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sábado, 1 de diciembre de 2018

HASTA PRONTO MAMÁ.



             Hoy emprendiste un largo viaje, un camino sin peaje, un destino al que algunos quisiéramos acompañarte, el último atajo de tanto aprendizaje. Cerraste los ojos, la falta de tu mirada nos dolió a todos, la rigidez de tu cara y también ese último suspiro  no comprendido, que para ti, era un gran alivio.
             Me acerqué, la frente te acaricié, también la mejilla, al oído te susurré, cayó una lágrima, resbaló por mi cara, tembló al cruzar mis labios y fue entonces que sentí de tu alma, el más cálido de sus abrazos. Empapó mi tristeza tu almohada, tú ya no estabas, se abrió la ventana, un olor a rosas y jazmines invadió toda la estancia mientras  el rosario callaba porque del cielo, ya eras su hada.
             Como cada noche, la Luna nos saludó, en su reflejo una nostalgia se mostró, una extraña melodía nos acompañó, un acorde entre mis dedos apareció, tomé tu mano, el frío me sobrecogió y de hermosa luz, una música nos envolvió: era la música de tu piano, ese viejo anciano, ese joven sabio que bajo tus huellas, explicaba cada noche lo que en él, habías creado. Recuerdo escucharte en mis sueños, cada uno de aquellos profundos sentimientos que en tus dedos eran regalo,  cada caricia repetida en melodía y cada suspiro que hablaba sin pausa porque tu alma, ya estaba cansada.
             Quisiera explicarte porque de ti nací,  porque te elegí, porque gracias a ti soy poeta y no de la vida un simple aprendiz, porque lloré la primera vez que te vi y porque siempre fui en ti, tan feliz. Quisiera despertarte, tus cabellos peinarte, cada mejilla besarte y que otra vez me dieras, tu consejo de madre. El tiempo decidió por mí, a tu lecho llegué tarde, te fuiste sin esperarme, solo tu cuerpo me dejaste, una gargantilla que desde niño me heredaste y un anillo que en tu dedo, un día, puso mi padre.
            Te acompañaré hasta que la noche sea alborada, prenderé dos velas, llenaré de tinto dos copas, recordaremos cuando cazábamos mariposas, el día que te regalé una rosa y también cuando en tu regazo, te respiraba tierna y hermosa. Le pediré al tiempo la memoria más ancestral, al espacio  que mime tu astral, a cada río de estrellas que desborde con furia su caudal, a nuestro Mediterráneo que nos llueva su sal y al viento, que te acompañe a la Luz para que abraces, el eterno Universal.
            Ya te dejo ir, llorar no depende de mí, tampoco el vacío que me deja tu partir pero sí el vivir, porque para eso, de ti nací. Hasta pronto mamá.
         

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