Puesto estaba el sol sobre el manto del mar, no había nube capaz ni estrella que lo desvistiera fugaz, todo era calma y sobriedad, cuando una tenue brisa, me dio un abrazo lleno de ansiedad. Olía a ti y a nadie más, con ese sabor que del jazmín era celo, esa nota que en su acorde rozaba el cielo, ese susurro acariciado que recorría mi piel, excitando cada uno de mis vellos. Una premonición del sueño, un escalofrío de ti muy lleno, una sombra que arrancaba a puños ancestros alientos, en el lienzo de un viejo tiempo. Aparté la mirada de aquel vacío intenso, la dormí en el recuerdo, en una seducción suave pegada a mi pecho, a esa canción que en nuestros ojos se cruzaba, cada vez que el alba nos despertaba. Sentí cuando tu amor me acariciaba, cuando tus dedos se perdían entre los algodones de aquellas sábanas, cuando tus labios mordían con dulzura mi boca y entre dientes con salivas jugaban, cuando una música escribía esta memoria dentro de mi alma y eras tú, quien la cantabas.
Se desgarraba a gritos el profundo silencio, el eco vibraba en mi dentro, el sentimiento desnudaba todo su atrevimiento, la imaginación su erotismo más intenso y puse el momento sobre aquellas olas, para que lo bailaran perverso. El instante lo merecía, tanta pasión me afligía, aquel ocaso me abrazaba y cada deseo consentía, eras mía, en el sueño y en la melancolía, en una extraña alegoría y dentro de aquella brisa, en los brazos de su melodía.
Rompió la espuma su sal sobre mis huellas descalzas, podía sentir cada lágrima de mi alma, llegó la marea, sentí en mi pecho su algodón y toda su seda, te abracé enamorada, se alzó el viento blandiendo espada, también una ola que alta al cielo desafiaba, con fuerza atravesé aquel sueño, en arena mojé un deseo, bajo la primera luna escribí un verso y despacito, muy despacito, me deshice del olvido y recordé ese día en que tú y yo hicimos el amor, pecado a pecado y sin miedo al gemido. Iluminó un relámpago aquel lecho, en tu cintura perdí mi beso, rugió el trueno, también el suspiro, un anhelo permitido, un escalofrío en el grito, ese calor atrevido ardiente e infinito, la ubre de una pasión que derramó gota a gota el calostro de un amor, puro y divino. Enceló mi piel tu boca, tu vientre, la caricia de tus muslos entre mis sienes, cada humedad que olía perfecta y diferente, cada palabra que nadaba en tu boca y se pintaba de blanco, ante la belleza de tus dientes.
Hoy te recuerdo, a ti y al momento, cada palabra entre bocas callada y cada beso, el susurro de mi cuerpo, la suavidad de tus senos, el ansia por tocarte de mis dedos y aquella ilusión que en mi abriste...esa ilusión que todavía es parte de mi sueño.
La memoria persiste y altera mi mente, el instante no tiene tregua, vaga la razón rapaz y rastrera, utópica por donde se vea, del pensamiento sutil destreza, de mi amor, una falaz quimera. Te difumino en mi Universo, lleno de caramelo cada aliento que de ti conservo, de sabores confundidos cada beso vivido en mi libido, triste y deprimido porque es tu cuerpo el único que maltrata mis sentidos, tu erotismo el que desata mi hombre dormido y tu dibujada mirada, la que pinta de pasión mi soledad y moja, cada arruga de mi cama. Te deseo acurrucada a mi vera, con mi lengua pegada a tu pezon como enredadera, llena de ansias cuando mis manos entre tus curvas se pierdan, con el latido de mi vigor entre tus piernas y con tu corazón abriendo de par en par, cada una de mis arterias. No te vayas de mi sueño, siénteme hombre, muéstrame esa mujer que abraza mis inviernos, amante de mi cuerpo en cada pliego, cómplice en mis humedades y miedos, un sublime arte cuando el alba pinta su primer dorado, sobre el lienzo de tu cuerpo. No desvanezcas mi anhelo porque en ti estoy completo, en la imaginación los colores son perfectos, en la ilusión soy libre y espero, pero jamás desfallezco, porque sé que tras la triste alborada, siempre habrá un ocaso, en el que en ti, este dentro; Muy dentro, empapado de ti en la contorsión de tu cadera, en la seducción erótica de una mujer entera, dulce y salvaje, lleno de mí en cada estría de tu linaje, abrazada cuando el espasmo te recorra en el viaje, por dentro y por tu espalda, de frente, perdido en tu almohada, abrazado a tu fragancia y amada cuando escuches el primer gemido, en mi excitada garganta.
Tanto recuerdo mi alma desgarra porque en esta arena te poseí con ganas, del ocaso a la alborada, de la alta marea al mar en calma, con música y también en un baile de silencios hermosos, creado por nuestras miradas. Vives en mis entrañas, en cada canción y en cada cera que entre viejos tintos chorrea sin pausa, en cada una de mis nostalgias y en cada poesía que escribo en tu memoria y que excita cada noche, ese poema de amor, que nunca se acaba. Del tiempo he sido esclavo, de la pasión el reflejo perdido de un amante desahuciado, del deseo solo un rumor que en soledad me moja demasiado, del cariño un buscador de caminos y del sueño, el más terco de sus mendigos. Desde entonces del amor soy huraño, un vagabundo sacudido por las fauces del engaño, un ser perdido entre ajenos vientos y amaños, un adolescente que se ha hecho viejo recordando ese abrazo, esa caricia de hace tanto, esa mirada que cada atardecer pierdo en el ocaso, ese orgasmo tan añorado…ese ardor que dentro de ti, tanto extraño.
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