Extiende su bruma la tiniebla y envuelve la mente, grita el aire un
patético silencio, calienta mi cara el humo del cigarrillo y te imagino
acostada, solo pensando. A lo lejos ya
clarea su ocaso el horizonte y una leve brizna de luna, asoma un tímido
reflejo. Yo te pienso, cierro mis ojos y te siento, abro mis manos y en el
destino marcado, veo tu dibujo. Pinto tu rostro y en mi entrecejo, te desnudo. El
cielo te respira y abre su lluvia para que unas gotitas de tu aliento, recorran
mi piel. Acelera la noche su manto y expira el Sol su puesta, fijo la mirada en
una pequeña nube, le doy forma, cambio su color e imagino que suda. Una
estrella, la más grande, vigila quieta, espera temblorosa en sus destellos y
plasma una hermosa fotografía en mi Universo. Y en mi fantasía, se convierte en
lienzo, fluyen carbones y dulces óleos, se pinta de música y ternura, huele a
vainilla y sabe a miel…El destello atraviesa la nube, se uniforma el color, la
silueta es deseada y nace un rostro, ese
rostro que un día escribí, el rostro de una ilusión, el rostro de mi sueño, tu
rostro.
Extasiado te contemplo y
pellizcándome, en él me juro. No es un sueño, eres tú hecha mensaje por el
cielo. No es una ilusión, es tu cara, iluminada por una estrella. No es una
distorsión, son tus facciones perfectamente marcadas. No es distracción, es mi
destino… Lanzo mi mano, te acaricio y siento una cicatriz en tu mejilla, esa
cicatriz que siempre enseña el camino de una lágrima hasta la comisura de tus
labios. Dejo un dedo de silencio en la mitad de tu boca y tu mirada se abre.
Tus ojos transparentan y en la retina veo el escribir sin parar de tu alma, tu
blanco es intenso y en tu cristalino no
hay ningún vaho. Avanzo mi dedo, recorro tu naricita y ya toco frente. Se
detiene en tu tercer ojo y en pequeños círculos lo abrazo, lo excito y le doy
el poder de sentirme. Tu boca se abre, los dientes afloran su pureza y tu
lengua me manda una promesa. Absorto, le
pido al cielo que expanda el lienzo, al tiempo que lo detenga por siempre y al
espacio, que se llene de viento y lo
haga infinito.
La
música agiganta sus notas, el mar salpica sus espumas y lo llena de sal, el
cometa afila su cola y se llena con el polvo de mil estrellas, el relámpago
ilumina escondidos rincones y espera el trueno su grito final. Mis ojos no dan
crédito, la Luna tampoco y mengua su luz, las estrellas se convierten en
ardientes ceras y chorrean por doquier. Se revientan las sábanas del cielo, cruje
la cama del Universo y el lienzo se abre eterno. Llega un ángel y carga tintas,
un sabio del Centauro, afila carbones, un plebeyo de Casiopea carga los aceites
y el más bello de los Arcángeles, frota por todo su cuerpo el pelo de sus
pinceles. La orgía celestial es inminente y la Luna en su menguante, empieza a
crecer sin parar, el mar ya no sabe qué salpicar pero pone a bailar a sus
corales y arrecifes, el dormido Sol no se atreve ni siquiera a chispear y el
cometa arrecia su fuerza por todo el lienzo y le da vida. Se juntan las nubes,
deshilan su algodón y se hacen seda en un gran velo. Tapan el lienzo y la
emoción me cubre por completo. Los seres menores se divierten, el gnomo se
convierte en pequeño y perfecto ombligo y veo como entra al lienzo. Dos hadas,
campanitas de mis cuentos, adoptan y
contornean dos suaves pezones y entran al lienzo. Llegan elfos convertidos en
dedos, mariposas en bellos vellos y un millón de rosas, seguidas por mil abejas
sin aguijón, mil colibríes y mil hormigas. Cada abeja, copula el polen de mil
rosas y es tal la intensidad que desprenden sus pétalos. Cada colibrí los toma
y cada hormiga los junta en su nido y los transforman en piel…Y entran al lienzo.
El
instante es sublime, el velo es recorrido y el trueno no grita, solo gime y
gime y gime. Se asusta el rayo porque ese no es su trueno, ríe el Arcángel y ante mí, aparece la pintura más genial que
un cielo puede crear: tu cuerpo.
Hierven
los sentidos, el deseo es confusión en el escalofrío intenso de la pasión, el
roce es querido por cada poro, la poesía tiembla y el mar ya no salpica. El
vigor de hombre crece y crece, la garganta enchina su saliva, la tilde su
multiplica pero no se atreve con el lejano verso. Mi cuerpo se abre en canal, las
piernas vibran, se contorsiona el espíritu, el sentimiento enaltece su tinta y
la boca se abre a la dulce lujuria por poseer cada gramo de tu piel. El instinto
se rebela, el niño salvaje entra en tu selva y el lienzo se mueve. La
estaciones se juntan, hielo en la distancia, calidez de fuego en el sueño, primavera
en la esperanza y otoño, al caer otra
vez el velo y amanecer sin ti a mi lado.
Deja que
el cielo te pinte siempre en su lienzo y fluye en mí.
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