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sábado, 5 de enero de 2019

NUEVE PALABRAS.


            Hoy escribí un verso, no tiene rima, solo nueve palabras, treinta letras, sin comas ni puntos, no hay diéresis, tampoco es metáfora, en él no hay distancia ni camina el tiempo en su calma. Solo una frase, un deseo profundo, una historia que atraviesa en mi alma cada uno de sus muros, un pensamiento muchas veces sentido y jamás leído, en la soledad de mi mundo.
            Sé que desde tu ventana siempre miras la nube más cercana, le das forma, la imaginas hermosa, la respiras, la deseas, la transformas y también la besas, cuando de mí, la dibujas toda. Sé que en tu cama hay humedades que de mi cuerpo viven recordadas, salivas por nosotros preñadas, deseos escondidos entre las sábanas y fragancias habitando, en cada pluma de tu almohada. Sé que siempre estoy en tu mirada, en cada gota de tus lágrimas, en cada caricia que los dedos a tu boca regalan y también en cada sueño que en tí hace de mí, una ilusión en cada nueva alborada.
           Hoy le abrí la puerta a mis miedos, les dije que se fueran, que no había razón para que vivieran, que la distancia es un pliego, el tiempo un recurso del infierno y el amor, ese deseo que por tí, siempre traigo dentro. Prepara tu piel, tu alma y tu cuerpo, deja que tu corazón lata en concierto, que tus ojos miren más allá del efímero deseo y que tu cabello, resbale despacito entre tus senos porque hoy libaré profundo, en cada uno de sus estambres y también, por sus frágiles pétalos. Llegaré a tu aeropuerto, te compraré un regalo libre de impuestos, explicaré a la azafata que este viaje es con destino eterno y al piloto que cuide sus alas, porque debo aterrizar vivo y con el corazón bien abierto. Será sorpresa, no esperarás tanto calor en tu invierno, tampoco abrazos de un amor sincero, ni siquiera un beso que se pegará a tu alma travieso y perverso, como si fuera de la última poesía, su primer y único verso.
           Te imagino en la espera, pegada a tu teléfono, con manos cruzadas respirando nervio, con ese retoque en las pestañas de tu mirada, con esos labios que guardan la blancura de tanta ansia, con esa elegancia que solo mi pasión, es capaz de leer en cada arruga de tu cara.  Pensarás en tu familia, en el que dirán tus amigas, quizás cómo será el primer día pero nunca imaginarás, como será esa noche que entre tus sábanas, serás mía. Sabes bien que de mi destino fuiste la elegida, que no hay otra que pueda llenar como tú mi vida, que tu sonrisa es mi alegría, tus lágrimas esas gotas que quieren abrazar mi saliva, tus ojos esas miradas que son pintura en cada uno de mis días, tu alma ese libro que mantienes en blanco para que en él despacito escriban, todas mis tintas.
           Hoy llegué a ti, fuiste mía, el abrazo tuvo noche y día, amanecer, café, miradas y mucha poesía. Se abrió la vida, sofocó el aliento tanta osadía, la palabra fue caricia, el sueño se desnudó con prisa, cada beso tatuó alegría, cada movimiento cariño y cada orgasmo desparramó la eyaculación, de un amor divino. Respiró tu lecho el amor perfecto, cada rincón, cada hilo, cada gemido compartido, cada hebra de nuestros suspiros, toda la música de los sentidos, la inocencia de un abrazo de niña con niño, en cada grieta de nuestros labios fue consentido y también en cada grito, cuando volaba terso, el dulce albedrío. Se abrieron los cuerpos, penetré tu alma, llenaste mi corazón de ese amor que para mí guardabas, leímos miradas, fuimos cómplices de la Luna y también de la mañana, de cada caricia bajo las sábanas y de cada beso mojado, en la incipiente alba.  Nos fundimos en el abrazo, sentiste la borrachera de ese verso que para ti, mi alma con amor te recitaba, nueve palabras, treinta letras, sin metáfora ni distancia, sin puntos ni comas respiradas, solo el epílogo de un sueño que por fin llenaba mis manos y desvanecía todas mis ansias. Un verso nacido en mi corazón, escrito por la sangre de mi alma, por siempre escondido entre tintas en la humedad de mi cama, deseado y gritado, guardado y educado, en soledad reprimido y tantas veces pensado, en el destino sostenido y ahora a tu lado, por primera vez, recitado: “Te amo tanto que no puedo vivir sin ti”.


                  

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