Llega la pesadilla, hipócrita y patética,
desgarradora y explicativa…Sola y llena de miedos. El bosque se abre, la
tiniebla busca fuerza, la oscuridad deshecha sombras y el sopor hunde su razón
en el maquiavélico consentido de sus hebras. El ardor nace en la mente y
recorre garganta, la enredadera persigue laberintos y una locura permite la
ceguera del sueño… En insomnio pasa la noche y en brasas, andan mis sábanas.
Camina irreverente la sangre por los rincones de la conciencia, sufre el latido
por desconocer tal etérea ansia y el tiempo deja que sus dientes muerdan, el
ocaso de un mental y necesario silencio. Vibra el cuerpo y nada lo toca, teme
la emoción, la intensidad es un hilo y la imaginación brota por doquier, toda
su perversión. Los ojos se abren en blanco, tiemblan las mejillas y no sienten,
los labios alargan su resequedad y la piel se besa inerte. Sucumbe la
comprensión y yace imberbe la luz del rayo, maldice la Luna su cara oscura y
una bruja toca el violín. Gira su cuello el búho y lo reprocha su árbol, la
serpiente esconde su cascabel y espera, el águila huele rapiña y el Sol,
desdibuja su amanecer. Los sentidos siembran nitrógeno líquido, las ausencias
llenan cálices y la verbena del solsticio, prende sus mechas. Confunde el sueño
su camino y escoge el peor atajo. La pesadilla vive y en sus manos empuña las
llaves del calabozo existencial, de una prisión llena de ilusión, libertad y
esperanza. El despertar no es opción, el nervio encarga sumisión al terror y el
reloj, pudre sus manecillas en la dulce alcantarilla del infierno. La ilusión
por si sola se despecha, la fragancia ya no huele, el destino acorta sus
letras, el hambre de vida y adelgaza ansiedades. El sueño no llega y la
pesadilla persiste en su cometido. La niebla es densa, la exhalación empaña
nadas, la espada de la lucha corta vacíos y la ignorancia crece y crece. Aparecen
diminutos seres, negras alas, cobijadas tentaciones y pequeños diablos. El aire
es denso, el ambiente no existe y las ceras arden invertidas. Los tintos no
descuelgan sus gotas en copas, las derraman en sangre sobre las paredes, las
huellas no distinguen pies ni las yemas sus dedos, la catarsis es subliminal y
la idiotez universal. El sueño camina pero el atajo es largo, sus pies tienen
clavadas astillas y en sus manos solo resbalan redondas piedras de río.
Persiste la pesadilla, su obscenidad ya revienta la membrana del alma, su pericia
es arrogante y su abrazo, ya destila hiel en cada una de sus imágenes. El alma
da su última exhalación, el corazón recoge un sorbo y suelta un postrero
latido. Lo quiere la mente y lo posee el espíritu, lo respira el astral y el
cuerpo abre su luz. Se abren los ojos, el sueño ve el final de su túnel y
corre. Se rebela la pesadilla y prepara su ejército. Primera línea de fuego, el
miedo con agujas en sus uñas, la inseguridad con espadas y la intolerancia con
vendas. Segunda línea de fuego, la oscuridad blandiendo sus tinieblas, las
sombras con sus paredes de soledad y las angustias con sus temblores. Tercera
línea de fuego, remordimientos afilando machetes, rencores sosteniendo cuchillos
entre sus dientes y envidias, sosteniendo celos en cada una de sus estacas. Y
el sueño llegó, amable, hermoso, silencioso y tierno. No hubo guerra, solo una
pequeña batalla. El sueño soltó toda su ilusión y acabó con la primera línea de
fuego, soltó su luz y acabó son la segunda línea de fuego…Soltó toda su
ternura, su esperanza y su esencia y la
tercera línea de fuego corrió. La pesadilla estaba acorralada y el sueño me
dijo: “abre tus ojos y despierta”. La pesadilla se fue. Y me educó: “Ahora
ciérralos y piensa en mí, porque en ti me quedaré”…Y el sueño terminó mi noche,
en él me abracé y en mi amanecer…Solo a él recordé.
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