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domingo, 1 de diciembre de 2019

UN MOLESTO RUMOR.



                      Sé que tu mirada fue mi maestra, tus ojos ese color que en mi escalofrío era luz en la vereda, tus palabras ese ardor que en mi lengua me pedían poeta, el aliento ese poder que en mi dentro, te respiraba por completo.
                      Dime que en mi sueño eras tú la que me acariciabas, dime que esa humedad contenida era parte de tus ganas, que era tu corazón quien latía mi sangre y tu alma esa hermosura blanca, que me leía sin temor ni pausa. ¡Dímelo!
                     Mi amor es profundo, un silencio bailado, esa armonía que no requiere ensayo: tus senos en mi pecho, en tus caderas mis manos, tus dedos lamiendo mi cuello, un profundo aliento sobre tu boca mordiendo labios, entre tus piernas esculpiendo el orgasmo por tantas noches guardado, respirando deseo, abrigada en mi verso, cobijados entre los brazos de tanto anhelo, una danza hecha pasión, esa que ambos ardemos por dentro.
                     Explícame tu sueño, ese profundo beso que en tus ojos veo, ese calor que en tu cuerpo siento, esa caricia que tiembla en la mejilla, ese sabor a ti que vive en mi saliva, ese dolor tan humano que por ti, siempre mantengo en vigilia. Dime a qué sabe el rocio en tu primavera, si cae en hojas o retoña como mariposa, si es perecedero o como mi amor, un idiota que por ti, vaga eterno.
                     Cuéntame tus miedos, amárrate como sábana a mi lecho, acurrúcate entre los algodones de mis vellos, siente a mi hombre porque de otras miradas ya soy celo y después…ámame, ámame como a nadie has amado, entra en mi como nadie ha osado, corta esa historia que solo es imaginación y de la distancia el sutil pliego de una vieja canción y  luego…ven desnuda a mi alma porque es blanca, llena de luz y tan atrevida que te quiere pecadora y santa, tan salvaje que desnuda ha sido bañada por el río,  en corchos de fuertes acacias tu amor ha escrito, en cada raíz nuestro destino, en cada rosa tu perfume y también el mío…en cada camino, esas huellas que profundas cuentan, que nuestro amor es divino.
                    Mujer, te he dibujado y pintado, también deseado y soñado, con la imaginación  idolatrado, con el pensamiento tu erotismo saboreado, pero en el fondo, del viento soy un juglar, ese que canta en la esquina de cualquier bar, el que espera a quien salga sin nada que retar, ese que llora notas y entre bemoles alguna que otra melodía que me lagrimea hermosa, el que viene y por la vida va, también el que te escribe con las rimas de su libertad, el que desempaña la ventana cada mañana esperando tu beso llegar, ese soy yo, libre, poeta y de la noche escritor, de la luna su adulador, del mar un terco nadador, de la lagrima un acérrimo escultor, porque hoy, quizás entre tus sienes, solo soy, un molesto rumor.

domingo, 17 de noviembre de 2019

ESCOGÍ PARA TI UN PEDAZO DE CIELO.



               Escogí un pedazo de cielo, conmigo lo dormí, a una estrella luz le pedí y a un viejo planeta la experiencia de un vivir. La noche se plegó sobre mi, ni siquiera al viento un susurro le permití, cerré la ventana, al tiempo puse en pausa, dormida estabas en mi cama y a una caricia lo imposible le pedí: que fuera tersa y suave, que sería la primera y por ende un poquito perversa, que primero oliera, que después dejara de ser quimera, utopía o un vago escrito de alguna hierba que entre albures la llamaran poeta. También le pedí honestidad, que fuera calibrada en su andar, con un  poco de humedad y ese calor que solo los pajes a su reina deben dar.
              Oculta estaba su espalda entre las sábanas de mi cama, con un ligero movimiento las puse a andar, le pedí silencio al colchón, un momento al edredón y mucha paciencia a una sabana que pegada,  acariciaba por dentro todo su pezon.  Despacito la desabroché botón a botón, cada hilo y cada seda que en la etiqueta era nombrada como lino o un importado rayón. Me regaló su espalda, tersa y suave, deseo en carne, lisa, sin anclajes, de una pieza y rebosando la sal de mis mares. De ella me enamoré, despacito mi pecho le pegué, una ola rumoreó un aliento a café, pero ese amanecer solo estaba por nacer. Pensé y no me demoré, le dije a mi caricia que había un  querer, que sobre su espalda se posara, que no tendría frío y tampoco calma, que su osadía mostrará y que poco a poco todo ese erotismo, para mí retratara. Y así lo hizo, fotografió aquella espalda, poro a poro la recorrió con calma, la olió, la saboreo, de un hermoso sudor se impregnó y cuando le dije que terminara, ella siguió, y siguió y siguió. Tanto siguió que mi cuerpo todo se empapó, de mi caricia y de su espalda….tanta seducción, tanta excitación, esas pequeñas contorsiones, ese almíbar que dejaba mi hombre sin nombre y a mi piel sin un poro que en su lumbre fuera noble.  Le dije a mi caricia que conmigo viniera, pero ella se pegó, como lapa y como tren a su vía, no me oía, solo su latido sentía y era tenso y terco como hambriento oliendo a pan recién hecho. Decidí despegarla cuando ella difuminó su espalda, se dio la vuelta y un hermoso cielo ante mis ojos se desempañó como vaho en cualquier alborada.
         Ante mi mirada mostró su torso, bello y muy hermoso. Mi caricia no se atrevía ante tal osadía. Le dije que era mía, qué haría lo que yo quería. Tomó mi mano, se posó en su pezon erecto y muy humano,  lo acarició con tesón, con avaricia, con esa posesión que un hombre en sus letras hubiera dibujado, con esa humanidad celo de cualquier vanidad, con esa suavidad envidia de cualquier lana en Navidad…con esa elegancia que solo el amor vestido de cariño puede dar.
          Le pedí una pausa y no me la daba, un momento porque mi cuerpo tregua pedía con ansia, un instante para que mis labios una lengua recordaran, un segundo para tragar saliva en lo más profundo de mi garganta. No quiso, tampoco yo quería, su cuerpo era ara, aquellos sueños relucían en pasión más que deseada, aquel vientre temblaba y sus piernas cerca de mi, vibraban y vibraban. Mi caricia me desobedecía, le di libertad a lo que hacía y más profunda la sentía,  húmeda, mojada me latía, entre sus piernas, en sus axilas, entre sus senos, sobre sus labios, entre sus sienes y también empapada en su mirada, que de cerca me decía,  lo mucho que me deseaba.
         Escogí para ti un pedazo de cielo, en caricia lo convertí, todo tu cuerpo con ella recorrí y ahora que no te tengo,  algo comprendí: la caricia se fue, se fue a su cielo como parte de otro Universo, ahora es cometa, un sortilegio que brinca entre estrellas, un destello que en la luna es poeta, un juglar del viento, una estela que impregnada de tus cabellos,  grita y grita que quiere regresar porque en ti descubrió, su verdadero cielo.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Al despuntar el alba...le hice el amor con palabras.



            Se llenó de palabras el viento, vestidas de pesares y sentimientos, fríos colores ardiendo cobijados bajo el manto de un dulce invierno, también de cascabeles de recordados renos, algún presentimiento y ese amor que desgarra el alma, cuando es abrazado por el deseo. Letras nadaban entre tildes mareadas, comas respiradas, puntos que eran mañas, diéresis que gritaban sobre una “u” de ciertas cigüeñas olvidadas, miradas que sobre el papel eran miedo y prosapia, voces que en mi cabeza retumbaban, entre gemidos y añoranzas.
            Escribía el alma con el corazón en la mano, con el puño cerrado, el vientre apretado, con el pensamiento apresado y con una ilusión que del sueño había deshilachado. Se apago la cera, el tinto ya no sabía a su madera, la ventana lamía de reojo su enredadera, un viejo frío llegaba del norte o quién sabe de qué vereda mientras un joven grillo, anunciaba tristeza a su manera. El cielo en un intenso negro sus estrellas confundía, también la luna al dejar su velo en vigilia, cada bruma un extraño aire sostenía y mi pluma tiritaba hielo, al escribir con la tinta que en mi sangre vivía.
            Palabras recordadas, llenas de poder, de dulces ocasos y pérdidas albas, con la cara desfigurada, repletas de un sentido que era olvido, vagando por un papel que del corazón era papiro, por un mar que me olía afligido…por las ruinas de una vida, que jamás habría elegido.
            Despuntó un pequeño sol sobre un horizonte lánguido disfrazado de solsticio, una sutil brisa me regalo rocío, éste la humedad de su vaho pegándolo en albedrío, el sabor de una rosa lejana el despertar de mis sentidos…aquel amanecer pintó mis ojos con pasteles dorados y también de suaves amarillos.
             Despertó el alma, latió el corazón con ganas, abrí mi mano y sobre aquel papel escurrí un deseo al despuntar aquella alba: hoy haría el amor con palabras.
             Me llene con el baile de los sentidos, con esa elegancia que del tocar es caricia, con la frescura de unos labios que del beso son elegía, con el atrevimiento sin pausa que en el pecado siempre fue enseñanza, con la madurez de un hombre que en la pasión es seducción y excitada calma. Abrí el portal de la imaginación, liberé todo el erotismo aprendido en ilusión, pinté a esa mujer que para mí era oración, en letras dibujé cada poro y cada pezon, cada curva, cada mirada al miedo de mi razón, de sus caderas la contorsión, de su boca esa grieta que llenaría con la saliva de mi corazón…de su mejilla ese lunar que de belleza la pintaba sin condición, en sus hombros cada cabello que entre sus  rizos mis dedos desmayaban con pasión, en su espalda esa piel sobre la que mi pecho resbalaba y se pegaba en erótica sumisión …en sus muslos la osadía de mis manos, entre sus piernas ese vigor que para ella tanto había guardado y en su alma esa poesía, que letra a letra toda mi vida había escrito y en ninguna tatuado.
                Al despuntar el alba le hice el amor con palabras, sin señas ni frases vagas, con mis letras y con cada tilde, que en mi alma sin rumbo, nadaban y nadaban.

viernes, 8 de noviembre de 2019

ESE ARDOR QUE DENTRO DE TI, TANTO EXTRAÑO.



