Desgarra mi garganta el grito de un
sentimiento, confunde la sombra su agonía de luz, mira el pensamiento su
historia, suelta el puño su mano y lloran mis labios el recuerdo de un beso que
por más que arrancarlo quiero, todavía dibuja miel en sus grietas.
Pinta lágrimas de olvido la soledad, se
atreve quedito el nervio, fluye frío el
sudor, la mirada se cierra y no encuentra el alma un refugio en mi suspiro. Se
desbarata el hombre, gime el poeta, se ríe el silencio, el aliento quema, aquella fragancia duele y las tintas ya secan
su sangre sobre el papel de la vida.
Cae
tensa la oscuridad, el ocaso germina, el viento arde, crece el mar su marea, la
Luna aguarda y el abrazo no llega. Piensa el cielo en sus estrellas, la montaña
esconde su paisaje, aúlla el lobo, gira el cuello un búho y rechina el asfalto
un prepotente caucho. Una lamparita prende su constancia, la mesita su noche,
el libro se abre, las sábanas tapan, cruje una almohada y el escritor lee: ajenos
sentimientos se arremolinan en su pesar, las letras saben a música y los versos
a coñac, liman asperezas las páginas en sus manos, camina tembloroso el vaho, sueña
el pensamiento y el poeta prende un cigarrillo.
Deshace
despacito su piel la ceniza, los ojos se cierran y la mirada vuela.
El
loco amante se convierte en luz, su corazón en cometa, los dedos acarician todo
y sus manos tocan estrellas. El alma se
abre y desnuda habla, no respira y siente, en el vacío desea y en el reflejo de
su Luna se mira. Lo consiente la nube y de su azucarado algodón come, lo reta
el rayo, lo desbarata con la mirada y cae como trueno de mil luciérnagas. De
muy lejos ve su Tierra y le pide que lo alcance…y ella se muestra, baila, lo
rodea, lo abraza, lo seduce y en su astral condición, lo posee. Lo ama y le
dice que la penetre. Grita la Tierra, gime el poeta, se abren los valles, las
tintas corren, los ríos se parten, giran musas y duendes, el volcán explota y
el hombre vibra en el escalofrío universal.
Despierta en los brazos de su mar, con espuma de cielo pegada a su
cuerpo y dorada arena caminando por su espalda. Sus pies están llenos de
caricias, sus manos de ternura, su mirada de luz y su deseo de pellizcos, abrigados por una extraña pasión. Lo ve un
cangrejo y se ríe, burbujea una almeja y suave la besa, el horizonte pega el
cielo a su mar y el poeta escribe: no hay soledad, solo infinito, no hay
límite, solo poder, quizás no hay vida ni muerte, solo un sueño eterno que cambia de
colores.
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