Un día vi unas lágrimas llorar y busqué,
indagué, miré alto y descubrí que del cielo venían. Le pregunté al viento y no contestó, reté a
una nube y se evaporó, tapé el Sol con un dedo y se hizo más chiquito, intenté
mirar de frente a la lejana estrella y desapareció. Entonces comprendí que debía preguntar dentro
de mí, en ese espacio que existe entre el corazón y el alma, en ese espacio donde
los latidos se funden con las ansias y la sangre con el deseo…Ese pedacito de
libro en blanco, que mantenemos vacío y que solo la soledad, se atreve a
escribir.
Y recordé aquella noche que fijé la mirada en la desesperación, aquella
noche que mi piel la necesitaba, la noche en que mi Luna gritaba distancia y la
sabia Tierra enfriaba mis pies. Recordé una promesa de amor, un juramento de
pasión y el desafío de una sinrazón: “Noche que alargas los pétalos del
amanecer, crueldad de vida en la intensa existencia del sentimiento, nostalgia
hecha con música de ponzoñosos acordes que no dejas que el oxígeno de su amor
llene mi corazón. Noche que dibujaste imaginaciones de dulce entrega, de
sensual posesión y de un calculado erotismo, pactado en nuestros sueños. Porque
hoy tenías que ser mía, mostrar la tersura de tu espalda ante mis manos y la
belleza de tanta ternura ante mis ojos, dejar que tus labios siguieran mis
instintos y que tu boca guardara húmeda la esperanza de mi deseo. Esta noche
tenía que ser tuyo, abrigarte de cariño, sentirme esponja en tu baño y algodón
entre tus sábanas. Todo tuyo de principio a fin, desde el primer beso hasta el
último suspiro, desde la primera caricia al gemido del amanecer, desde la
primera palabra hasta el éxtasis de nuestras almas y desde el primer deseo
hasta la copulación de la infinita pasión. Pero hoy no serás mía ni tampoco yo
tuyo, el destino no cruzó caminos, el viento no enredó nuestros olores, la Luna
ordenó y el mar se calmó…Y el cielo, el cielo se equivocó…¡Cielo que das y
quitas vida, que cambias de color y mueves a tu albedrío los días y las noches
de amor! ¡Cielo que juegas con los atardeceres y pegas ocasos en diferentes
horizontes!¡Cielo que eres naturaleza y por tanto, maravilla y ternura, canto y
agua, abrigo y sal…Llévate mi deseo, este deseo que rasga mi corazón y subleva
el alma, este deseo que abre mis arterias y arranca malos sudores en mi piel,
este deseo tan intenso que mis tintas ya no se atreven a escribir!¡Llévatelo,
porque ella no está!”
Firmé una carta a la desesperación, un epílogo a mis sentimientos y le
dí cárcel a mi corazón. Arrugué mis palabras como papel maltrecho y las tiré a
la basura de la ignorancia y el profundo despecho. Pero el reto había sido
lanzado, el cielo se llevó mi deseo y hoy cuando lo miro, recibo su poesía, su
recuerdo y de su alma, solo caen lágrimas.
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