                Puesto estaba el sol sobre el manto del mar, no había nube capaz ni estrella que lo desvistiera fugaz, todo era calma y sobriedad, cuando una tenue brisa, me dio un abrazo lleno de ansiedad. Olía a ti y a nadie más, con ese sabor que del jazmín era celo, esa nota que en su acorde rozaba el cielo, ese susurro acariciado que recorría mi piel, excitando cada uno de mis vellos. Una premonición del sueño, un escalofrío de ti muy lleno, una sombra que arrancaba a puños ancestros alientos, en el lienzo de un viejo tiempo. Aparté la mirada de aquel vacío intenso, la dormí en el recuerdo, en una seducción suave pegada a mi pecho,  a esa canción que en nuestros ojos se cruzaba,  cada vez que el alba nos despertaba. Sentí cuando tu amor me acariciaba, cuando tus dedos se perdían entre los algodones de aquellas sábanas, cuando tus labios mordían con dulzura mi boca y entre dientes con salivas jugaban, cuando una música escribía esta memoria dentro de mi alma y eras tú, quien la cantabas.
                 Se desgarraba a gritos el profundo silencio, el eco vibraba en mi dentro, el sentimiento desnudaba todo su atrevimiento, la imaginación su erotismo más intenso y puse el momento sobre aquellas olas,  para que lo bailaran perverso. El instante lo merecía, tanta pasión me afligía, aquel ocaso me abrazaba y cada deseo consentía, eras mía, en el sueño y en la melancolía, en una extraña alegoría y dentro de aquella brisa, en los brazos de su melodía.
                 Rompió la espuma su sal sobre mis huellas descalzas,  podía sentir cada lágrima de mi alma, llegó la marea, sentí en mi pecho su algodón y toda su seda, te abracé enamorada, se alzó el viento blandiendo espada, también una ola que alta al cielo desafiaba, con fuerza atravesé aquel sueño, en arena mojé un deseo, bajo la primera luna escribí un verso y despacito, muy despacito, me deshice del olvido y recordé ese día en que tú y yo hicimos el amor,  pecado a pecado y sin miedo al gemido. Iluminó un relámpago aquel lecho, en tu cintura perdí mi beso, rugió el trueno,  también el suspiro,  un anhelo permitido, un escalofrío en el grito, ese calor atrevido ardiente e infinito, la ubre de una pasión que derramó gota a gota el calostro de un amor, puro y divino.  Enceló mi piel tu boca, tu vientre,  la caricia de tus muslos entre mis  sienes,  cada humedad que olía perfecta y diferente, cada palabra que nadaba en tu boca y se pintaba de blanco, ante la belleza de tus dientes.
                  Hoy te recuerdo, a ti y al momento, cada palabra entre bocas callada y cada beso, el susurro de mi cuerpo, la suavidad de tus senos, el ansia por tocarte de mis dedos y aquella ilusión que en mi abriste...esa ilusión que todavía es parte de mi sueño.
                  La memoria persiste y altera mi mente, el instante no tiene tregua, vaga la razón rapaz y rastrera, utópica por donde se vea, del pensamiento sutil destreza, de mi amor, una falaz quimera. Te difumino en mi Universo, lleno de caramelo cada aliento que de ti conservo, de sabores confundidos cada beso vivido en mi libido, triste y deprimido porque es tu cuerpo el único que maltrata mis sentidos, tu erotismo el que desata mi hombre dormido y tu dibujada mirada, la que pinta de pasión mi soledad y moja, cada arruga de mi cama. Te deseo acurrucada a mi vera, con mi lengua pegada a tu pezon como enredadera,  llena de ansias cuando mis manos entre tus curvas se pierdan, con el latido de mi vigor entre tus piernas y con tu corazón abriendo de par en par, cada una de mis arterias. No te vayas de mi sueño, siénteme hombre, muéstrame esa mujer que abraza mis inviernos, amante de mi cuerpo en cada pliego, cómplice en mis humedades y miedos, un sublime arte cuando el alba pinta su primer dorado,  sobre el lienzo de tu cuerpo. No desvanezcas mi anhelo porque en ti estoy completo, en la imaginación los colores son perfectos, en la ilusión soy libre y espero, pero jamás desfallezco, porque sé que tras la triste alborada, siempre habrá un ocaso, en el que en ti, este dentro; Muy dentro, empapado de ti en la contorsión de tu cadera, en la seducción erótica de una mujer entera, dulce y salvaje, lleno de mí en cada estría de tu linaje, abrazada cuando el espasmo te recorra en el viaje, por dentro y por tu espalda, de frente, perdido en tu almohada, abrazado a tu fragancia y amada cuando escuches el primer gemido, en mi excitada garganta.
                 Tanto recuerdo mi alma desgarra porque en esta arena te poseí con ganas, del ocaso a la alborada, de la alta marea al mar en calma, con música y también en un baile de silencios hermosos,  creado por nuestras miradas. Vives en mis entrañas, en cada canción y en cada cera que entre viejos tintos chorrea sin pausa, en cada una de mis nostalgias y en cada poesía que escribo en tu memoria y que excita cada noche, ese poema de amor, que nunca se acaba. Del tiempo he sido esclavo, de la pasión el reflejo perdido de un amante desahuciado, del deseo solo un rumor que en soledad me moja demasiado, del cariño un buscador de caminos y del sueño, el más terco de sus mendigos. Desde entonces del amor soy huraño, un vagabundo sacudido por las fauces del engaño, un ser perdido entre ajenos vientos y amaños, un adolescente que se ha hecho viejo recordando ese abrazo, esa caricia de hace tanto, esa mirada que cada atardecer pierdo en el ocaso, ese orgasmo tan añorado…ese ardor que dentro de ti, tanto extraño.

martes, 5 de noviembre de 2019

EL VIEJO NICOLÁS.



