Estaba un viejo sonido componiendo notas en un
piano enterrado en la playa de su mar.
Caminaba su mirada perdida en un irrelevante horizonte, un oscuro vacío
lo envolvía y la tinta de su melodía, no
dibujaba expresión alguna en el pentagrama del cielo. Era tanta su tristeza que
la disfrazó de lluvia y dejó que resbalara por sus mejillas: lágrimas densas y
transparentes, mordidas en cada grieta
de labio, deseos cubiertos de hiel que arañaban cicatrices hasta el fondo de su
garganta…velo de viejas ansias que cubría poro a poro, la membrana de su alma.
Imaginó un regazo y de sus gotas lo llenó, de
sudor las envolvió y un atrevido viento, en caricia las convirtió…y era dulce y
suave, brisa y rocío… nadó mar, se atrevió y de su espuma se llenó, en aquella
arena rodó y dejó que unas manos de mujer, la moldearan en una suave duna de
triste amor. Encogió la playa su ocaso, la Luna se mostró y una estrella bajó.
Un destello brilló y la duna se desnudó, era tanta la caricia que erizó grano a
grano su temblor, era tanto su cariño que aquella mujer su piel le pegó…era
tanto el sentimiento que el cielo, cambió de color y la tristeza, voló.
Y
la caricia era mujer y la mujer, caricia. Era tocada y sentida, deseada y
peinada, escrita y de brisa mojada, preñada de ternura y leída en el fondo de su
alma. Caricia y mujer, sencillez y desnudez,
poesía y hambre de sed.
Fundió
la noche sus sombras en la nostalgia, el piano dejó de tocar y el viejo sonido
soñó, se partió en eco y suave música, en vibración y dulce gemido, en grito y
suspiro. Imaginó el destino de aquella musa, de fina seda la vistió y dejó que
la traviesa transparencia caminara excitación en cada pliego del hombre. Cosió
su piel con mil gotas de cien fragancias, pintó su espalda con los pinceles de
soñados azahares y rizó sus cabellos con los aceites de mil aceitunas. Le pidió
al rayo que su cuerpo depilara para que ningún vello se atreviera a transgredir
su figura y al mar que esculpiera cada uno de sus dedos para que sus caricias
latieran como corazón de mimo. De un reflejo de Luna dibujó sus ojos y le pidió
al cometa que arrancara pedazos de mar, de verdes valles, de cafetales y de
grises cielos, para darles color. Era tanta la hermosura que la caricia la enceló
en toda su posesión, la llenó toda y la penetró hasta besar sus entrañas:
escribió ternura en sus ojos, suavidad en sus manos y deseo en sus labios…tatuó
el sudor de la pasión en su vientre, humedad entre sus muslos y escalofrío en
cada pecho…pintó de calor sus piernas, de seducción sus caderas y de
sensibilidad sus brazos…arrodilló su música, desgarró su eco y despacito le
habló: le explicó que el erotismo sería un hermoso fuego, que su palabra
rendiría estrellas, que ante su mirada aullarían mil Lunas y que su elegancia
escribiría deseo en las mieles de cada poesía. Mujer y caricia, caricia y mujer…Mujer,
la caricia del viento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario