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domingo, 30 de diciembre de 2018

EL COLIBRÍ


       Vomita el rayo su trueno porque anda borracho de tanto esperpento, huye el volcán de su montaña porque quiere que su lava resbale en el desierto, aprieta el acorde su guitarra porque no es madera para su nostalgia, aúlla el lobo al Sol porque su Luna, se quedó a media alba. Tomó el Creador una piedra de jade, la más brillante, talló con ella una pequeña flecha, le dio todo su aire y de su mano voló, surcando el cielo como nunca nadie.
        Destella el colibrí en su viento, a un palmo del árbol, a centímetros de la enredadera, a milímetros de la quimera, a cien yardas de una sorpresa, huyendo de una nube que se muestra perversa. Vaga intenso el azul sin un verde cerca,  el manantial en agua reverbera, el nenúfar sabe que el río no espera y despacito un horizonte espera a ser real, cuando llegue su primavera.
        Se muestra el colibrí desprendido, toca la cera, su flama, también la copa de un tinto  con olor a cerezas y madera, se pierde en caminos y brechas, liba de la rosa un estambre perdido, del musgo un hongo ensombrecido y del más pequeño gnomo, su tierno divino. Despierta la hormona entre alas que no son de mariposa, son de colibrí, audaz y perspicaz, valiente y persistente, voraz y volando siempre, en aire caliente.  A su vida le da una oportunidad, no le pide que retroceda, solo que lo aprendido no quede en olvido y que todo lo vacío, quede suprimido. Entonces se mira dentro, nota que es nada lo que lo llena por completo, que pronto no estará y que su destino, tiene un problema.
          A esa nada no había forma de sustituirla, lo aprendido no era suficiente, tampoco lo vivido y mucho menos lo sufrido.  Decidió rememorar, revivir aquellos momentos que por una u otra razón no había cumplido con su correcto pensar. Imaginó libertad y sintió que no la había tenido, soñó paz y tampoco la encontró en su albedrío, dibujó un mar y fue incapaz de dar color a tanta inmensidad. Escondió su alma en el bosque del silencio, entre mandrágoras y pinos, abrazó sombras y se acostó en henos, enredó su piel en raíces y alargó brazos entre corchos llenos de árbol viejo, lloró rocío y también le sonrió, a las espinas del frío.
          Lloraba silencio el colibrí, el dolor lo desparramaba inquieto, entre venas lo recorría terso, entre suspiros buscaba un sentimiento, en sus lágrimas un verso que fuera capaz de explicar su triste aliento. Un trueno lo sorprendió, de cerca le habló, le explicó que era valiente, también conspirador, ante el genocidio señalador, del amor un sutil pecador y de la sonrisa, su más elegante dador…que sus arrugas no eran en vano, que eran marcas de lucha, recuerdos aciagos, falsas ternuras, traiciones que en piel no había olvidado y quizás alguna que otra duda, que de su nada lo había llenado.
         De reojo el colibrí lo miró, una poquita luz de su rayo le pidió, aquel trueno lo consintió, todo lo iluminó, en sus brazos lo arrulló y con tierna mirada casi le habló.  Supo que aquel trueno le pedía trabajo, que fuera casa por casa, a cada árbol, que por aceras pasara, también entre semáforos, por cada vereda y que no se olvidara de volar cerca de las enredaderas en primavera…que fuera él, ese que era anuncio de las tormentas, también mensajero de lluvias inciertas, de la humedad un luchador pendenciero y de la nube, su más fiel compañero. Afiló sus alas, estiró su cuerpo, bostezó un aliento y emprendió el último vuelo, quizás para morir como actor en teatro o el mejor de los mensajeros.