                Siempre al lado de la ventana, sentado sin mirar nada, del árbol todo sabía, de la banca más próxima cada pintada posadera que día con día la elegía, de cada perro sus horas y hasta del cielo, los minutos que daba sombra. Para nadie era un extraño, siempre serio, con el pensamiento urgido y ojos que denostaban un corazón vivido en el desmayo consentido. De tanto en tanto índice y pulgar secaban alguna que otra saliva de su boca, siempre los de su mano derecha pues la otra la mantenía cerrada en puño, sobre la mesa.
                Como de costumbre aquella ya vieja tarde pintaba de ocres cada hoja de aquel parque, el viento solo era un suave aire y las cenefas de las aceras, disfrazaban sus pisadas con un polvo que lejano, las llenaba con ansia y  una sutil  ligereza. De repente y de frente una cara lo miró, junto a su ventana un hombre se posó y sin mediar palabra, el viejo Nicolás una moneda soltó. Aquel mendigo en aliento habló, maloliente y afligido, deprimido en hastío, soez en su abrigo, deshilachado en cada cabello atrevido y muy, muy valiente, en una mirada que parecía casi de amigo. Una media sonrisa lo delató, su faz se abrió, también de su boca cada grieta, sus comisuras y aquellas arrugas que parecían tejidas por una maléfica inquieta o  quizas  una araña, dándole una expresión pagana y  muy extraña.
                No se movía, solo lo miraba. El nervio mostró Nicolás en su garganta, mientras aquel hombre que parecía amigo, ahora con su quietud, lo retaba con cierta saña. Nicolás no pensaba, tampoco parecía hacerlo aquel hombre, mendigo o un simple huraño con barba, los ojos se cruzaban, las pestañas eran las únicas que medio hablaban mientras una inquietante tensión,  de la ventana se apoderaba. Nadie contestaba, ni el ademán ni la sorpresa, tampoco el gesto, solo una ligera brisa que embarróp a Nicolás, con matices de azufre y escondidos inciensos.
                Se movió el hombre, su mano a un bolsillo se acercó, a él la pego y luego entró. Nicolás se medio asusto. De entre su mano un pequeño libro asomó, con cierto temblor se lo mostró, sobre la repisa de la ventana  lo posó. Nicolás con cierto asombro se atrevió, entre sus manos lo tomó y al ojearlo, una gran sorpresa sobre su alma brincó. Al abrirlo encontró unas monedas dentro de aquel libro, exactamente las que había dado hacía poco al mendigo. Alzó deprisa la mirada, vio de aquel hombre su mano derecha que despacio temblaba, recorrió su palma y entre rotas lanas, se aseguró que las monedas todavia allí estaban. No entendía, quizás una casualidad, pero eran exactamente las mismas, iguales en denominación y cantidad, tambien en color e igual de gastadas. Absorto lo miró de frente buscando una respuesta o quizás una complicidad como referente.  Aquel hombre callaba pero ahora eran sus ojos los que una media sonrisa le mostraban. Entendió Nicolás que aquel hombre sabía, que no era casualidad. Cerró el libro, leyó el título, lo miro sin ver una segunda vez, ahora eran sus manos las que temblaban, su piel de un raro sudor se mojaba, quería pensar, no podía, levantó su lánguida mirada en busca de una respuesta o quizás una pregunta…y aquel hombre, ya no estaba. Bajó su cara y en silencio leyó: “La muerte de Nicolás”.
              Por primera vez en muchos años cerró la ventana, sentó en una gran mesa su estampa, se lleno de pipa y aguardiente de caña, suspiro un escalofrío por su espalda y aferrado en aquel libro, abrió de él su primera página.
              Hablaba de la muerte y de la vida, de las suyas y de nadie más, parecía como si alguien lo hubiera seguido desde su nacimiento y todo estuviera  escrito en ese libro. Pensó en ese compañero de viaje, pero no  había explicación para tal cometido. Intentó remover memorias, buscar en su mente fotografías, pero cuanto más leía, menos entendía al autor de tanta osadía. Allí estaba escrito su viaje por esta vida, todo el equipaje, sus miserias y sus anclajes, pasiones que nadie sabía, aquellos deseos sin medida y al filo de la muerte, lo que le quedaba de bagaje y un poquito de filosofía. Cosas que no recordaba, sonrisas olvidadas, tristezas por su memoria desechadas y muchas sorpresas que ahora lo eran y que antes sólo fueron pasajes sordos, de una vida, quizás demasiada larga. Contaba que había repetido una y otra vez los mismos errores de su padre, pero eso ya lo sabía, que con sus hijos fue más una molestia que otra cosa, eso lo presentía, que siempre una caricia pedía de la misma calidad que la que el en sus manos sostenía, que mucho dio y que cuando recibió quizás no supo calibrar su valor, que aguantó el dolor, también la soledad pero que en el fondo siempre buscó la pureza en una amor que nunca a su lado durmió.
                Pasaron los días, las tardes y muchas noches. Dormía con aquel legado en su regazo, no lo soltaba, no podía dejar de leer esa carta, es gran carta hecha libro que alguien le había escrito, quizás por el  destino, un ángel de la guarda desconocido o un extrano ente que entre brumas  vivía escondido. Por su autor no se preocuparía, quizás ser conocido no quería, así que siguió leyendo aquel manuscrito hasta el final. Regañado y a veces confundido, recordado y siempre sorprendido…llegó a ese capítulo que nadie podía haber escrito porque no había sucedido : “la muerte”.
                Cerró el libro, respiro y exhaló profundo por cinco veces, se levantó, llenó su  pipa, su copa con el espíritu de la caña, dejó que su pulgar e índice recorrieran una vez más de su boca cada comisura arrugada y se dispuso a leer “su final”.
                “ ….y se levantó aquel día de la cama. Tomó una taza de café y quemó su pipa hasta acabarla.  En ese momento supo que hoy sería el último. Siempre tuvo una gran intuición, ese presentimiento que le recorría la espina en forma de escalofrío y que sabía escuchar con sumo tino. No había error. Se duchó, se vistió y como siempre fue a comprar el pan, un poco de fruta, media tableta de chocolate, tabaco para su pipa y un buen encendedor. Llego a su casa, acomodó lo comprado en una vieja alacena, revisó su armario y puso en una bolsa un pantalón y un polo. Era ropa casual, así le gustaba, cómoda y variada. La llevaría a la lavandería y la dejaría encargada. Por la tarde la recogería ya seca y suavizada. Lo que le incomodaba es que no sabía la hora del suceso, sabía que pasaría pero no cuando. Tampoco podía prepararse, tuvo toda una vida para hacerlo, ahora ya era demasiado tarde. Pensó, siempre le gustaba pensar, y pensó que no quería pensar, hoy no. De regreso de la lavandería quiso caminar un poco más, no para recordar ni saludar, sino para respirar un aire que pronto le iba a faltar.
                     No todo el mundo sabe que hoy morirá. El si. No sabía si era ventaja o un sufrimiento adicional. Podía leer algún libro sobre experiencias después de la muerte, de personas que han regresado, etc…pero en el fondo sabía que nada era seguro, que todo era incierto, que el aire le faltaría y que después….¿qué habría después? Empezó cierta inquietud a dominar su espíritu, ese que dicen que nunca muere pero nervioso estaba. A lo mejor si se concentraba podía dominar el momento, comprenderlo y saber qué hacer. ¿Sería posible? Pensó que intentarlo era su derecho y así lo haría. Nadie lo recriminaría a menos que alguien en el otro lado no le pareciese, pero eso ya sería rizar el rizo..¿o no?
                      Pasó la tarde como pudo, se vistió con lo recién lavado y tomó su pipa. De tanto en tanto se acercaba a la ventana y bebía con su amiga copa, el  aguardiente de caña. Miraba el reloj como para preguntar cuánto faltaba, era una tontería, pero una buena costumbre cuando era la catrina a quien esperaba con tensa calma. Tocaron las nueve de la noche en el campanario de la iglesia. Eso le recordó que religioso no era y que según los cánones enseñados quizás condenado estaba, por no confesado y sin misa que amparara sus pecados. Le quitó importancia, lo hecho, hecho estaba y lo no hecho también por acabado lo daba. Faltaba poco, tenía ansia, siempre lo desconocido era un buen guiso y más cuando era su  muerte la que lo esperaba en sigilo. “
                      Se detuvo. Acarició el libro entre sus manos y puso uno de sus dedos como apunte de donde se había quedado. Lo sostuvo un momento con agrado, después quitó su dedo, puso un pedacito de papel en donde lo leído había terminado y lo dejo sobre la mesa para darle un sorbo a su destilado de caña y una buena fumada a una pipa, que ya lucia cansada de tanto amaño. Se preguntó y preguntó, sabía que era bueno en la intuición y más en el presentimiento, lo que había leído lo retrataba con esmero. Quizás así reaccionaria, no estaba seguro, pero aquel libro, todo de él sabía. Lo tranquilizaba que hoy no tenía ningún escalofrío que recorriera su espina ni nada parecido, tampoco una intuición que su vida desarmara. Pero todo era muy raro, aquel hombre, mendigo de pésima barba, el libro con sus monedas entre páginas, un relato que hasta las comas a su vida le recordaba y por último, la descripción de una muerte que por anunciada, por dentro lo quemaba. Estaba cansado y decidió seguir leyendo por la mañana, temprano junto al primer café y a su pipa que en el alba, siempre se antojaba.
                 Se puso el pijama, dejó sobre la mesita el libro, acarició su cara, analizó el necesario afeitado por la mañana y apago la luz de su lámpara cuando de repente…un fuerte golpe sacudió su ventana, su estampa y hasta su alma. Se levanto con el corazón en la garganta, corrió a la estancia y abierta en sus ojos se dibujó aquella ventana. Por ella sacó la cabeza, miro  hacia la izquierda y hasta donde llegaba la derecha, todo estaba en calma, ni viento ni nadie que aguardara. No pensó, el tiempo no se lo permitió, tuvo un presentimiento, ese que hacía poco en el libro leyó…¡era hoy! ¡Mi muerte llegó! Con mucha prisa se vistió, casual como leyó, un calcetín se le atravesó, con un pedacito de uña medio lo desgarró, pensó que no importaba quien lo viera, que solo era leña para el fuego del incinerador. Se puso unos calzoncillos, limpios y nuevos, nada perversos, clásicos y sin hilos sueltos, se peinó, esta vez sin gel pues lo delgado de su cabello ya no le importó, natural y alborotado pensó. ¿Dónde será? ¿En la cama en modo tradicional? ¿En la sala con un infarto letal? ¿Asomado a la ventana en plena madrugada?.....no, debe ser diferente. Yo escogeré. Me sentaré en la mesa con mi pipa y en mi copa la caña con su aguardiente, el libro en mis manos…y...¿Escribiré algo mientras llega? No mejor no, pues dirán que fue suicidio o algo inventaran que ponga en juicio mi albedrío. Pero, ¿qué importa? Si debatir no podré ninguno de mis principios, tampoco les daré gritos ni excusas a los vecinos, será tranquilo o algo parecido, creo. Bien seguiré leyendo el libro aquí en la mesa y esperare convencido de que la muerte de un momento a otro vendra a darme abrigo.
                Y así lo hizo, la susodicha y esperada no llegaba y él seguía leyendo su libro.
                “ …y pasó que se juntó la vida con este libro. Se detuvo el tiempo. Nicolás la esperaba, inquieto, con nervio, sin olvido, con ansia, valiente y con mucha calma. La muerte también, casual, bebiendo aguardiente de caña, compartiendo pipa y enseñanza. Y llego el momento. Fue Nicolás el primero en abrazarla, le regalo una caricia y no fue correspondida con la misma prestancia, vio su guadaña, sintio un segundo escalofrío recorriendo su espalda, la muerte se mostró blanca, pulcra y sin tacha, le sonrió, también el le mostró su elegancia, eran dos, nadie más. La vida era un pliego, un grano de arena, un punto negro de un  número en los dados de la quimera, un sortilegio perdido en la gran esfera…una meditación demasiado corta para un aprendizaje perdido en la gran marea. Ella no era callada, el escuchaba. Le contó de otros mundos, de Universos paralelos, de almas viajeras, de viejas estrellas y hasta de las sonrisas que no veía de los cometas. Le explico con detalle quién era, que solo era un paso más a la luz eterna, que las plantas eran las más sinceras, los animales herederos de este planeta, cada flor una pequeña alma inquieta y cada nube, un algodón de maná que nutrí ,las ubres de la Tierra. Entendió Nicolás que ella no era mala ni buena, solo una puerta. Entonces la muerte le reclamó, le pidió que creyera, que no tenía quien la acompañara para abrirle la puerta, que sola no podía y que por favor tuviera convicciones pétreas, ahora que aún estaba de aprendizaje en esta Tierra. Al no entenderla Nicolás, con su expresión le preguntó. Ella respondió. Si tú crees en Jesus, él me acompañara y a mi lado te esperará, si tú crees en Buda conmigo la puerta te abrirá, si es Ala lo mismo pasará, si es la más bella de las flores con sus pétalos te acariciara, si es un delfín, con saltos la puerta abrirá, pero tú no crees en nadie y entonces serán los arcontes, los seres sin alma que te obligarán en un terrible viaje y a sufrir regresarás. No estás preparado, te daré otra oportunidad, sabes que te quiero, no te abandonaré jamás pues sé que mi encuentro contigo algún día llegara. Pero te quiero convencido, aprendido de lo que has vivido. Por tus seres queridos preguntarás pero te diré que a ellos ya he despedido, otra vida tienen, en otro lugar, siguen aprendiendo, no los esperes, pues sólo la luz de quién crees, te guiará.
                Ahora lo entendía. No tenía creencias sólidas, solo melodías, jamás hubo nadie que me explicara la historia del final de una vida. ¡Tuvo que ser la Muerte quien me consintiera y acariciara en mi desidia! Ya no quería dudar más, estaba preparado. Ahora la quería con alevosía. Mejor abrir esa puerta que estar en la ventana todo el día. Quería tenerla. Esperaba el momento pero no llegaba. El presentimiento era cada vez más fuerte, la intuición lo desgarraba. Abrió otra vez el libro…pero quien vendría si en nadie creía, quien acompañaría a la muerte en su último día…religioso no era, político a veces (pero no era el caso), ¿ídolos? Algún escritor, el mejor futbolista, un pensador…¡Nooooo! ¡No puedo pensar en alguien a quien ofrecerle mi vida y mucho menos mi muerte!...siguió su lectura….
                  “ …la Muerte deslizó la mano a su bolsillo izquierdo, esta vez no saco un libro sino unas monedas, las mismas que Nicolás le había dado al mendigo. Le dijo que a ella no la compran, ni siquiera en el suicidio, que vale mucho más y que vendría por el cuando estuviera bien aprendido. Nicolás medio enloqueció, quería abrir aquella puerta, salir de esta esfera y fundirse hasta quemar sus penitencias (si es que las tenía). Pero no lo dejo, lo regañó, de sabias reprimendas lo llenó. Nicolás bajo su cara y cuando con miedo su mirada levantaba, ella ya no estaba. Las monedas brillaban sobre la mesa, el aguardiente a media caña sonreía una carcajada y una pipa de madera quemada sacaba humo, sin oler a nada. Y así siguió la  vida de  Nicolás, asomado a una ventana con el vacío en su mirada. “
                   Termino de leer y no lo podía creer. Se sentía utilizado, maltratado, por el libro y por su muerte que tanto había esperado. Pensó : vestido y alborotado como novia de barrio. Reflexionó, esta vez meditó, con su pijama se enfundó, apago su lámpara, dejó el libro sobre la mesa junto a la pipa y su caña…y soñó. Soñó que una vez la muerte lo visitó, disfrazada de mendigo, que le dio unas monedas para quitárselo de encima, que un libro le regaló, que su vida en el leyó y que en toda su existencia…¡nada aprendió! ¿De dónde vengo y quién soy? ¿Quién realmente me parió? ¿Dónde es el partir y dónde queda el final? ¿Qué es el alma, donde está, a donde va y de dónde viene? ¿Qué debo aprender, que hacer, que leer, que pensar, que soñar? ……¿Estaré listo cuando la muerte se quiera mi alma llevar? ¿Soy un sueño de alguien o soy yo, quien sueño con alguien que no existe? ¿Soy un algoritmo de una inteligencia artificial universal o solo un bicho sideral como tantos millones? ¿Soy de aquí o soy de mucho más allá?
                   Nicolás falleció, de esa noche jamas despertó, el vecino nada escuchó, lo encontraron en su mesa, con una vieja pipa humeando sobre su mano izquierda, con una disimulada sonrisa que parecía mueca, las hojas de un viejo libro languidecían sus letras y un inconfundible olor a destilado de caña, pegaba su vaho a una ventana, que todavía estaba abierta. Tanta pregunta su corazón paró. Creo que al final algo o alguien le respondió, pues ese ser a la muerte ayudó, abrieron la puerta y Nicolás trascendió. ¿Dónde? ¡Quién sabe!




