Hoy aprendí de ti, del mar y de la
sonrisa que nace al sentir, del miedo a vivir, del amor el por qué de su
existir, de la caricia esos susurros que me hacen latir y del cielo ese momento,
que en tus brazos respiró mi alma, todo tu elixir. Aprendí del lobo cuando
extraña su luna, de la duna cuando se desvanece en arenas profundas, del viento
cuando una esquina lo silba perfecto, de mi cuerpo al mojarte erecto y también
del silencio, cuando en mi lecho es tu mirada, quien escribe, destellos en mis
besos.
Aprendí que la locura tiene mil versos, que
en tu hermosura son regalo envuelto, que de tu cálida ternura vivo preso y que
en el violín, es el arco quien lo hace perfecto, como en tu cuerpo es mi
sentimiento, el que lo pinta más bello. Aprendí a secar tus lágrimas con mis
dedos, a enredarme como niño entre tus cabellos, a notar el punzante escalofrío
cuando en ti estoy dentro y de tus labios a leer en cada grieta, los más
profundos deseos.
Te sueño maestra, de mi camino su
estrella, de los anhelos esa luz que dibuja mi senda, de la ilusión la más
generosa de las chisteras, de mis días la explicación a tanta quimera y de mis noches el velo de una
Luna que me cobija sin preguntas con exquisita ternura. Quiero ser tu alumno,
el primero de la fila, vestido de preguntas, con las manos llenas de dudas, el
que siempre te mira, desnudo cuando respiras, vacío cuando explicas y con esa
pluma que en tu piel escribirá, toda el ansia contenida. En ti abriré mi libro,
verás que no es blanco, que tiene manchas sufridas, derramadas tintas mal
vividas, errores de ortografía, tildes desvanecidas y alguna coma que guardo
para cuando lleguen, mis últimos días. Leerás melancolías, nostalgias que en el
recuerdo vagan reprimidas, acordes en danzas no bailadas y pocos sentimientos
que solo del olvido son fragancia. Te lo abriré todo, contigo borraré cada uno
de mis otoños, cada hoja caída, cada uno de los silencios consentidos, los
pecados que fueron permitidos y también cada flor que un día marchité y que
encerrada en mi libro, ya secó toda su lividez. Escribe en mí, en mi alma y en
mi libro porque necesito que tus letras me desgarren, que tus tintas exploten
en mi sangre, que tus enseñanzas sobre mi cuerpo naden, en caricias y ternuras
de ángel, como acordes y las únicas rimas de mi equipaje, entre mis labios y en
mi carne, con la magia de los saberes ancestrales y con cada gota que de tu
boca tatuarás en mi piel, como destino y fruta salvaje.
Enseñanzas, las que acariciaré en
tu cara, las que me hablaran de café en cada alborada, esas que estudiaré cada
vez que me abras tu alma, traviesas y sabias, hermosas, sin palabras, soñadas y
aprendidas desde el profundo aliento de tu amor, cada vez que por mí, seas
amada.
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