Sacude el delfín, las olas de su mar. Mira el
ciego la imaginación de un cielo, descubre un niño el dolor y se abre un vacío
en el deseo de una garganta. No pasa la saliva y oprime la estrechez, se nubla
el pensamiento y la noche cambia sombras, sonríe el ansia en su camino al
corazón y sufre el alma el escalofrío de su destino.
La
pasión desenfrena piel, el control vive perdido en la sinrazón, el silencio
pinta máscaras en ambos rostros y quedito, fluye amargo el silencio. La emoción
despliega espera y el latido es corto e intenso, los dedos entumecen puños y la
vergüenza asalta la memoria. Ambos descalzan sus pies y tocan fría tierra, el
sentimiento alarga brazos y corta en dos el plasma de la distancia. Los dos
cuerpos se ven en sus espejos, el desmedido anhelo ofrece una lágrima y el
fuego de tanto deseo, recorre el aire de Luna que despacito, rasguña sus
entrañas.
Esculpe el artista con su mármol, el mausoleo de los extraños sentimientos, mientras
una actriz abre el teatro y cabalga desnuda en una tentación que jamás escribió
su guión. Sufre el poeta por no entender la intensidad de sus versos y calla la inspiración por tanto ruido en el
gran baile de las hormonas. Expone el
mar, bravura y marea, el desierto exhibe orgulloso la suavidad de sus dunas y
la montaña aprieta su volcán, para que la explosión sea única.
Exhalan las conciencias los pesares de la impotencia. El deseo ya no
soporta coherencia y pide clemencia el alma a la pasión de los cuerpos. Abre la
excitación su telón y navega la mente entre las enredaderas de la
seducción. Emerge Diosa la sensualidad y
calla su infierno, el miedo al propio pecado. Resbala una mano en su pezón y la
otra, se arrastra por el vientre, los dientes aprietan labios y las pestañas,
funden sus miradas. La obscenidad se deja sentir, juega el dulce temblor en sus
pies y el oxígeno se agita. Siente el vigor la protección de su mano y se eriza
vertebral, la columna de todos los sentidos.
Los astrales permean conexión y entrelazan
pasión en sus hilos de plata. Sufre el instante virtuales caricias pero la piel
las dibuja, desdobla la imaginación el más hermoso lienzo y los cuerpos
contorsionan sus pinturas. El cielo abre su poesía y la sensualidad escribe sus
primeros versos, el éxtasis los lleva al clímax, salpica sedas la ternura y al
unísono, rugen ambos gemidos.
Desprende
hojas el placer en su otoño, se aparta la imaginada caricia y no vive el
abrazo, la piel enchina el frío de la distancia y los dos sienten, que hicieron
el amor, con un nudo en la garganta.
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