DE COPAS...CON "EL TIEMPO"

   
               Era invierno, un verano incierto, quizás un otoño de caídos retoños, una primavera con el alma preñada en pena o quizás no era lo que uno espera.  Era lo que era, no importaba si a de veras o una quimera, tampoco el color de cualquier acera y mucho menos quien te veía detrás de una ventana que era asomo de cualquiera. El cielo con elegancia soportaba su esfera, no se atrevía el cometa pero si ayudaba la  más hermosa de las estrellas. Era Mayo y lluvia, esa que no hace daño ni empapa amaño, la que sombra no dibuja, la que no moja, la que es chispa de abrazo y de tanto en tanto  disimula un trueno y quizás, un pequeño relámpago.  
               Caminaba mi corazón con pocas piernas, con los sentimientos hechos pedazos, con la memoria llena de embargos, quizás con una ilusión que solo era chistera de algún perdido mago...quizás con ese presentimiento aciago, que recorre la espina como escalofrío medio humano. Quería una cantina, el recodo escondido en una esquina, puertas blandidas en armonía, humos escondidos en poesía…ese refugio que mi alma necesitaba y quería.
               ¡La canción me sostenía! La una, las dos, las tres. No quería del alba una caricia sino de la noche su alegoría. Las cuatro estaba a diez, las cinco pintaba lejanía, mis ojos ni una lagrima tenían y mi verso buscaba una última letra, a su cansada agónica. Se pintó una esquina, una farola me llamo erguida, se dobló la acera, la pared escurrió su vil pintura arrocera, el cochambre de cien frituras saboreo mis ceras y entre extraños olores blandí aquella puerta y escurrí mi alma entera, en ella. Siempre le grite soledad a mi mar, explicaciones a un viejo andar, respuestas a las sonrisas impuestas, costras a heridas perversas pero esa noche solo le pedí a ese bar, que me abrazara con suma clemencia.
               Y el vacío se vistió de sigilo, la barra de aperitivos, de berberechos saltando en su marinado albedrío, de cinco aceitunas en escabeche baldío, de un boquerón sin destino y de un añejo jamón, que esperaba ser cortado por algún don divino. Una silla se recorrió suave, una mesa se limpió hasta mostrarme que de madera era su sangre, un viejo camarero me deslumbró con su pluma de antiguos azabaches cuando un aire me lleno de sueño en un viento que no tenía, padre ni madre. El arte era parte, ese pincel que se cuece aparte, sin dueño ni falsos anclajes…solo esa inspiración, en un irresponsable viaje. Y fue entonces que un viejo compañero se sentó. Si era viejo, diría que muy viejo, conocido, irrespetuoso y pendenciero…pero al fin, de mi camino, un compañero: el tiempo.
               ¡Camarero, dos copas! La mía con un hielo, la de mi amigo, ese viajero que cuenta mi vida con minutos y  segundos regalados, con tres para que se le enfríe el estrés. Lo mire de frente, no se inmutó, de lado y no se afligió, por la espalda y mudo siguió…le di una palmada, ni un músculo grito, una cachetada, ni la quijada movió, una palabra y su atención me dio como don, de quién sabe qué  Dios lo despertó, con sumo tesón.
               ¡Muéstrame tu cara! Despacito sonrojo su estampa, alzó la mirada, puso el puño izquierdo junto a una vieja araña y sin decir nada con su lengua desafío mi labio, en una vil distancia. No sería fácil, esa historia pesadilla pintaba, canas en una pesada barba e inquietud en un pensamiento que me ahogaba en palabras. 
               ¡Confiesa tanta elegancia! ¡Contéstale a mi alma! ¡Atrévete a mi constancia! 
               ¿Sabes? Fingiré tu falacia, tu silencio interpretaré sin saña, tú mal gusto lo sacudiré de mi áurea pero deberás escucharme porque hoy te tengo de frente y baja guardia. Te perderé el respeto, también la distancia, tanta arrogancia, la prestancia de tu nostalgia y olvidare cada vez que de mi, hiciste un pliego de esa tela que tejiste desde tu ignorancia. Debes saber que vengo de un buen nacer, que tú no tienes madre que puedas reconocer, que mi padre me lloro al nacer y que tú, jamás a un nido podrás pertenecer. ¡No me mires con extrañez! ¡No te atrevas a juzgar mi niñez, tampoco mi madurez y mucho menos esta incipiente vejez! ¡Eres tétrico, pusilánime, obsoleto, cretino y perverso, quizás de la historia su predilecto pero de mi…solo el ser más imperfecto! 
               Te llaman tiempo y no lo tienes, te muestras eterno y eres solo un invento, mírame de frente, no rehuyas la mirada, te lo digo con lo que tengo, con mi palabra, con esa condición que me da cada alba, con esas letras que de mi pensamiento emanan…con esos genes que de las estrellas son semilla y de la Tierra, simientes que día con día, de ella, maman. Explícame tu verdad porque no entiendo tanta audacidad, explícame quién eres porque no creo tus relatos de ansiedad, cuéntame tu realidad porque sé que la  historia fue cruel en tu necedad, dime tu poder porque no entiendo que todavía seamos ancla de tu pobre saber.
               ¡Camarero dos copas mas! La mía con un hielo, la suya solo con dos porque el pensamiento con afonía es memoria de falsas alegorías.
               Te conocí sincero, de verdad compañero, en mi viaje necesario, quería que fueras más rápido en mis biberones de quién sabe de que vaca  llenados,  de tanto en tanto cansado, viejo, denostado, lúgubre, en Navidades juez de una religión que era epopeya del pasado,  en mi cumpleaños con pocas velas soplado, en mi santo lleno  de artificios y fuegos con finos pinceles pintados,  pesado en la escuela, amañado con extraños pactos en la discoteca, fugaz en la Universidad cuando aprendía en cualquier biblioteca, lento cuando conocí a una novia imperfecta y veloz en el primer beso que ahora dibujo, como mi primera y siempre soñada  quimera. Eras sordo en las reprimendas, voraz cuando asomaba el burro en primavera, tremendo juez cuando en el error esquivaba aceras, acariciador en el silencio pero siempre cumplidor en el entierro del que yo era, preciada descendencia. ¡No te equivoques¡ Conmigo estás mal, la muerte no es un final aunque tú la pintes tal cual, tampoco el nacer parte de un equipaje ni la vida un falso viaje…todo es lo que tú no sabes, un magnífico bagaje que sin ti, no tiene peaje. Escúchame de frente y sin miedo porque contigo o sin ti no hay frío ni falsos alientos, solo un espacio que debemos llenar para ser dignos del infinito eterno. Gracias tiempo, por existir y por no creer en ti.
               Le preste mi reojo, lo vi medio dormido pero no detenido. Me dije que casi lo conseguí…pero no!
               ¡Camarero, dos copas…la de mi amigo doble y sin hielo, la mía igual!
               Llegaron las copas, no eran las diez ni las once aunque la canción nos brindará su tozudez, más bien eran las cinco y más las seis. Mi amigo disimulaba medio dormido, mi alma lo quería detener, mi compañero no quería mi querer pero tanta sinceridad estaba a punto de su alma torcer. Yo sabía que podía y lo iba a intentar otra vez.
               ¡Despierta que las copas piden bocas! 
               Intenté ser educado contigo, respetuoso, condescendiente y hasta amigo. Pero a ti te vale lo que yo piense, diga o haga. De acuerdo. Te explicaré de una vez que aquí no eres bienvenido.
               El tiempo medio se despertó.
               Para mi eres como un ovillo, una lana llena de segundos y minutos con falso albedrío, hilos e hilos de ovejas que su vida han perdido por darte a ti un pobre infinito. No nos convences, tu discurso no es coherente, te falta lo vivido, te conviertes siempre en juez de seres que reencarnan en el olvido mientras que tu memoria siempre es cascada de siglos y siglos bien convenidos. De una vez dime quién te invento, quien es tu madre o si tu padre está perdido, dime si eres parte de este sistema tan elegido o si sólo formas parte de su laberinto. No te entiendo, te duermes como político elegido y ni caso haces a lo exigido, tienes tus leyes y a tu dictadura nos sometes, pones reglas y no podemos desobedecerlas, no naces, no mueres, tampoco reproduces tus genes…¿quién eres?  
               El tiempo callo como era su costumbre, yo seguí hablando, el camarero nos preguntó, ya iban a cerrar, el aire huyó,  la puerta cerro, el humo llego, la gente se fue y mi copa poco a poco lloro. Me desahogue, quería más,quizás no había un por qué pero mi alma se vació: 
               Yo no sé de dónde vienes, quien eres, de que cuna naciste o si de embrion tenias dientes, no sé tu edad, si te cortas las uñas, si te bañas en el mar o si afilas fauces en la mediocridad. Sé que no me convienes, que de ti un segundo en mi piel es liendre, un minuto un huevo de serpiente y una hora, el nacimiento de una escama en mi alma, entre sus dientes. 
                 Eres patético, obsoleto, viejo y esquizofrénico, valiente entre políticos y demagogos sobresalientes, corto para los presos, demasiado largo para los hambrientos, eterno para los que suspiran su último aliento, limitado para el beso y demasiado longevo para un mundo que en su naturaleza, es Universo. No mientas, eres dictador de plebeyos, cómplice de malos viejos, hipócrita entre espacios, hacedor de distancias, mago negro de fragancias y siempre, siempre, un contador de vidas sin alma. Pero te equivocas porque la noche está hecha de luna, el alba de rocío, la mañana de olvido y el ocaso de esa libido que solo el mar pega al cielo sin tiempo, con amor y mucho infinito.
                 Se levanto mi amigo, no pago, supuse que al baño echaría su olor…pero no fue así, bajo su copa (todavía llena), dejó una media hoja, un mensaje que pagaría tanta platica sorda, ese monólogo que quizás soñé y que en mi mesita de noche hoy encontré:
                “ puedes detenerme cuando quieras: en el beso o en el amor cuando es hecho, también el suspiro puede ser eterno,  como la caricia tatuada en piel y el orgasmo perfecto. Solo debes sentirlo y yo estaré para perpetuar lo conseguido. Siente el sentimiento, emocionalo y créalo..entonces solo seré de mi un tímido viajero, un espectador quieto, un ser que te dará mi corazón para que tú lo latas a tu tiempo.”
               
