y sus cráteres se apagaron, sus valles se humedecieron de antiguos ríos, sus mares se llenaron y el polvo de sus estrellas empezó a destellar. En su grito, legiones de ángeles se arrodillaron, los vagabundos del universo encontraron hogar, los sabios entendieron ignorancias y la intolerancia, su fosa. ..En su amanecer, empezó a sudar. Al Sol le pedí clemencia y abrigué su vampiresca alma. Yacía su desnudez en mis brazos y no la quería soltar. No quería noches con Luna, solo sus “llenas” para mí. No quería verla distante, solo sus “plenas” para mí. No quería frío en su manto, solo mi calor en su “menguante”. No quería su olvido,  sino caminarla en su “creciente”. No quería su recuerdo, solo cada noche sentirla, cada noche abrazarla y cada noche, poseerla en su reflejo. Fui elegido, la besé, la poseí, amé su historia e hice el amor, lamiendo…El sudor de mi Luna.


martes, 11 de julio de 2017

SOLO DAME UN BESO...


                  Solo dame un beso, porque de tus caricias, es la más hermosa. Acércalo porque en mis labios quiero olerlo, ábrelo para que en él pueda respirar y repítelo tantas veces, como mis ojos te miren.  Dejemos que jueguen su libertad,  que gocen nuestra sensibilidad, que en sus grietas se escriban versos de amor y en sus comisuras, la dulce elegancia de un sentimiento.
                  Solo dame un beso, porque de tus ternuras, es la más bella. Extiende su humedad porque en mi boca será espuma de mar, déjalo temblar porque en mi escalofrío crecerá, exígele profundidad  porque en él quiero beber sensualidad y róbale sus miedos porque en la seducción de su atrevido deseo,  arrebataré su alma.
                  Solo dame un beso, porque de tus labios nace el amor, de tu lengua el deseo y de tu saliva la intensidad. Envuélvelo de pasión y suéltalo, porque en mi boca se deshará, recorrerá mi cuerpo  y despacito dará cariño a cada rincón de mi piel. Caminará vagabundo entre mis cabellos, volará viento en mi pecho, sus dientes pellizcarán y mi razón le dará pausa. Gritará en silencio y solo mi alma lo escuchará. Será delfín en mi vientre, noble y juguetón, exquisito bailarín en mis piernas y goloso deseo en cada dedo de mis pies. Despertará el atrevido impulso del instinto y entre mis vellos lo esconderé y será mi beso quien tome posesión de ti. ..Y entonces vivirá la poesía, se llenarán mis labios con sus tildes y una por una las pondrá con cariño en tu espalda. Le daré fuerza, el cielo color y en su albedrío tomará el fuego del Sol. Resbalará quedito, esponjoso y húmedo y en tus muslos comerá, erizará y se convertirá en la candente gula del profundo deseo.  Las manos serán cómplice, tu contorsión su adicción y entre tus piernas, compondrá una cascada de música, sabor y lujuria que vibrará hasta el amanecer.

                  Solo dame un beso, porque del corazón copió su sangre, del alma aprendió su transparencia y de tus sentimientos, expresa su verdad. Que en él fluya el amor, vístelo de pasión y después regálamelo. Lo quiero en mi vida ahora y siempre porque en mis tristezas será apoyo, en mis éxitos reconocimiento y en mi muerte, la más hermosa despedida. Solo dame un beso y recibirás cien estrellas, sentirás el poder de mil cometas y el amor de un millón de Lunas. Solo dame un beso, que yo te llenaré de vida.


lunes, 10 de julio de 2017

ENVEJECER...ES RENACER.


