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miércoles, 31 de octubre de 2018

ROBÉ UNA NUBE



                Le robé una nube al cielo, la pegué a mi vida y cada día le imaginaba una forma distinta. En su algodón dormía, en su vapor mi alma desvestía y en su textura, despacito y con exquisita ternura, cada noche escribía. Mis velas prendía, ella se reía, dos copas llenaba pues ella también quería, de media luz mis paredes esculpía y con dos varas de vainilla, quemaba ese incienso que mi nube conmigo olía.
                Le robé una nube al cielo, la más blanca, también mi preferida, esa que hasta el arcoíris atravesaba cuando disimulaba distraída, esa que el Sol tapaba y esa que era cómplice de la Luna, cuando en mi piel la humedad de una mujer resbalaba. De mi poesía era creadora, en ella vivían musas y tintas tentadoras,  hadas y rimas deliciosas, también sílfides y algunas sombras aterradoras,  helechos, gnomos, mandrágoras y druidas que en sus pócimas adelantaban el tiempo en sus horas.
               Le robé una nube al cielo, la más hermosa, la que inventaba colores entre prismas de rosas, esa que guardaba lluvia y besaba cada una de sus gotas hasta que al reventar creaba vida y no otra cosa. Del cielo era la ubre más erótica, ese seno tierno de pezón siempre erecto, esa aureola que dibujaba las estrellas del Universo, esa caricia que en boca susurraba el más profundo amor en cada uno de mis besos. Era  suave y ardiente, conmigo siempre concupiscente, del amor el conocimiento más insistente y de mi sudor, ese escalofrío que en él, nace inherente.
              Le robé una nube al cielo, la que nadie quería, la más sola,  la que de su vientre crecían caramelos y amapolas, la que me gemía de noche y le gritaba al cielo en cada una de sus horas porque de él quería ser la más perfecta y de sus entrañas la más inquieta y primorosa. Era refugio de cometas, guardadora de los secretos de las estrellas, también de sus destellos y cuando dormía, sus anhelos exprimía y sobre mí se vaciaba toda. Era maravillosa, un libro con sus hojas hechas de carne en prosa, una leyenda que tenía escrita mi historia y una alcancía llena de aquellos recuerdos que de otras vidas, explicaban hoy, todos mis silencios y memorias.
              Le robé una nube al cielo, la más sabia, la que siempre trae agua, la que se convierte en nieve o calma cuando le da la gana, la más generosa y de la Tierra su sombra más esperada, la que siempre está, la que no le importa si es de noche o incipiente alba, la que siempre me acompaña en las buenas o en las malas, la que ahora vive en mi alma y me seguirá cuando trascienda, a una vida más lejana. En mi tumba le daré la mano, de su ternura me llenará, será vereda y camino en el paso al más allá, esa luz que guiará mi destino, ese regalo de algodón que envolverá mi paraíso, esa nube que robé y huele a eterno divino.



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