               
                

sábado, 26 de octubre de 2019

TU VIDA ES TU SECRETO.

                     

                       Dicen que había una vez dos sabios . Uno era ella y el otro disimulaba entre barbas su hombría. Ya el otoño entretejía  en ocres su estampa, el invierno  frotaba sus manos entre incipientes hielos de viejas acacias, una densa niebla los abrazaba cuando ella le preguntó al sabio por su vida, porque de él, enamorada se sentía. El sabio se relamió entre barbas y canas, pensó, un sentimiento acarició y sin dudarlo, respondió.
                      Te explicaré que de una misma playa como esta nací, bajo una luna rodeada de estrellas, sobre espumas de viejas leyendas, rodeado de cuarzos y quimeras, vestido con esa madurez que el universo me dio y que nadie, todavía apagó. Con el ansia del cometa, de piel atrevida y arrogancia desmedida, asceta y poeta... siempre buscando el profundo deseo antes del alba, abrazado a la noble añoranza, al sueño que cada noche me desgarra, a tu olor que hoy necesito pegado a mí cara, porque en ti, en un momento con todo mi ardor, crearé amor. Escúchame porque de mi futuro has de beber: descalzaré  tus pies y en su desnudez mi aliento reflejaré , te pediré la mano, retiraré tu silla y a tu lado me sentaré. Habrá un mantel de seda y algodón, cuatro velas que en sus ceras arderá el velo de una canción, un violín que le pondrá letra a mi corazón y un camarero que desnudo de pecho, nos atenderá  con suma atención. Te miraré, una sonrisa me regalarás, escucharemos olas y de las caracolas un suave gritar, te pediré que seas musa de la inspiración, que se desabroche el primer botón, quizás un pequeño sorbo de mi labio en tu rostro, un reflejo de tu labial cerca de mi hombro...pero jamás esta noche, de tu vida te pediré, una sola reflexión. Callaremos bocas, al infierno le pediremos el calor de sus leños, al cielo unas gotas de sus truenos, al sentimiento esas chispas que en el corazón son incienso y al alma esa emoción, que necesita para crear la pureza del amor, al primer intento. Brindaremos tintos, suspiraremos ilusión, le pediremos al camarero que se vaya y cambie la canción, desabrocharemos otro botón, pegaremos pieles, los sudores serán mieles, el pecado un baile de serpientes y poco a poquito, muy despacito haremos el amor, desnudos y valientes.
               Aquella sabia, sorprendida en su timidez, recogió incipientes humedades, dejó que sus dientes alargaran aquel hermoso viaje, mojó sus labios, arrancó de su blusa un botón y sin tregua pego  su boca en cada comisura de aquel sabio y a su inteligente pregón. Antes se preguntó a sí misma, discutió con su educación, perdón le pidió a una oración, paciencia a una recordada canción, enseñanza a una lección y como nunca, una bella luna a tal situación. ¿Por qué no quería preguntarle por su vida? Y no terminó de pensar la pregunta cuando aquel dulce sabio le contestó: “ tu vida no es mía y saberla sería conocer de otros cualquier osadía. Quizás fue bien vivida o mal dirigida pero estoy seguro que bien aprendida. Yo quiero tomar lo que resta, el fruto de tu experiencia, esas cicatrices que en piel ahora te muestran, esas arrugas concentradas de tu belleza, las estrías que de viejos vientos son hebras y sobretodo, esa sonrisa, llena de inteligencia y sapiencia. No aguantaría saber de tu vida porque la mía no fue distinta. Quizás saberla, leerme sería; compartirla, un nudo en mi garganta ataría; sonreírla no podría y entonces solo el llorar, en tus brazos aprendería. De verdad te digo que tu vida fue en otro día, también la mía y lo único que la historia hizo fue lo que más temía: poner botones y más botones a un destino que añejos no querían, el  tuyo y el mío. “
               Sonrió la sabia, vidriaron gotas sobre el ojo de aquel sabio, de piel se pegaron, también de sudor, de salivas y espasmos sin ensayo. Con intensas lágrimas gozaron cada orgasmo y al caer la noche bajo luna de aquel mayo, entendieron que la vida es un secreto, el mejor guardado y por ende, aprendido y  por los dos, solo un puño de años caminados. Ya no hubieron fotografías, ni arenas pérdidas, tampoco caracolas a gritos oídas, solo un secreto que abrazado, algún día solo al Universo, explicarían con agrado.
               Tu vida es tu secreto, enciérralo contigo porque jamás nadie entenderá, lo que has vivido.


           



lunes, 11 de febrero de 2019

NÉCTAR.



                Han pasado los años, de tiempo nos hemos llenado, de arrugas y espacios en blanco, contando distancias y escribiendo versos, que nadie nos ha explicado. Vivimos con las miradas perdidas en el pasado, con el vientre de recuerdos preñado, con la memoria en aquellas ilusiones que de niño soñábamos y que hoy vemos como se escurren, entre los dedos de nuestras manos. Nos han regalado caricias, quizás las tuyas diferentes a las mías, algunas queridas, otras necesitadas, pocas odiadas y muchas, por el pecado reprimidas.
                 Pero ahora es distinto, junto a mi tinto desnudas tu albedrío, pegada a mis leños sabes que en el frío no hay paraíso, que mi regazo te respira ofrecido y que sigo perdido en tu fragancia hasta el más profundo de los suspiros. Así te quiero, hermosa y madura, con tus labios llenos de travesuras, inteligente y ardiente, sabia y diferente, con esa mirada que no pregunta cuando en mis brazos, valiente te desnudas. Me cuentas que del miedo has sido víctima, de un cariño vacío en sabiduría, también del escalofrío cuando te afligía, del amor y sus espinas, de cada etapa de ajenas vidas y de cada silencio que en soledad, de la esperanza era, una hermosa vigilia.
                 Cruzamos palabras, el sentimiento nos acerca sin pausa, un pequeño temblor recorre nuestras espaldas, las manos se abrazan, tu mirada habla y entre dientes es mi aliento el primero que te ama. Se cae la copa, se eriza la alfombra, crepita el fuego en leñas primorosas, un beso deshaces en mi boca, entre tus senos mi ternura se vuelve loca, el cuerpo se moja y chorrean las ceras, despacito en sus gotas. Con dulce cariño se abre el libro, un sentido escrito te penetra como destino, gime tu alma, también mi sangre en su río, cada poro es querido, cada rincón por nuestras salivas bendecido, te lleno de suspiros, me bebes como jugo maduro recién exprimido, te toco en la memoria de todo lo permitido y sonríes la blancura de tus ojos cuando en ti me desparramo vivo.
                  El silencio no es elegido, es la opción del amor cuando es sentido, esa pausa que toma el alma cuando el pensamiento descansa, el tiempo de un sueño cuando la imaginación lo para. Ven, una cama nos espera, no te pediré traviesa, solo tierna, con el abrazo de tu mujer entera, con esa piel envidia de la primavera, amada por este hombre que te desea, ungida por mi amor de los pies a la cabeza y bebida sin pausa ni medida, en cada gota de tu néctar.




sábado, 9 de febrero de 2019

ATARDECER ROBADO.



