Desvaneció la nube su algodón, las estrellas
se escondieron en otro mar, el cielo se quedó solo, el firmamento lloró y
llovió vacío. No había olor, no existía ningún sabor que tocara labios ni mano
alguna que inventara una caricia. Y el vacío creó un velo de nada y a él me
aferré. Soltó la energía que siempre se transforma y en él volé. Atravesé el
silencio de los colores, el plasma de una inquietante soledad y el intenso aire
del viento muerto. El cuerpo era transparente y mis ojos lo miraban, el alma
brillaba y mis manos la tocaban…Mi corazón latía fuerte pero no estaba.
Desapareció
lo conocido y emergió el ansia del conocimiento, se arrugó el pensamiento y se
abrió infinita la mente, murió la razón y mi conciencia se expandió en el Todo.
Y el Todo era Nada y el viaje seguía puntual, sin tiempo. No caminaba el miedo
sino la esperanza, no era el instinto quien gobernaba sino la eterna sabiduría
cósmica. La inteligencia sideral, acurrucó mi forma y en posición fetal, pude
besar mi espíritu. Atravesé la puerta de mi esencia y una cascada de palabras,
llenó mi mente. Comprendí que yo era Todo, único, excelente y con el poder
heredado de mi Creador. Entendí que no hay más religión que la que no es
invento del hombre, que no somos ilusión sino el gran sueño de la Creación, que
una lágrima vale oro si sale del alma, que una sonrisa es basura si nace de la
hipócrita fingidez y que el pecado es la
sublime y miedosa burla de mi raza…Un castigo lleno de pena y sin misericordia
alguna, un castigo de pobres y un reto de ricos…Un negocio de la desigualdad.
Entendí y el viaje siguió. Mi velo empezó a oler, los ojos a mirar el
agua del nacimiento, los labios
acercaron a mi lengua un raro y exquisito sabor, las manos empezaron a tocar el
terciopelo de una música y mis oídos lo escucharon. Se entumecieron los dedos,
agrandaron huellas y se enredaron en un gran cordón umbilical, un cordón
forjado en hilos de plata, con piel de cuarzo y con destellos de corales y
negras amatistas. Desintegró el velo su consistencia y fuerte, me até al umbilical. Enredó todo mi cuerpo y
tenaz se apretó en mi garganta, la falta de oxígeno desvanecía mi ya corta
conciencia. Por primera vez, sentí miedo, me sentí humano…Me sentí morir, antes
de nacer.
De repente el inconsciente vibró, vi a mi ego germinar, a mi nuevo
corazón latir y a mi madre llorar. La intensa luz me sacó del agua y un montón
de guantes me recibieron, les dí un par de lágrimas para que se calmaran,
escupí mucosidades y me dejé abrazar. Escuché trivialidades, dejé que me
pusieran en una horrible cuna, medio reí para que mostraron su idiotez y en mi
primer sueño, de tanto en tanto un pequeño gemido les canté, para que me dieran de un excitante comer. Yo, esta vez, nací entendido, por eso…Nací irreverente.
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