Gira brusca la tormenta en mitad del bosque,
sacude el trueno un viejo aire, grita el cielo y la densa lluvia clava sus
alfileres sobre algodón de niebla. Tiembla el árbol, supura ámbar su corteza, la rama cruje y un rayo, su raíz de cuajo
arranca. Mueve la Tierra su eje, cambia la Luna su reflejo, se funde el iceberg
y el Sol se inmola en su esencia. La glaciación somete paisajes, pinta al
hombre de nieve y el gran témpano del tiempo lo guarda.
Viaja
una naturaleza virgen desde el confín del principio: tersas, suaves y afiladas
montañas, suculentos valles y hermosos ríos, brisas y pintados rocíos, oxígeno
puro, nieve hecha musgo en piedra, lienzo de cielo en azul supremo y ocaso enamorado
de rojo carmín. Suda el verde su miel de azahar, absorbe el volcán su lava, despacito
se dibuja tierna la perfecta imaginación y descubre el sueño que duerme en
brazos de la ilusión. Suspira la sublime creación, abre su garganta la Tierra,
grita el cielo y llora el mar su sal, esponja sus labios y le pide al viento
que la llene; poco a poco engulle sabiduría, belleza, arte, viejos versos y
nuevos colores, ternura y paciencia, sensualidad y religión…Y lanza el primer
gemido; traga dorados barros, el polvo de mil estrellas y el reflejo de cien
lunas…Gime otra vez, intenso y querido,
fuerte y sentido, come redondas piedras de río y contorsiona, bebe el tinto del
fuego y el espíritu arquea su alma. Gime por tercera vez, el universo estremece
su espacio, la espalda se abre y el orgasmo natural esculpe su obra de arte: la
mujer.
Descansa la nueva Tierra, madre suprema, creadora y tierna. Y la mujer
la mira, la llora, inventa una sonrisa y ama su piel. De su calostro bebe, de
su fuego embellece y de sus raíces aprende. Suspira al cielo un deseo y una
legión de ángeles cabalga y crea sentimientos. Uno por uno son enterrados en
cada molécula de alma, uno por uno son sentidos y necesitados…Uno por uno son
queridos y recitados. Descubre el rayo su poder y con una suave caricia desvanece la plata umbilical de su ser.
Camina la mujer, sola y perfecta, hermosa y desnuda, oliendo a tierra y sudando
mar. Viaja la historia y las huellas envejecen al caminar, el deseo no se
escribe en soledad y nace una ansiedad, esa ansiedad que duele por no amar, por
no tocar, por no besar. El idilio es imperfecto en el vacío, el abrazo entre
sus pechos es insuficiente y la mirada roba letras en el libro de una
incipiente vida. Suelta cabellos en cada hombro, eriza cada vello y valiente
adentra su estampa en busca del hielo. Brilla el gran témpano, el suspiro
ilusiona, el hombre espera y la mujer se atreve.
Se acerca
y deja que corra su aliento en caliente vaho, quema con su dedo cada arista de
hielo y le `pide al Sol una tormenta de fuego. Desnudo el hombre la mira, la
desea y le pide que de él sea. Gota por
gota el deshielo araña su cuerpo, caen los vellos y se aprieta la quijada, el
silencio muerde, la piel abre cada poro, se contorsiona el vientre, la mujer lo
mira, lo entiende, lo ama, lo desea y lo tiene. El espacio se contrae, frente a
frente, los senos hundidos en su pecho, cosquilleo entre piernas, un suspiro
compartido, un aliento comido y un beso sincero escribe su osadía y ya roza
labios. Escurre sus dedos entre cabellos, la mano aprieta su muslo, el corazón
late, el alma siente, el sentimiento nada y una ilusión permea el sueño de un
deseo. El calor es intenso, el témpano cae,
desmorona el hielo su agua, embravece el mar, los cubre de espuma y deja que
sus pieles se marinen de arena y sal. Besan las bocas y comen las lenguas,
huelen los labios y las miradas acarician, desahoga el instinto su animal y el
universo vibra, enreda la serpiente su árbol, penetra dulce el veneno y la mujer
absorbe todo el jugo de aquella suculenta manzana. Se reinventa el ser, se
imagina el dibujo, fluye puro lo erótico y el cuerpo desparrama sus óleos. Son
uno, música y canción, manos y guitarra, maple y violín, cálido humo y ronco
saxofón.
Se
preguntan y no se conocen, se sienten y miden respuestas. Entienden que una
caricia no admite cuestión y que un beso empieza la canción, que una mirada
descubre el alma y que un aliento vestido de suspiro, es un deseo permitido.
Saben que un vals se puede bailar acostado, que el mejor viaje es cuando su
cuerpo te reservó habitación, que un reflejo de Luna es promesa de sentimiento
y que un abrazo desnudo, es absorber por completo el alma ajena.
Esconde el
tiempo su prisa, arde despacito el crujir de la brasa, la ternura pega piel y
el beso se pierde dulce en la espalda. Los miran del cielo y desde la Luna los
aman, los funde en melodía el músico y el pintor los retrata en su aceite, talla
el escultor su desnudez y los escribe el poeta. Son complemento y verso,
historia de amor y leyenda de viejos amantes, un Adán y Eva no conocidos antes,
una Eva y Adán que así no nos explicaron.
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