           Dibujado y distinto, noble y variopinto, ocre en azahares, dorado en grosellas y atrevido entre agaves, almizcle soñado, un poema por el cielo recitado y dulce sobre tu cuerpo, como almíbar aterciopelado. Atardecer robado, un regalo a tu lado, saboreado en la brisa del océano, olido en arena dentro de cada grano, vivido y a tus cabellos enredado, probado por mis labios, siempre a tu sudor pegados.
           Caliente nadaba sobre un horizonte difuminado, cada ola encelaba de aquel atardecer su color deseado, oro sobre tu espalda, granate en tu sangre, rosado sobre tu cara y blanco en el primer gemido, que tus dientes respirara. Ya las gotas de su brisa entre tus senos relucían, un atrevimiento pedías, quizás una osadía, ser tocada con la inquietud de mis caricias, sobre tus pies y entre los dedos, por tus piernas y en tu vientre con pasión ardiente, dentro de tu boca y por todo tu cuerpo, hasta que aquel atardecer, se durmiera por completo.
           Gimió un viejo viento acicalado por tu cara, también un rocío pegado de una antigua mañana, aquel geranio que dejó su balcón y caminó ermitaño, el vaho de mi aliento tocado entre tus labios y la humedad de mi cuerpo cuando sentiste su cálido abrazo. Despertaste una mirada, una profunda ternura, el cariño de un hada y la sonrisa más deseada, cuando mi suspiro te susurró al oído que en aquel atardecer, serías amada.
            Viajó la nube más cercana, deshizo su algodón sobre nuestra playa y desplegó el lienzo de una ilusión, que en sueños nos acariciaba: el caballito de mar caminaba, una vieja caracola escondida nos miraba, una almeja se sentía reina, la estrella de cinco puntas volaba y todo el paisaje se relamía, con aquella dulce marea que desnudos nos abrazaba.  Copos de sal imaginaciones cristalizaban, en tu regazo mi espuma una y otra vez salpicaba, entre besos nuestras bocas poesía recitaban, el cuerpo se erizaba, el alma cantaba porque en el sentimiento eran tus ojos quienes mandaban, en el deseo mi lujuria y en la pasión el arte esculpido, de una ternura.
            Queríamos más, necesitábamos amar, rebozar en aquella arena cada poro de nuestra beldad, exprimir cada lágrima que del deseo era mar, copular amor sin parar, estremecer el espíritu más allá de la eternidad, escribir esa pasión que nos fundiría en ansiedad y sembrar una semilla, que germinaría por siempre viva en el recuerdo de un atardecer, que nos atrevimos a robar.


          

sábado, 2 de febrero de 2019

ÁMAME


          Te pienso a través de la palabra, te sueño etéreo, sin pausa, dormido y despierto, confundido en el viaje de los alientos, atrevido por tocar en el tiempo un deseo, poeta al cortar en el espacio de la distancia cada letra y hombre porque de ti, mi carne está llena. Te medito al tocar mi silencio, al mirar la noche del cielo, al responder las preguntas de mi ego y también cuando una imaginada caricia, desviste de la Luna sus brumas y su velo.
          Ámame como nunca se ha inventado, con esa fuerza que tanto extraño, profundo en tu regazo y con ese sentimiento que en mí has enamorado. Deja que tu deseo se convierta en vaho, que impregne mi piel más allá del sudor ansiado, que juegue encendido en cada rincón acariciado y se pierda mojado dentro de cada poro por tus labios erizado.
          Ámame con ternura, con la desfachatez de la lujuria, con la cursilería de la exquisita locura, con la inocencia de una niña disfrazada de luna y con toda tu mujer, hasta el límite de la dulzura. Ámame por dentro, sobre mi espalda, como sentimiento y el color de un momento, fundidos en el abrazo intenso, seductora en la contorsión de tu alma, amada en esa lágrima que del orgasmo es lanza, húmeda desde la cintura hasta lo más profundo de tu mirada… excitada cuando mi terso miembro entre como baile, por cada rincón de tus entrañas.
          Te pienso a través del amor, en el sueño perfecto, con el tiempo detenido en el sabor de tu cuerpo, confundido en el velo del celo, lleno de tu olor y abrigado intenso cuando en el invierno del espacio, te siento lejos. Dibujemos nuestro viaje, pintemos el tocar de caricias salvajes, esos besos que nadan suaves, esas gotitas que entre salivas escriben traviesos maridajes, esas miradas que en el deseo se cierran y en la pasión abren nuevos paisajes.   
           Ámame porque ya quité de mi vida cada amor sufrido, a la vieja música esa melodía preñada de gemidos fingidos, a las esquinas sus comprados suspiros, a mi cama las manchas que cada noche desgarraban mi libido y  al pensamiento cada momento, que en soledad viví perdido, en un maldito laberinto. Ámame porque hacerlo es destino, en el cielo está escrito, sobre cada estrella y por cada senda que recorre el cometa, en cada Luna y dentro de cada planeta, también en nuestras almas y en cada gota de tu sangre, que hoy recorre caliente, cada una de mis venas.

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viernes, 1 de febrero de 2019

ERÓTICO ROCÍO.


           Tostaba un pedazo de pan sobre la brasa de una vieja leña, le pedí a una oliva que exprimiera su jugo en cada migaja, a un ajo que las acariciara y a mi boca que las ensalivara, como delicioso manjar de hadas. El tinto hizo el resto, desde aquel porrón me atravesó erecto, en su mosto saboreé el cielo y con la mirada perdida en cada viga de aquel techo, dejé que un sueño me absorbiera por completo. Se desparramó la noche entre las sombras de un humo perfecto, gritó mi soledad su postura más irreverente, abrí la ventana, también la cortina que tapaba su persiana y caminé despacio por un aire que me envolvía caliente y lleno de una extraña ansia. Tanta oscuridad desvaneció mi mente, el recuerdo cayó, la memoria cada neurona tiró, solté riendas a la imaginación y entre tanta bruma, una calle apareció.  El pensamiento la abrió, con ganzúa pues la llave no encontró, mi corazón aquel hermoso paisaje latió y fue entonces que un atrevido deseo, le pidió a mis huellas que no fueran cobardes y que en aquel extraño camino, plantaran sus pies y también su coraje.
           Abrí la puerta del tiempo y en su portal senté mi silencio, estaba lleno de relojes y manecillas cubiertas por un polvo cansado y quizás algo viejo. De repente me cautivó un reflejo, un espacio sin pliegos gemía su distancia a lo lejos, una extraña niebla lo llenaba denso, no había maderas taladas en invierno, tampoco crepitaba ningún leño, solo una espesa resina que lo resbalaba por la espalda y que ahora se pegaba como ámbar, sobre la palidez de mi cara. Enfrente se abrió un parque, lleno de hojas y bancas, de otoños caídos, de pacientes viejos divinos y  de algunos niños, que ahora no jugaban ni mostraban sus gritos. Aquel parque pensaba sus olvidos, aquellos vacios que entre sombras una y otra vez lo habían recorrido, esas miradas que un día lo respiraron verde y que ahora lo tenían sentenciado, en un retiro ya jubilado.
             Y despertó el amanecer, a un rocío estaba pegado, sus labios eran de agua, su piel tersa como mármol de carrara, su mirada tierna como nube pintada y su fragancia algo traviesa pues olía a rosas, jazmines y también a dulces manzanas. Era un rocío extraño, un tanto humano, a la vez vestido y desnudo, seguro y despistado, por el viento acompañado y con un aliento abrazado en cada puño de sus manos. En cuanto me vio una sonrisa dibujó, giró su cara y detuvo mi saludo con una prisa que salía de su alma, dejó caer sus gotas sobre cada árbol, suspiros sobre cada portal abierto desde temprano y con una sutil elegancia, cruzó los brazos en su espalda y sobre aquella vereda, caminó erguido y en calma.
             Desde el parque nos miró una vieja banca, rodeada de palomas blancas, algunos celofanes que todavía respiraban a caramelo de anciana, un par de colillas bien exprimidas y entre sus forjados hierros, un pequeño caracol  recorría despacito aquel frío, con toda su baba. Estaba limpia, no tenía heces tatuadas ni hojas secas sobre su estampa, tampoco pedacitos de caídas ramas. El momento se mostraba tenso, le pedí al rocío que a mi lado sentara su trasero, de reojo preguntó, de mi aliento salió un gesto, de su boca un mojado silencio y con el primer viento a mi lado sentó, su olor más travieso.
              No habló, tampoco yo. Sentía que una humedad me vigilaba, que desde otro cielo alguien me observaba, abrí mis manos y se llenaron de nostalgia, de cada poro salió una lágrima y en su sal se cristalizó dulce una gota de agua, también en mis ojos y con la mirada empañada comprendí, que aquel rocío me amaba. El tiempo pasó página, el deseo rasgó tiras de piel en aquella banca, aquel rocío en mujer poco a poco se transformaba y mi hombre, erotizado por aquella seductora fragancia, tenso despertaba. El sueño se desvistió en mujer, su latido desnudó cada miedo, la caricia me prendió perverso y en el primer suspiro arrancó de mí, todos los pecados que de ajenos infiernos, guardaba muy dentro. En su aliento la gemía, en el vaho mis dedos una pasión escribían, cada una de sus prisas en mi pensamiento eran lamidas, también esas humedades que apenas contenía y cuando la mano atrevida desabrochó mi camisa…le ofrecí mi cama, mi vida, los besos que ya destilaban mi saliva, también algunos versos y toda, toda mi poesía. De ella tenía ganas, de su hermosura y de cada curva, también de su boca y de cada gota que de mí, hoy caminaría erecta por las entrañas de un rocío, que era mujer y de mi música, la más erótica de las notas.
             Y en aquel parque la hice mía, dentro, muy dentro, abrazado por su caliente melodía, poseído por aquellos labios que un día fueron guardianes de su virginidad y  besado por esa miel que solo mi cuerpo en su piel, era capaz de libar.  Surcaba su cielo mi mar, chorreaba ardientes chispas la cera en cada deseo hecho ansiedad, sufría el sentimiento porque en la carne se quería expresar, también el latido cuando en su sangre quería caminar, mis pestañas porque en cada mirada  una poesía querían recitar y toda mi alma,  porque en su historia quería escribir ese capítulo, que jamás, iba a olvidar. Dentro, muy dentro, perdido en lo perverso de los sentidos, como parte de su cariño, niño y cautivo de su ritmo, de la Luna y el destino, de esa pasión desbocada que me atrapaba en su paraíso…de ese sudor que en el amor era una y otra vez, bebido y permitido.
              Su contorsión era suave y perfecta, la recorría completa, caían tullidas las hojas de mil ramas sobre aquel parque proxeneta, aquella banca gritaba, cien ventanas cerraban cortinas y persianas, solo estrellas nos miraban  y entre cien lunas, diez mil cometas humedecían sus estelas y también se desnudaban. Dentro, muy dentro, irreverente, perdido, libre y completo, sin miedos ni falsos vientos, con toda la energía del hombre que despertó tenso, disfrutando a esa mujer que fue capaz de desnudarme en su cariño, con un solo dedo.
               Nos mostró el silencio un atrevido sigilo, lleno de gemidos y gritos, de orgasmos y eyaculaciones permitidas en traviesos escalofríos, de eróticas trampas que como río recorríamos sin pausa en nuestra piel y también sobre cada sentido. Lloraba profundo cada aliento, me sentía abrazado por puños de sentimientos, por ese intenso fuego que recitaba su cuerpo, por tanto cariño que me mantenía inquieto y perverso, por esa suave dulzura que exprimía con ternura hasta la última gota de mi erecto miembro. Dentro, muy dentro, con toda su vagina abierta, mojado desde mi vientre hasta la cabeza, ungido por tanto jugo que de ella era un precioso néctar, erotizado hasta lo más profundo…amado y deseado como nadie jamás, se había atrevido en mi mundo. Dentro, muy dentro, no me quería salir, en ese abrigo quería vivir, en ella todo erizado quería morir porque no habría otro amanecer, que un rocío clavara, tanta huella en mí. Con dulzura la vestí, que me acompañara le pedí, toda se empapó en mí y camino a casa le expliqué que su destino, siempre estaría en mí. El parque nos miró, el otoño en su ocre se despidió, el viento se deslizó y nos dijo adiós, un arrugado celofán en caramelo otra vez se convirtió, me sonrió la banca y no pudo aquel caracol, ya que de tanto calor,  yacía hervido en su propia baba.               
              Le ofrecí una taza café, con duda me miró, lo probó, pero era tanto el calor, que en ese vapor, toda se desvaneció. Solo una gota dejó, la más tierna y clara, esa que es sudor en cada alba, entre mis brasas una chispa de añoranza, en mi taza la memoria de un erótico sueño en aquella banca y en mi alma una lágrima de amor, que desde entonces cada mañana,  recorre sin prisa el cristal de mi ventana.