                 Amanecí en mi espejo y me vi llorar porque jamás imaginé envejecer sin ti. Repasé mi cuerpo y estiré sus arrugas, pero sin más, se volvían a juntar. Busqué el dolor en las hebras del olvido, lo acaricié y me mostró sus cicatrices, pegué mi saliva en viejas, en abiertas heridas y solo hervía en cada una de sus burbujas. Arranqué costras en la coagulación de mi sangre pero en los dedos del recuerdo se deshacían, abrí mi alma y descubrí toda una colección de secas lágrimas, que día con día estuve sembrando. Una por una las tomé y no pude con su dureza, una por una las leí y en el temblor no pude recitarlas, una por una las miré y como bola de cristal, juntaron la tristeza de una historia.
                Rebasé el portal de mi casa y vi un niño jugar. Sentado en mi acera, armaba un rompecabezas. A su lado, en una banca de piedra a la pared adosada, un jubilado maduro, escudriñaba palabras en el crucigrama de su diario. Los dos pensaban, los dos robaban tiempo, los dos respiraban sumidos en una atención. Pero uno era niño y el otro, viejo.  Atento los miré. El niño dejaba su rompecabezas y jugaba con una pelota, su mamá reclamaba su atención desde un balcón, el niño subía escaleras y bajaba con un suculento bocadillo. El viejo, seguía sumido en sus palabras cruzadas. Y llegaron sus amigos y el niño, jugó a otra cosa y después a otra. Eran carreras y escondites, risas y retos, imaginación y juego tras juego. El viejo anciano, seguía sin resolver su crucigrama. En uno de sus escondites, el niño se refugió bajo los pies de aquel hombre que aparentemente ni se inmutó. El encargado de encontrarlo, caminaba cerca y el niño se acurrucaba, casi en forma fetal. El anciano, tomó su periódico, lo deshojó y sus grandes páginas taparon al niño. El caminante se alejó y el anciano susurró quedito “¡Ahora!”. Salió el niño corriendo como bala y se salvó. El viejo sonrió, también se sintió ganador (sus ojos lo delataron). Regresó el niño, le dio un beso en la frente y un “gracias” sincero. Algo le dijo el anciano al niño, éste lo abrazó y siguió jugando. El maduro hombre sonrió y una lágrima atravesó su mejilla de norte a sur.
                Despacito me acerqué, me senté a su lado y como pude le comenté lo que acababa de ver. Y enseguida me dijo “mira compañero (¿sería por las incipientes arrugas?), me acaban de dar una lección de vida. Hoy entendí que la vejez no es excusa…No es excusa para vivir pegado al recuerdo, a una distracción o a los miedos que aprendimos. La vejez debe ser hermosa, libre y calculada. La vejez es la máxima expresión de la libertad, porque no hay nadie más libre que el que está bien aprendido, bien amado, bien luchado y bien preparado para renacer. Y el Universo, nos enseña que nada está quieto, nada se detiene y que todo se reinventa cada día, cada noche y cada nueva Luna. ¿Viste al niño? Jamás estuvo quieto, se reinventó a cada momento, sintió, jugó, corrió…Y yo sentado en esta banca, consumiendo una vida que alguien me regaló y que ahora la detengo para que en mi ignorancia, pase más despacio. Pero eso sí, ¡Lo salvé!”. Sonrió maliciosamente, se levantó, me dio la mano y me deseó suerte. Y la reflexión me dio un golpe, el tiempo se detuvo, abrió su gran boca y me dijo: “¿Entendiste?.
               Reinventé mi vida, entendí que la incipiente vejez (esa etapa que ni eres adulto ni viejo, esa etapa que no sabes dónde estás), es el momento culminante de una vida, el instante donde el aprendizaje pasa examen, la experiencia produce escalofrío, el pensamiento quema tiempo y las arrugas embellecen nuestro cuerpo. La personalidad del ser, desata todo su coraje y por fin se realiza, la sangre corre más despacio pero más intensa, la poesía escribe verdaderos sentimientos y los ojos miran diferente. Entendí que el amor es para siempre pero no siempre con él o la misma, que tus huelas son muy débiles hasta este momento y que ahora debes pisarlas con más fuerza, que la vida es prestada y como tal hay que rendirle intereses y que un abrazo sino sale del alma, mejor que se lo den a una farola. Puedes escuchar una melodía a los dieciocho años, a los treinta, a los cuarenta o a los cincuenta y cinco y jamás sentirás igual. Y hoy, a una semana de cumplir mis cincuenta y seis, puse una melodía, esa melodía que un día por primera vez, bailé pegado a una mujer, esa melodía  que a través de mi vida algo significó, esa melodía que a punto de terminar fue la excusa imborrable de mi primer beso, esa melodía que hoy desvanece secas lágrimas en mi alma, la que provoca que mi saliva ya no hierva en mis heridas y la que escribe un verso en cada una de mis arrugas para explicar vida. Escúchenla y acompáñenme:  “Amore grande, amore líbero”. Vivir es aprender, reír es aprender, sufrir es aprender, llorar es aprender y envejecer…Es renacer.



