Hoy emprendiste
un largo viaje, un camino sin peaje, un destino al que algunos quisiéramos acompañarte,
el último atajo de tanto aprendizaje. Cerraste los ojos, la falta de tu mirada
nos dolió a todos, la rigidez de tu cara y también ese último suspiro no comprendido, que para ti, era un gran
alivio.
Me acerqué, la frente te acaricié,
también la mejilla, al oído te susurré, cayó una lágrima, resbaló por mi cara,
tembló al cruzar mis labios y fue entonces que sentí de tu alma, el más cálido
de sus abrazos. Empapó mi tristeza tu almohada, tú ya no estabas, se abrió la
ventana, un olor a rosas y jazmines invadió toda la estancia mientras el rosario callaba porque del cielo, ya eras
su hada.
Como cada noche, la Luna nos saludó,
en su reflejo una nostalgia se mostró, una extraña melodía nos acompañó, un
acorde entre mis dedos apareció, tomé tu mano, el frío me sobrecogió y de hermosa
luz, una música nos envolvió: era la música de tu piano, ese viejo anciano, ese
joven sabio que bajo tus huellas, explicaba cada noche lo que en él, habías
creado. Recuerdo escucharte en mis sueños, cada uno de aquellos profundos
sentimientos que en tus dedos eran regalo, cada caricia repetida en melodía y cada suspiro
que hablaba sin pausa porque tu alma, ya estaba cansada.
Quisiera explicarte porque de ti nací,
porque te elegí, porque gracias a ti soy
poeta y no de la vida un simple aprendiz, porque lloré la primera vez que te vi
y porque siempre fui en ti, tan feliz. Quisiera despertarte, tus cabellos
peinarte, cada mejilla besarte y que otra vez me dieras, tu consejo de madre. El
tiempo decidió por mí, a tu lecho llegué tarde, te fuiste sin esperarme, solo
tu cuerpo me dejaste, una gargantilla que desde niño me heredaste y un anillo
que en tu dedo, un día, puso mi padre.
Te acompañaré hasta que la noche
sea alborada, prenderé dos velas, llenaré de tinto dos copas, recordaremos
cuando cazábamos mariposas, el día que te regalé una rosa y también cuando en
tu regazo, te respiraba tierna y hermosa. Le pediré al tiempo la memoria más
ancestral, al espacio que mime tu astral,
a cada río de estrellas que desborde con furia su caudal, a nuestro
Mediterráneo que nos llueva su sal y al viento, que te acompañe a la Luz para
que abraces, el eterno Universal.
Ya te dejo ir, llorar no depende de
mí, tampoco el vacío que me deja tu partir pero sí el vivir, porque para eso,
de ti nací. Hasta pronto mamá.
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