jueves, 31 de enero de 2019

ENSEÑANZAS


            Hoy aprendí de ti, del mar y de la sonrisa que nace al sentir, del miedo a vivir, del amor el por qué de su existir, de la caricia esos susurros que me hacen latir y del cielo ese momento, que en tus brazos respiró mi alma, todo tu elixir. Aprendí del lobo cuando extraña su luna, de la duna cuando se desvanece en arenas profundas, del viento cuando una esquina lo silba perfecto, de mi cuerpo al mojarte erecto y también del silencio, cuando en mi lecho es tu mirada, quien escribe, destellos en mis besos.
             Aprendí que la locura tiene mil versos, que en tu hermosura son regalo envuelto, que de tu cálida ternura vivo preso y que en el violín, es el arco quien lo hace perfecto, como en tu cuerpo es mi sentimiento, el que lo pinta más bello. Aprendí a secar tus lágrimas con mis dedos, a enredarme como niño entre tus cabellos, a notar el punzante escalofrío cuando en ti estoy dentro y de tus labios a leer en cada grieta, los más profundos deseos.
            Te sueño maestra, de mi camino su estrella, de los anhelos esa luz que dibuja mi senda, de la ilusión la más generosa de las chisteras, de mis días la explicación a  tanta quimera y de mis noches el velo de una Luna que me cobija sin preguntas con exquisita ternura. Quiero ser tu alumno, el primero de la fila, vestido de preguntas, con las manos llenas de dudas, el que siempre te mira, desnudo cuando respiras, vacío cuando explicas y con esa pluma que en tu piel escribirá, toda el ansia contenida. En ti abriré mi libro, verás que no es blanco, que tiene manchas sufridas, derramadas tintas mal vividas, errores de ortografía, tildes desvanecidas y alguna coma que guardo para cuando lleguen, mis últimos días. Leerás melancolías, nostalgias que en el recuerdo vagan reprimidas, acordes en danzas no bailadas y pocos sentimientos que solo del olvido son fragancia. Te lo abriré todo, contigo borraré cada uno de mis otoños, cada hoja caída, cada uno de los silencios consentidos, los pecados que fueron permitidos y también cada flor que un día marchité y que encerrada en mi libro, ya secó toda su lividez. Escribe en mí, en mi alma y en mi libro porque necesito que tus letras me desgarren, que tus tintas exploten en mi sangre, que tus enseñanzas sobre mi cuerpo naden, en caricias y ternuras de ángel, como acordes y las únicas rimas de mi equipaje, entre mis labios y en mi carne, con la magia de los saberes ancestrales y con cada gota que de tu boca tatuarás en mi piel, como destino y fruta salvaje.
            Enseñanzas, las que acariciaré en tu cara, las que me hablaran de café en cada alborada, esas que estudiaré cada vez que me abras tu alma, traviesas y sabias, hermosas, sin palabras, soñadas y aprendidas desde el profundo aliento de tu amor, cada vez que por mí, seas amada.


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martes, 29 de enero de 2019

UNA COPA DE TINTO.


               Llegó el tiempo de que respirara, de que tomara un poco de aire, que desnudara en mí toda su fragancia y  mostrara ese aliento, que en vides sudadas olía a una tierra, hoy, muy lejana. Rechinó el corcho sobre la botella una caricia, medio empapado asomó cada poro, mis ansias y también una historia que en aquel mosto, era de las hadas un preciado tesoro. Lo miré y me miró, perverso un pequeño viento de sabor se disfrazó, el tapón salió, a un lado mi mano lo durmió, el mantel estremeció su color cuando una pequeña gota  lo manchó y despacito, con mucho cuidado, mi copa se ladeó. Lo esperó, como velo la recorrió, por sus paredes, en su lecho, sobre cada transparencia de su bohemio, por su cara y húmedo entre sus destellos. Diáfano resbaló, una vez giró, con sutileza dos gotas descolgó y mi alma cada uno de sus gemidos olió. Aquella sangre viejas maderas suspiraba, un toque de avellanas, dos luces que en él vivían guardadas, el canto de un juglar que sobre su cosecha relatos recitaba, la esencia de una desquiciada canela en rama, briznas de almendras tostadas, pedacitos de raíz de una joven acacia, rimas de viejas trufas inspiradas y de tanto en tanto, unos pequeños detalles que su piel aterciopelaba.
                 Se afligió la copa al acercarse mi boca, de reojo miraba a una vela primorosa, chorreaba cera con espesa ternura y cálida angostura, también cautelosa, con ese calor que desde la ventana miraba a la más vieja de las osas, la que era mayor, esa que del universo era señal y del norte la más hermosa.  Le pidió una chispa, enceló aquel tinto su alegría, su mosto y también aquella recordada tierra que suave, todavía lo exprimía.  Mi cara disimuló paciente una sonrisa, lloró el cielo pues luna no tenía, agitó  mi pecho cada vello cuando entre sus fauces aliento no sentía y aquella noche con alegoría desparramó su mano, el más largo de sus dedos, señaló con tinta mi añejo e inquieto ante mí, juzgó de aquel vino, su tiempo.  
                  Aquel caldo me respiraba intenso, mis labios lo abrazaban con el color del sentimiento, poco a poco mis papilas de él se embriagaban por completo, por toda mi boca viajaban como sutiles versos, lo quería mi garganta y muy despacito, gota a gota, dejé que su amor, todo me tragara. En mi cuerpo escribió una danza, pícara y sabrosa, desnuda y erótica, densa, primorosa, con toques de ébano y salvajes rosas. Lo envolvía con mi saliva, lo acariciaba con la mirada perdida, lo pensaba, meditaba sus viejos días, lo sentía, cada hebra de su mosto acicalaba y bailé con su conciencia cuando en mi espina, todo su escalofrío resbalaba.

                   En él comprendí toda mi historia, esa infancia enseñada con el mosto de la uva entre panes y mesas veneradas, ese niño que a escondidas entre viñedos jugaba, el adolescente que entre barricas buscaba del sabor sus ansias, el hombre que en soledad hoy  aprendía, que de vida esas gotas lo gritaban con la melodía de su tierra añorada.

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sábado, 26 de enero de 2019

DETALLES


         Camina el sentimiento por el más profundo de los infiernos, enredado entre mandrágoras y viejos helechos, abrigado por tus espinas y mis recuerdos, olido en azufre y agrio caramelo, escrito en el epílogo de un libro que tú y yo llenamos día con día, con las huellas de nuestros miedos. Llora el gemido, no hay eco para el grito, la palabra muerde sonidos afligidos y cada mirada vive de una pequeña ilusión, en algo que ya fue vivido. Se desvanece la memoria cuando el amor pierde sentido, cuando somos incapaces de crearlo en nuestro albedrío, cuando el beso se desprende de su libido, la piel del escalofrío, el abrazo se abre aburrido, el aliento no tiene contenido y el sueño permanece seco, atrapado en rencores y remordimientos escondidos.
            Nos disfrazamos de orgullo y no damos opción al perdón, nos gana una falsa razón, deja de latir el corazón, el alma se aparta y no hay rocío que se atreva a pegar en nuestra ventana, la belleza de una maravillosa alba. Nos reencarnamos en la desidia,  convertimos vida en rutina, las letras en garabatos sin tinta, mudas y sin rima, vestidas de melancolía y desnudas en tristezas cuando en cada vientre es la nostalgia, quien las recita. Olvidamos la poesía, esa que le explica al pensamiento que no hay silencio cuando es el alma la que escribe sentimiento, la que abre espacio en el tiempo, la que suda sueño y es capaz de rescatar del infierno, ese amor que un día en nuestra piel, escribimos eterno.
           Quiero rescatar de la noche esa bruma que entre nuestros cuerpos sabía a fruta madura, del día esa sonrisa que en tus labios una ansia por mi escondía, del ocaso ese abrazo que tierno nos consentía y también esos pequeños detalles que siempre caminaban a nuestro lado y que en el tiempo, fueron olvidados. Quizás un lindo regalo, una monería en un estuche inventado, esa flor que olía frescura en tu regazo, quizás ese abrazo que por no esperado nos llenaba de ternura y agrado. Siénteme porque jamás me iré de tu lado, tampoco en la tristeza y mucho menos cuando tu alma me respire poeta…te besaré dormida y te acariciaré despierta, te serviré un café con la miel de una abeja, recorreré tu piel con mi lengua traviesa y te llamaré por sorpresa solo para decirte, que eres mi reina. Te pensaré y lo notarás, te imaginaré y lo sentirás, te dibujaré y una ilusión serás, te pintaré y un hermoso lienzo en el cielo se abrirá, te amaré y nunca más, una duda entre nosotros nacerá.
                     Ven porque hoy te haré el amor con detalles, con esas pequeñas cosas que llenaran tu vientre de mariposas, tu piel de burbujas hermosas y tu aliento de esa humedad, que se pegará a gotas, sobre cada sonrisa de mi boca. Solo te pediré un momento, ese en que una mirada te prometa el cielo, de las estrellas cada uno de sus destellos, de mi alma su espíritu cuando de ti esté lleno y de mi corazón ese latido que con sangre llenaré, con todo mi deseo. Caminaremos de la mano, cada piedra será aire y suave paño, cada espina viento, el horizonte un viejo compañero, cada nube un lecho y cada palabra el más hermoso de los versos. Soledad le pediremos al mar, que arrugue tanta inmensidad, que se haga pequeño y nos enseñe lo que es amar, entre sus espumas, por cada ola, rebozados en arena, imaginados en epopeyas, sumergidos en sus leyendas y acariciados cada vez que nos llene con su brava marea. Escucharemos música y la bailaremos, nos besaremos, en la ducha seremos perversos, en la cocina dos niños inquietos, bajo cien lunas nos amaremos, en el jardín sobre sus pétalos, cada noche en el gemido de nuestros cuerpos y día con día, cuando el detalle nos recuerde que nuestro amor, es eterno.


