Cuentan que un niño con él te quería llevar. Tan grande era el sueño que
lo dibujó eterno y cercano a tu horizonte, llenó de piel su insomnio y de
caricias una ilusión. Cada amanecer sentaba sus bruces frente a ti, pintaba sus
pequeñas huellas bajo tu espuma y despacito te recitaba el primer verso de su
día. Poco a poco te fue conociendo y aprendió a escucharte entre el susurro de
tu baja marea, empezó a quererte cada vez que una de tus leyendas le contabas y
supo explicar tus lágrimas cada vez que el hombre, tu pureza acechaba. Sus
noches marcaban soledad y solo el bravo rugir de tus rocas alimentaba una
esperanza entre tanta oquedad: abría su pequeña ventana y tu brisa lo envolvía,
cubría sus sábanas de sirenas y tritones, de vivas almejas y retraídos
cangrejos…de caricias de ola y ternuras de blanca espuma.
Creció el niño y el destino de ti lo separó. Vivió el hombre y en tu
recuerdo alimentó promesas, en su aliento escribió el deseo olido de tu reencuentro y en su cara pintó el dibujo de cada
una de sus sonrisas, con el pincel de tu ola besando aquellas pequeñas huellas.
Noche tras noche el sueño lo perseguía y se dio cuenta que su piel sudaba
lágrimas, esas gotas de alma con sabor a sal…esa nostalgia que recorre
escalofrío por la columna vertebral. Abría su ventana y tú no estabas, el
murmullo era de otro silencio y las aceras no se vestían con tu brisa. La Luna
ya no tenía su espejo y las estrellas se perdían entre otros destellos, sus
sábanas yacían perdidas entre viejas leyendas y cuando su piel era tocada, gritaba
y se encogía entre las escamas de recordadas sirenas. Le recitó al cielo su
desgarrada poesía, al viento el gemido de su anhelo y al rayo, le explicó el
poder perdido de su trueno. Sonrió el gran espacio y entre sus puños tomó un
pedazo de distancia, detuvo el tiempo su arrogancia, el aire su oxígeno y la
vida se envolvió como regalo del destino. Aquel hombre regresó a su mar, la
promesa encarnó deseo y una leyenda se escribió.
Y
llegó el día que te quiso poseer, ese día que el amor por ti era tan intenso
que cada latido de su gran corazón suspiraba con tu sangre, que cada rincón de
su alma te respiraba en silencio y cada mirada de sus ojos no tenía otro color
que tu azul. De frente te sintió y sudó, te nadó, te besó y de caricias te
llenó…tomaste su cuerpo y lo absorbiste todo, te atreviste entre sus dedos,
mojaste sus cabellos, peinaste su piel y atrapaste sus miedos. Fluyó dulce la energía del Universo, el cometa fue brasa y
el viento convirtió cada chispa en una estrella.
…Y sentiste que eras inmenso, que tu azul se
pintaba intenso, que cada caricia de cielo en brisa la convertías y que en tu
fuerza, reinventabas día con día nuevas olas y sublimes sueños. Amigo del viento y juglar encelado del trueno,
espejo de Luna y libro de la historia, cuenco de vida y transparente mármol esculpido
por la saliva del Universo. Se contorsionó tu cuerpo y te llenaste de arena y
playa, cerraste los ojos y se imaginó tu olor, abriste los brazos y encogiste
cada poro del hombre, sudaste…y un grano de sal se cristalizó, esa sal que
huele a sueño de niño y sabe a mar.
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