         El colibrí estaba cansado de que no le hicieran caso, que por más que sus alitas agitara, no era del hombre un presagio. Y fue entonces que el cielo le dio su más precioso legado: “A partir de ahora serás señal, un ángel celestial, un mensajero universal. A ti todos se rendirán pues serás de su ignorancia el santo grial, la piedra filosofal y también ese pequeño ser que en cada una de sus alitas les mostrará lo que viene de verdad. El terremoto te esperará, también el tsunami y el huracán, el tifón y el más valiente volcán, la guerra y la mentira serán por ti advertidas, también la envidia y todo resquicio de hipocresía, la traición será leída antes de que tenga vida, la inquisición suprimida, las promesas serán cumplidas y el sueño de cada uno, la única religión que explique sus días. Te cambiarán de nombre, te llamarán libertad, serás monumento en cada esquina, fotografía en cada cantina y también te escribirán, dulces poesías.
        Y el colibrí se durmió con la ilusión que el cielo le dio. Al día siguiente diferente  amaneció, todo era color, el verde tenía otro olor, las montañas reflejaban un dorado resplandor, el mar sonreía lleno de vigor, el viento fluía lleno de un exquisito sabor y el cielo a cada minuto, cambiaba su óleo y también mostraba en pentagrama, todo su candor. El oso abrazaba su rama, un gorila a una hiena mimaba, el gato hablaba con la rata, la serpiente con una rana, el águila caminaba, el delfín a una ballena palabras le cantaba, el dinosaurio volaba y la rosa a cada pétalo le daba nombre, apellido y hasta a la escuela lo acompañaba. El colibrí no entendía, algo extraño pintó distinto su día.
        Se abrió el cielo, las estrellas se juntaron como autopista, los cometas eran vigías, los meteoritos piedras llenas de alegría, la Luna estaba desnuda como reina tocada por una hermosa poesía y el Sol sonreía, porque no había preguntas que cuestionaran su día. Pensó el colibrí y un ángel le mostró pleitesía. Le contó que ahora estaba en “Tierra prometida”, que pronto llegaría el Creador y que él lo ayudaría. Cerró los ojos, la pregunta lo rasgó, el ángel entendió, un abrazo extendió y entre alas y alitas al colibrí respondió: “el cielo como señal te mostró, el hombre no entendió, su gran orgullo lo venció, la ignorancia lo tomó y de esta Tierra, al no hacerte caso, se extinguió. Pero no estás solo, una hembra el Creador te dio, procrea y de colibríes será esta Tierra, de colibríes que como tú, serán por siempre, los mensajeros de La Luz.”
        Desde entonces la Tierra se llamó: X´TS´UNU´UM (nombre maya que expresa Colibrí), un nuevo hombre sobre ella empezó a caminar, el Creador lo dotó de alma, corazón y también razón. Sentó aquel ser junto al colibrí, no dudó, a los dos miró y sentenció: “Eres frágil y ligero de tal manera que a la flor más delicada te acercarás y ni un pétalo tocarás, tus plumas brillarán bajo el Sol y en cada gota de lluvia mil colores reflejarás. Llevarás los pensamientos de los hombres de lugar en lugar, de la luz serás mensajero y también de la verdad, no tendrás tregua, tu trabajo será voraz pero jamás nadie ni una pluma te tocará, porque quien ose hacerlo, morirá. “
         Es por eso que nunca verás un colibrí en una jaula ni en la mano de ningún humano dejar de volar.
         Y dirigiéndose al hombre, terminó: “Si alguien te desea un bien, el colibrí tomará ese deseo y hacia a ti, en sus plumas lo cargará. Si alrededor de tu cabeza lo ves volar, no lo toques porque de ti está tomando verdad, para llevarla a los demás. Piensa siempre en positivo, por algo has visto a un colibrí en tu camino, algo extraordinario sucederá porque también tu abrazo es capaz, de llevarlo más allá.”
         Desde entonces, hombre y colibrí viven juntos y en paz. Uno es mensajero, el otro todavía un ser muy incapaz. Uno explica libertad en su volar, mientras el otro todavía la busca en su largo caminar. Uno no se cansa jamás y el otro…mirarlo solo es capaz.




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