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jueves, 24 de enero de 2019

TU ESPÍRITU Y MI ALMA


                  Entristeció la palabra aquel ocaso, sobre mi mar se pintó solitario, en el cielo se dibujó un ocre ermitaño y en mi piel un escalofrío, porque esta noche tampoco, estaría a mi lado. El susurro estaba en calma, una atrevida abeja libaba miel por toda mi cama, un pequeño grillo soltaba una carcajada y lloraba la hiena porque el lobo no tenía una luna que lo acompañara.  Miré la calle, soledades sentadas en cada banca de aquel parque, las sombras que la incipiente noche reflejaban sobre cada fachada y el corcho mojado de un árbol, cuando un perrito en él desahogaba sus pecados.
                  Roto vivía mi corazón, cada ilusión y también la razón. Tanta distancia confundía el sentir de mi alma, cada letra pensada, cada pedacito de piel arrugada y también cada caricia que en mi quedó tatuada, aquella noche que sus besos, no llenaron mi alba.
                  Estremeció la noche mis sentimientos, esa pasión que por ella sentía en mis sueños, ese querer tocar su cuerpo, besar su aliento y sentirme eterno, cuando en ella estuviera dentro. Me desnudé, de pared a pared caminé, un puño apreté, a la ventana me acerqué y con la palma de mi mano sobre su marco, solo vacío miré. A una lejana estrella me abracé, fugaz la respiré, sentí que algo muy húmedo poseía todo mi ser, me toqué, el más profundo de los deseos pensé y de repente un fuerte destello, me llenó de poder.
                 Sensual y cegadora, luz protectora, seductora, cariñosa en el aire y parte del viento, cuando un excitado aroma embriagaba de ternura aquel querido infierno. Sentí calor, un ardor que abría mi piel por cada poro, el sabor del rocío en otoño, el color de una melodía, que sobre mi cama escribía, lo más dulce de una poesía.
                  Era luz y viento, un brillante aliento, sin cuerpo ni miedos, atrevida, vestida de cielo, una silueta que llenaba mis ojos de pasión y profundo deseo. Tan intensa que desde mis entrañas sentí su fuego, tan dulce que podía ver en sus labios el sabor de cada uno de los sueños, tan hermosa que cien mariposas, copularon maravillosas sobre su cuerpo.  Era sentimiento, el anhelo cuando es perfecto, etérea y sin tiempo, de la distancia un sutil pliego y del amor, el suspiro más eterno.
                 Eyaculó mi alma, su espíritu se estremeció, el sentimiento se erizó, tanto deseo nos mojó, por cada membrana, por cada historia de vida enseñada, entre la imaginación de las hadas, sobre un cuento lleno de fantasías y almohadas, en un silencio que del Universo era celo y de nuestra Luna, el más dulce de los caramelos. La contorsión bailaba, un desgarrado orgasmo punzaba, el espíritu era alma y ella, robaba cada sudor de su fragancia. La gota de lluvia se disfrazaba, el beso escribía un tango en su danza y cada sentimiento lloraba una lanza, que de amor, nuestros corazones atravesaba. Éramos astral y canela en rama, cada hebra de su espíritu y mi alma, de la vainilla su vara, de la fresa el jugo de su erótica nata, de la melodía su arpa, la burbuja de un cava y del profundo deseo, ese secreto que solo entre ella y yo, cada noche, caliente nos abraza.
                 
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miércoles, 23 de enero de 2019

LLUVIA DE ESTRELLAS


              Fue una locura, una hermosa aventura, esa caricia que en mi cuerpo era paisaje y  pintura…el sueño de un amanecer, dentro muy dentro de su ser.
             Desperté pegado a su cintura, entre sus muslos abrazado en caliente travesura, con un dulce aliento respirado en su nuca, con mi pecho a su espalda envuelto en el grito de la ternura y con mis manos entre sus senos, buscando esa erección que despertara en mí, el más erótico de los sueños. Abrí los ojos, sentí ese olor preñado en mi boca, ese sabor a fresas y vainillas locas, ese calor que me ardía dentro como leña crepitada en chispas maravillosas… el incienso de un desgarrado sentimiento porque a mi lado solo vivía, un desquiciado silencio.
            Se había ido, sin una nota, sin esa caricia que en mi cara borrara del tiempo todo lo perdido, tampoco un beso que mi alma abrazara, solo una despedida que en el amanecer de una mesita, no había dejado nada. Le pedí a mi ángel una tregua en la  vida, que la llenara de poesía, de esperanza, de epopeya y quizás de elegía, que no borrara aquellas ansias, solo lo que en mi quedaba, de viejas  y anquilosadas reliquias.
              …Y con su ala pintó mi cielo de color azabache, le dibujó una noche,  la llenó de lluvia y silencio, de pequeñas luces y  algunos secretos que entre sus plumas permanecían mudos y quietos. Ese ángel me guardaba, también mis nostalgias, los recuerdos, esas fantasías que desde niño dibujaba, cada fotografía que en el carrete de mi vida no había sido revelada,  esas ideas que en la memoria sudaban y que ahora en sus manos me imaginaban envuelto en una poesía, que no era humana. De tanto en tanto desde su arpa bellas melodías escapaban, lágrimas de cielo  llenas de aquellos acordes que un día para mis sentimientos, fueron regalos. Cantó aquella música tres notas, tres deseos que entre perdidas caricias arrullé en el recuerdo, tres ilusiones que convertían aquel momento, en un hermoso sueño.
              Quería alcanzar las estrellas, perderme entre las luces de cien cometas, respirar del espacio sus hebras y también leer lo que de mí, había escrito el Gran Poeta. En mi soledad encontré una pequeña vereda, llena de extrañas flores que el camino llamaba quimeras, de piedras casi perfectas, de grandes enredaderas que surgían desde la intensa niebla, de gigantes grillos que frotaban sobre su vientre una canción que recorría inquieta, toda aquella senda.
             Llegué a su vera, me disfracé de idea, en mi piel sudé viejos poemas y entre blancas nubes de seda me perdí, entre las sentimientos del Gran poeta. Derramó sus tintas como lluvia de estrellas, maravillosa y por doquier llena de letras, de Casiopea y de las Perseidas, brillantes desde Centauro y tímidas las de Taygeta, perfectas las de Hydra, rojas las de Orión y perversas las que llegaban desde el vientre de Escorpión. El baile abrazaba entero todo el Universo, danza de musas, olas llenas de sirenas, vírgenes desnudas entre eunucos que también eran poetas y también agujeros gritando sus blancos y negros, entre cada planeta. De Ganimedes llegó la más pequeña, fugaz y traviesa, sobre ella caminaban  miles de letras, eran humanas y no de otra Tierra. Poco a poco las juntaba el Gran poeta, Venus con ternura las acicalaba y Marte de rojo las entintaba para que estuvieran listas por si había otra guerra.  En ellas vivían artes maestras y  sobre una mesa charlaban perfectas, Darío discutía con Lorca, Alberti con Shakespeare, Cortázar le pedía la mano a una afligida Rosalía de Castro mientras un pensativo Neruda con el humo de su pipa fumada, media Luna me tapaba.   
          Al séptimo día ya cansado, puso un último punto a su trabajo. Lo miró, por primera vez lo recitó y estuvo orgulloso de aquel regalo. En su mano me lo mostró: Era ella, mi mujer, la que siempre soñé, hecha de poesía y sentimientos llenos de querer, vestida de colores, desnuda en sabores, olida entre vainillas y exóticas flores, tersa, sin espejos ni ajenos temores, tampoco vacíos, con el alma en su abrazo y con el corazón,  siempre latiendo, sobre cada comisura de mis labios. De ella era tinta, la sangre de toda su poesía, cada tilde, la coma escrita, una pausa atrevida, la espera ansiada cuando desnuda toda se mostraba, juguetona y seductora, inteligente, de mirada caliente y con ese cabello, que desvanecido sobre sus hombros, excitaban mi piel al enredar en ellos, cada mirada de mis ojos.
         Desperté pegado a su alma, las sábanas eran alas, ya no habría despedida en mi alba, tampoco una soledad que mi pared rasguñara, solo el intenso amor que aquella mujer hecha de poesía, sobre mí respiraba. Desde entonces mi vida camina entre tildes, por las comas de una piel amada, en las ubres de una ilusión que cada noche es soñada… bañado por esas rimas, que el Gran poeta por siempre, tatúo en mi alma.

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