                

                

domingo, 9 de julio de 2017

EL CIRCO DE UN SUEÑO DE AMOR...


               Brinca sus gotas la lluvia en el andén del sueño y cierra ojos el deseo para sentirlo mejor. Juegan lenguas a serpientes y escaleras con sus labios y la piel manifiesta equilibrio en su sudor. En el circo de un sueño de amor, pagas la entrada más cara para subirte al palco de los sentidos y jamás sales, te diviertes, lloras, ríes, aplaudes y cuando va a terminar, recuerdas el primer acto…Ese acto que dibujó un umbral en tus sentimientos, un portal en tus querencias y una explicación a tu dádiva de vida, por vivirlo.
              Lo sabes y no renuncias a tenerlo. Lo esperas y lo deseas. Vistes noches de colores y dejas que tus pestañas abriguen la imaginación de tu mente, que tu pensamiento enfoque y que el aliento de la Luna te transporte al limbo de las sensaciones. El deseo por un amor es obsesión de vida, porque reclamas al cielo merecerlo, a la historia por no habértelo dado y al destino por cerrar su libro y nada, poder escribir en él. Lo piensas, lo arreglas, lo pintas hermoso, adecuas sus facciones y las acaricias con tu mano, hueles un perfume que seguro será, escuchas miel en un tono inventado de voz y presumes exquisita elegancia cuando cae en tus brazos. Escribes sublime teatro, dejas que el piano suelte a su albedrío las teclas, que el ronco saxo espante los miedos y que la pista aparte las mesas para que empiece el gran baile, una orgía de sentimientos y el circo de un sueño de amor.
              Lo vives intenso, lo tocas, contorsionas sábanas que no saben tu juego y desbaratas algodones que solo visten tu almohada. El sueño se hace profundo, por sí solo respira, es callado, insolente y anclado en una parte del cielo, donde tu alma camina y camina, cansada, exhausta y libre. Las trompetas suenan y el público grita, te levantas de tu palco y ella aparece. Bella, hermosa, tierna, suave como el talco y frágil como la mariposa. Embelesa con su ballet las puntitas de tu sensibilidad, gime el acorde y se transparenta a media luz, casi tocas sus curvas, casi rozas su piel…Casi te caes del palco. La sientes sublime, intensa y seductora, distante y alcanzable…Te mira, la miras, palidece el ambiente, la pista oscurece su rostro y desaparece… Cabalgan amazónicas monturas en blancos caballos, salta el hombre y se cae el enano, vuelan los trapecistas y ruge el león el látigo de su domador. Pisan fuerte los elefantes, aplauden las focas, se desvisten las edecanes, se quedan con tres lentejuelas y al niño que llevas dentro se le caen las palomitas, el refresco y el pecado. Entra el mago, le da vida a su chistera, brincan los conejos y vuelan las palomas, parte en dos una belleza y aparece sentada a mi lado, pero no es ella. La vida envuelve el sueño, la enredadera trepa paredes y el laberinto crece en el circo. Entra en acción la paciencia, el deseo llama al placer y el sueño se compone…Aparece el ilusionista.
              El amor debe ser, tiene que revivir, mereces sentirlo…Exígelo! Se apagan las luces, la oscuridad se tiñe de azul y el hielo permea filoso su pista. Suave, respetuoso, nostálgico e irreverente suena el violín sus primeras notas, el violonchelo lo acompaña en su melodía, la dulce flauta acaricia interludios y el tambor tartamudea su presencia. Nace un destello. Azul, blanco y verde por fuera, rojo y violeta por dentro. Y aparece el amor, deslizando hielo, caminando seducción, respirando elegante sensualidad. Tú lo sabes, es ella. Momento culminante de tu sueño. Intensifícate y enamórala, deja tu palco y desliza sentidos en su hielo, abrázala, quítale el frío y poséela. Se va el público (no soy voyeristas), te mira y la miras, estás cerca. Alargas tus brazos, te caes, te levantas, le pides que se detenga, ella sigue, patinas, te caes, te vuelves a levantar, te mira de reojo, te sonríe, lanzas tu acometida final, las luces se apagan, desaparece el hielo, tu caída es sublime, ella desaparece y aparece un payaso, te mira, suelta una carcajada…Se acabó el circo, despiertas, miras a tu lado….¡Ay!¡ No es ella! Desparece la ilusión, el café ya no huele y ya debes ir a trabajar…No te preocupes, tú decides cuando y como  tendrás otra vez,  el circo de un sueño de amor.



