El
silencio atrapó mi vida como el horizonte limita su mar, el cielo dibujó su
brisa, el viento la pintó de rocío y gota a gota, empapó cada vello de mi
cuerpo. Sufrió el amanecer y penetró mi sueño, el dolor fue intenso y un ansia
lloró. El respirar se atrevió y un intenso frío, el corazón encogió. Sentí
profundo el vacío, mi carne se contorsionó y la pasión contenida, toda te exhaló.
Brotó rasgando piel la imaginación, me arañó la sensibilidad, una excusa enredó
su distancia y el miedo a la soledad convirtió en cristales de sal, cada espuma
de mi mar.
El
consuelo pidió permiso, poco a poco el pecado erosionó mis principios, fluyó
intenso un calor entre mis piernas, sentí tu olor, la seda de tus cabellos en mi
vientre, la esponjosidad de tus labios en mi pecho y tu sangre rozando mi alma.
Arrodillé mi fuerza, cerré los ojos, pedí al viento que no te fueras, al rayo
su fulgor y al trueno tu voz. Solté aquella lágrima que todavía desgarraba mi
garganta, mordí de lujuria mis labios, la piel enchinó sus poros, el pezón
erizó pasión y dentro de ti me fui. La sensación nadó su lava, tembló dura una
emoción, las vísceras se abrieron, el corazón explotó, el alma expandió su orgasmo y la profunda
soledad gritó su gemido.
Enloqueció el hombre en las ubres de su imaginación, cantó la música una
última nota, deshizo el escalofrío sus agujas y despacito los dientes dejaron
de morder sus labios. Llegó el corrosivo remordimiento, el frío y el silencio
de la soledad. Castigó el viejo cilicio sus púas, el erotismo se desvaneció en
su egoísmo y el poder de la mente atormentó sus miedos, entre las sienes de un
flagelado pensamiento. Corrieron las lluvias sin nubes, los destinos sin
escritos colores y los malditos recuerdos entre virtuales sensaciones. Cambió
el cielo su dibujo, una vieja Luna tapó el ocaso y las sombras se robaron el
destello de cada estrella.
Le pedí al silencio su perdón, al mar su
calma, a las paredes su abrigo y a mi memoria su olvido. Rompí en mil pedazos
las hojas del libro de mi destino porque este momento no estaba escrito,
regresé los miedos a cualquier infierno y quieto, volví a mirar mis vacíos. Temblaron
las manos y sus dedos entre puños se escondieron, el nervio soportó una taza
que no olía a café y mis latidos caminaban perdidos en un laberinto, que con
dulce saña forjé. “¡Despídete invierno de los sentidos porque de otoño me
abrigué, brinca Satanás porque del pecado te privé, desnúdate Luna porque me la
trajiste envuelta en tu velo y dentro eyaculé… porque necesitaba sentirla,
robarle mil caricias, despertar con su beso pegado a mis labios y arrullar su
mirada hasta que traspasara mi alma. Necesitaba que su desnudez atrapara mi
piel, que su aliento resbalara por mi sudor, que las sábanas por una vez la
gritaran, que la sangre hirviera y que la profunda imaginación por fin, caminara
tierna y húmeda. Necesitaba desearla, poseerla y abrazarla…necesitaba tenerla,
sentirla y gozarla… la necesitaba tanto, que solo, necesitaba amarla!”
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