             

sábado, 8 de julio de 2017

TE ATREVISTE Y FUI TUYO.(UNA FANTASÍA ERÓTICA)


                   Tu amanecer escribió poesía desde el primer rocío, tu mirada se perdió en la primera ventana y en tu exhalación pintaste suave vaho. Dejaste que tus dedos dibujaran, que tus pezones a él se pegaran y en su frío, les prometiste placer.  Le juraste a tu Luna que tendría miel, le pediste al cielo larga noche y a una estrella, un destello de esperanza. Te vestiste y solo un sorbo exquisito de tu café tomaste.  Tus labios no marcaron la taza, pues guardaste sus grietas para que alguien las mojara en tu noche, no quisiste oler la tierra de su cafetal, pues otro perfume caminaba en tu mente y jamás le pusiste azúcar, pues tu garganta necesitaba otra dulzura.
                   Te dirigiste a la puerta y no olvidaste tus llaves. No habría errores. Olías intensidad y cada minuto tu anhelo crecía y desbordaba ansias. Dudó un segundo el cuerpo su desodorante, la hormona sudaba y desesperada buscaba su feromona. Callabas instinto y rugías como leona, no atendía indicaciones de razón tu corazón, solo latía y latía. El alma escondió consejos ante la orgía de tantas sensaciones. Los sentidos bailaban, la imaginación inventaba y soñaba…Y en tu incipiente caminar, cada paso era contorsión, cada mirada escribía sensualidad y cada caricia de viento en tus cabellos, un erótico suspiro.
                  Retabas al mundo, a tus miedos y a tus sueños. Hoy harías el amor, quemarías pasión y dejarías que solo el deseo escribiera vida. Querías sentirte mujer en los brazos de un hombre y lo conseguirías. No rezaste, nada le pediste al cielo y jamás rogaste romanticismo a la Luna, solo su compañía. Sabías lo que querías y sabías que llegaría, de alguna forma llegaría. Vestiste seguridad. En tus audífonos, música para el alma y en tu escote, una lágrima, con pequeños diamantes. En tus dedos besaste la marca de un antiguo anillo que más que recordar aún te reprimía, de tu bolso sacaste una vieja agenda, rompiste direcciones y teléfonos, enmudeciste tu móvil y te llenaste de renovación. Alguien nuevo llegaría a tu vida, porque a partir de hoy, otro destino sería escrito.
                  No fue en un café, en la calle, en un bar o en la oficina. Tampoco en un parque, en una feria o en un circo. No fue en tu casa ni en la mía. Tu vida era más demandante y cuando abordaste aquel avión, tu sonrisa te delató, el destino escogió tu asiento a mi lado y cuando los motores embravecían su aliento, tomaste mi mano para sentirte segura. Me pediste una disculpa, asentí, te sentí y te olí. Me penetraron tus ojos y en tu mirada entendí. El viaje era largo y sabías que tu espera había terminado, que mi feromona en ti había entrado y que aquellas grietas que presumían tus labios, ya me habían conquistado.
                 Interrumpió aquella azafata con su dulzura y su pregunta el momento y al minuto, dos copas de burbujas,  adornaron nuestras manos, brindamos y poco a poco se deshicieron en las bocas. Llegó la película de turno, se apagaron luces y el aire artificial enfrió el ambiente. Cada quién tomó una cobija, la sentamos en nuestras piernas y reclinamos suavemente el asiento. Mi corazón excedía latidos, mis ojos en la película y la mirada en ella, el pie derecho caminó de lado y toco su pie izquierdo, no lo quitó, se descalzó y lo encimó. La conexión firmaba seguridad. Le pregunté si estaba relajada (¡estúpida pregunta!) y por debajo de la cobija, posó su mano en mi pierna. Ya olía medio cielo y creo que escuchó el suspiro de mi piel. Agradeció mi compañía (atrevida y sutil) y su mano caminó unos diez centímetros. Mi sangre empezó a hervir y aunque me molestaba ya la cobija, no la quitaba. Subió su mano quince centímetros más y me miró. La película era aburrida, su mano me excitaba y decidí sentirla con ojos y mirada. Caminó su mano, esta vez solo unos cinco centímetros (sin prisa, pero sin pausa). Me sentía tenso y con una duda que ya crecía en mi entrepierna.
                  Si me atrevo, quizás me vea imbécil y si no lo hago quizás me crea idiota, con lo cual decidí vencer ambas ignorancias y pasé a la acción. La miré, con mi lengua recorrí labios, con mi mano despejé frente y su mano viajó, notó y ella sonrió. Quería pensar mi próximo paso y me besó, calló mi mente y ahora sí, caí en la total ignorancia, en la total admiración por la ternura de aquel beso y en la total abstracción por un erotismo que ya desbordaba mis expectativas. Su lengua seguía recorriendo uno a uno mis dientes, me llenaba de sabor y olor, excitaba la oscuridad y prendía ceras por todo mi cuerpo. Todo era hermoso y el juego seguía, la diversión ya era circo de idiomas, mi niño viajaba en su boca y su niña abrazaba de infinita ternura el gusto por sentir, por sentir lo máximo y por leer entre líneas el bello pasaje de un instante.
                 Salió de mi boca, se acercó a mi oído, sentí mojada su lengua y susurró: “Cuenta hasta cien y ven”. Se levantó, su cobija cayó en mis piernas, más y más calor, redirigí el frío aire del panel y despacito dejé las cobijas en su asiento. Treinta y uno, treinta y dos……Entendí que contar hasta cien me llevaría unos dos minutos…Sesenta y ocho, sesenta y nueve(Ahí no se podía), setenta, setenta y uno, setenta y dos….Noventa y ocho, noventa y nueve…Me levanté con notable sutileza, elegancia y quietud. Noventa por ciento de pasaje dormido, cinco por ciento mirando noche por las pequeñas ventanas, cuatro por ciento asustados y un uno por ciento caminando al baño, es decir “yo”.
                 No sería fácil. Azafata de guardia. Baño cerrado. Me dirijo al baño de mujeres. Rápido recibo la indicación de la azafata que no es el mío. Le contesto que mi esposa se siente mal y toco la puerta. La puerta se abre y le hago un guiño a la azafata (¡imbécil, me delaté!). Entro. Saco la cabeza, miro a la susodicha y le hago saber que mi esposa me necesita, disimulo preocupación, desenredo su mal pensamiento y cae en la trampa. Aliviado, cierro por dentro la puerta. En voz alta expreso mi preocupación por la supuesta esposa y oigo el dulce crujir de un cinturón de seguridad que me indica que ya se sentó nuestra azafata. Otra vez, sumido en mi sublime ignorancia iba a explicarle lo que pasó…Y no me dejó.
                Sus ansias ardían, su ropa se deshacía, su saliva era mía y las erecciones se confundían. Su mano desenvainó espada y mi boca abrazó su pezón. Dedos entre cabellos, sudor pegando piel, pélvico movimiento y contorsión de cuerpo. Intensidad, fricción, deseo, convulsión. Arrebato emocional, sentidos explotando, desnudeces nadando escalofríos, temblor de piernas y suspiros arañando pasión. Falta el oxígeno, el alma alarga espacio y muere el tiempo. Exige libertad la penetración, sus manos aprietan mis muslos, mis brazos rodean y resbalan en su espalda, las miradas provocan, la perversión muerde labios, poco a poco se viene el orgasmo, eyacula el espíritu, nace quedito el gemido y mi boca tapa su grito. Suda el aire, yace silente el verso y emerge poderosa la poesía, en el baño de un avión. Te atreviste…Y fui tuyo.


               
                
     
                

            

viernes, 7 de julio de 2017

ENSAYO DE UNA CARICIA.


                Mira de lejos la quietud del rayo cuando recorre su cielo, escucha el verso de una inspiración antes de ser escrito, el alma de un poeta cuando desmigaja el sentimiento y las notas de un pentagrama un instante antes de ser tocadas.  Expectante, vive el preludio antes de ser, cohibida está la razón antes de pensar y largo se hace el silencio, antes de la primera palabra.
                El deseo impulsa el celo de los sentidos y la emoción es preñada por la imaginación, vibra el subconsciente por querer atreverse y la fuerza del latido, detiene reflexión. El cuerpo pide acción, rasga cada neurona, araña ansiedad y desvanece poco a poco cada miedo. El instante se idealiza, su piel está cerca y desnuda, tus manos brillan ternura y tus dedos destilan poro a poro, seda y algodón.
                No hay perfume más caro que el sudor de una pasión y con él, mojaste tus huellas. No hay sueño más tentador que la primera caricia y no hay perversión que provoque más sensualidad, que el toque suave de piel con piel. Acércate un poquito más, despacito y con amor, cierra los ojos y en tus yemas, carga toda la energía de la ternura. Detén la respiración y deja que tu latido excite sangre, saliva tus labios y aprieta los dientes, exhala desde tu alma y conecta tu ser a la Tierra y a la Luna… Y llega ese instante en que el nervio despunta piel, en que el mar deja caer la bravura de sus olas, en que la hormona enloquece y el ansia aprieta.
               Eres intensidad, locura en deseo y verdad. Tócala, resbala en ella, siéntela, víbrala y haz que tu caricia la posea.  Deja que sus ojos te miren y excítalos de cariño, deja que su cuerpo se enchine y tómalo en tu música, deja que sus labios se acerquen y prepara el inicio de un beso profundo. La caricia apenas empieza a vivir, a caminar, a nadar, a crecer y a soñar. Dale albedrío y déjala que poco a poco, aprenda. Que conozca todos sus rincones, las suavidades, las tersuras y sus erecciones, que se esconda en sus humedades, en sus cosquillas y que penetre sus escalofríos. Que sienta sus comodidades, que busque un suspiro y que escuche atenta, su primer gemido.   Déjala ser, porque en su calor la recordarás, en sus olores un día te amarás y en tu aprendizaje por desearla y tenerla, un día leerás.
              La primera caricia jamás termina, nunca cede espacio y no le teme al tiempo. Es bella, hermosa y elegante, es  sublime, generosa y arrogante. La primera caricia…Es el ensayo, de una caricia.



           

jueves, 6 de julio de 2017

ENTRE LAS ALAS DE MI ÁNGEL...


                   Perdido en los algodones de un sueño, abracé la ternura del cielo. Distraje mi alma en terrenales miserias, en ajenas gotas de lluvia que jamás empaparon un deseo, en matemáticas sociales que nunca envolvieron un sentimiento…En vacilaciones de vida, que solo me quitaron tiempo.  Y en las ubres de un fetal recogimiento, entendí que debía liberar un espacio para la reflexión, ese momento en que solo estaba conmigo, ese instante en que nadie más cabía en mis brazos ni en mi mente.
                   Le pedí a la imaginación que se callara y a la música que volara entre las sienes del conocimiento. Supliqué al viento que cesara el silbido, al trueno silencio y al rayo, poquita luz. Desnudé mi cuerpo y dejé que mis pies abrazaran frío, que mi piel solo a mí me sintiera y a los ojos, les pedí que no miraran ningún espejo, solo a mí. Dormí sueños, aparté ilusiones, medité profundidad y me dejé llevar. Pinté de blanco el pensamiento y en él dibujé la primera página de un libro, le pedí a mi alma que ocupara el lugar de la mente, al sentimiento que le prestara una pluma y a la reflexión que la llenara con sus tintas…Y mi alma empezó a escribir.
                  Escribió de dónde vengo y quien soy, lo que viví y lo que me queda por aprender, las heridas que en el camino tomé y las cicatrices que por siempre veré, todo el amor que di y que a veces no entendí a quién, los deseos que pedí y las amarguras que fueron sembradas en mí. Explicó cada una de mis lágrimas porque en su desahogo de ellas me llenó, cada uno de mis temblores porque en su vibración me los dio y cada uno de los miedos, porque ella me los tatuó y “experiencia” los nombró. Plasmó en versos  el hervor de su membrana cada vez que siento, el calor de sus dorados hilos cada vez que amo y el color de sus labios cada vez que la pasión, intensifica mis deseos.  De mi destino nada escribió, solo unos puntos suspensivos y unas comillas abiertas, sin letras, sin tildes…Sin espacios.

                 El libro se cerró y la reflexión sintió soledad y una infinita ternura. De repente olí la sal de mi mar, sentí en los labios la nieve de mis montañas y de la mirada interior, una lágrima brotó. No era una lágrima triste, no mojaba ninguna mejilla y no expresaba miedo alguno. Era una lágrima de Amor, una lágrima nacida del profundo sentimiento por mí mismo, una lágrima cómplice de vida y cargada con las tintas de la sabiduría. La tomé en mi mano y en su reflejo vi las grandes alas de mi ángel que me abrigaban y más arriba, cerca del cielo, la puerta de mi destino, ese destino que hoy abrí y empecé de nuevo, a escribir.


miércoles, 5 de julio de 2017

UN NUDO EN LA GARGANTA...


                    Sacude el delfín, las olas de su mar. Mira el ciego la imaginación de un cielo, descubre un niño el dolor y se abre un vacío en el deseo de una garganta. No pasa la saliva y oprime la estrechez, se nubla el pensamiento y la noche cambia sombras, sonríe el ansia en su camino al corazón y sufre el alma el escalofrío de su destino.
                   La pasión desenfrena piel, el control vive perdido en la sinrazón, el silencio pinta máscaras en ambos rostros y quedito, fluye amargo el silencio. La emoción despliega espera y el latido es corto e intenso, los dedos entumecen puños y la vergüenza asalta la memoria. Ambos descalzan sus pies y tocan fría tierra, el sentimiento alarga brazos y corta en dos el plasma de la distancia. Los dos cuerpos se ven en sus espejos, el desmedido anhelo ofrece una lágrima y el fuego de tanto deseo, recorre el aire de Luna que despacito, rasguña sus entrañas.
                  Esculpe el artista con su mármol,  el mausoleo de los extraños sentimientos, mientras una actriz abre el teatro y cabalga desnuda en una tentación que jamás escribió su guión. Sufre el poeta por no entender la intensidad de sus versos  y calla la inspiración por tanto ruido en el gran baile de las hormonas.  Expone el mar, bravura y marea, el desierto exhibe orgulloso la suavidad de sus dunas y la montaña aprieta su volcán, para que la explosión sea única.
                  Exhalan las conciencias los pesares de la impotencia. El deseo ya no soporta coherencia y pide clemencia el alma a la pasión de los cuerpos. Abre la excitación su telón y navega la mente entre las enredaderas de la seducción.  Emerge Diosa la sensualidad y calla su infierno, el miedo al propio pecado. Resbala una mano en su pezón y la otra, se arrastra por el vientre, los dientes aprietan labios y las pestañas, funden sus miradas. La obscenidad se deja sentir, juega el dulce temblor en sus pies y el oxígeno se agita. Siente el vigor la protección de su mano y se eriza vertebral, la columna de todos los sentidos.
                  Los astrales permean conexión y entrelazan pasión en sus hilos de plata. Sufre el instante virtuales caricias pero la piel las dibuja, desdobla la imaginación el más hermoso lienzo y los cuerpos contorsionan sus pinturas. El cielo abre su poesía y la sensualidad escribe sus primeros versos, el éxtasis los lleva al clímax, salpica sedas la ternura y al unísono, rugen ambos gemidos.  

                  Desprende hojas el placer en su otoño, se aparta la imaginada caricia y no vive el abrazo, la piel enchina el frío de la distancia y los dos sienten, que hicieron el amor, con un nudo en la garganta.