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martes, 31 de octubre de 2017

MUSA Y POETA...(EROTISMO EN SILENCIO)


                  Fluye tersa la primera caricia, despacito resbala el dedo entre aceites y chocolates, viaja húmedo el aire y un suave calor se posa en tu piel. Asume la mirada su poder, un aliento dibuja vaho entre labios y pierde la cera su última chispa entre luces de medios tonos. Un añejo tinto descuelga su caldo y el pulso habla inquieto, el silencio mastica un verso y lo funde en temblorosa saliva, cruje la brasa, arde un deseo, grita la pasión y un instinto goloso, se desgarra entre lágrimas de lujuria.
                  Siénteme porque mi alma le robó un latido a tu corazón y una música está por nacer, tócame porque quiero imaginar tentación, mírame porque quiero atreverme, dame un beso y recuéstate en mis brazos, muéstrame tus ojos, ciérralos y deja que mi pecho se pegue a tu espalda. Mueve tus hombros con suavidad y déjate llevar. Nota mis labios vértebra por vértebra, un beso en tu lunar y mis dedos perdidos entre tus cabellos. Ya mi aliento calla tus labios, tu cuerpo se eriza y contorsionas tus muslos. Las manos aprietan caricias, el sudor exhala cariño, se entrelazan los pies, muerde un suspiro y el olor se tatúa. El sentimiento deshace razón, la ilusión emociona un sueño y el profundo erotismo camina de puntitas por cada escama de piel. Llega la pausa, despacito una nube tapa su Luna y la desnudez pinta suave, una sombra de caramelo en la pared.
                  Relame una copa tus labios, chorrea su carmìn una cera, pide permiso una extraña brisa y tu mirada atraviesa mi deseo. Amo tus ojos y en mi boca dibujo de beso tus pestañas, tu mejilla me acaricia como velo de viento, siento el mar de tu lengua en cada uno de mis dientes y el profundo gemido de tu alma, desgarra mi garganta. Eres mía, cierro mis ojos frente al teatro de tu cuerpo, escucho como tus labios se abren, como tus poros expanden  sudor, como la música pervierte cada acorde, como tu piel me pide y como late tu deseo. Te siento profunda y me hablas de miel, se desbocan dos almas y gime intensa la poesía de una pasión. Copia el sentimiento la erección de tu pezón y se hace más fuerte, recita un grito el vigor pegado a tu vientre y se abre dulce, el hermoso libro del edén. Se derraman en cascada latidos y gemidos, caricias y colores, orgasmos y sensaciones, besos y seducciones…Y el poeta fluye, la musa bebe el agua de un placer inspirado, el viento empuja la nube y una Luna desnuda sus pétalos ante la mirada absorta del Universo. Despierta firme el impulso erótico de un sentimiento y se viste de ilusión. El sueño empuja y la seducción empapa, una contorsión explica su música, el olor excita y dos cuerpos terminan en un gemido orgásmico la pulcritud de aquel acorde.
                  Duerme el cabello su beso de pecho, descansa el brazo en terciopelo y la mano recorre despacito una vieja ternura. El olor roba sudor, piel pegada a piel, los alientos esconden miradas y nace el primer verso de una poesía. Dibuja el cielo su color y la imaginación lo pinta, una calidez piensa un escalofrío y el dedo lo recorre, se eriza el vello, agita la boca un suspiro, el pecado es intenso, el miedo tiembla su infierno y crece húmedo el beso entre axilas y rincones. Huele el amanecer sus viejos granos, la caricia araña su penúltima ternura y la seda sueña transparencias. Eriza la almohada sus algodones, desnuda la sábana un espacio, grita una suave brisa y un rocío se moja, se besa y se acaricia. Una taza se atreve y caliente roza labios, se juntan las manos y un sorbo pervierte café. La poesía encuentra su rima, una inspiración guarda  la punta de un deseo, una mirada seduce y un mimo de miel recorre las grietas del alma.
                   Amanece café. La imaginación espera, yace tierno el suspiro, cierra sus poros la piel y el beso duerme pegado. El pensamiento es cómplice de un silencio consentido, la musa se convierte en hada y el poeta duerme.  Atónito sufre el sueño, la cuerda se tensa, el hada vuela y el poeta enreda sus miedos entre los hilos de la inspiración. Hada y marioneta, erotismo y sentimiento, imaginación y letras…Musa y poeta, erotismo en silencio.


               
                 

          

           

MUSA Y POETA...(EROTISMO EN SILENCIO)


                  Fluye tersa la primera caricia, despacito resbala el dedo entre aceites y chocolates, viaja húmedo el aire y un suave calor se posa en tu piel. Asume la mirada su poder, un aliento dibuja vaho entre labios y pierde la cera su última chispa entre luces de medios tonos. Un añejo tinto descuelga su caldo y el pulso habla inquieto, el silencio mastica un verso y lo funde en temblorosa saliva, cruje la brasa, arde un deseo, grita la pasión y un instinto goloso, se desgarra entre lágrimas de lujuria.
                  Siénteme porque mi alma le robó un latido a tu corazón y una música está por nacer, tócame porque quiero imaginar tentación, mírame porque quiero atreverme, dame un beso y recuéstate en mis brazos, muéstrame tus ojos, ciérralos y deja que mi pecho se pegue a tu espalda. Mueve tus hombros con suavidad y déjate llevar. Nota mis labios vértebra por vértebra, un beso en tu lunar y mis dedos perdidos entre tus cabellos. Ya mi aliento calla tus labios, tu cuerpo se eriza y contorsionas tus muslos. Las manos aprietan caricias, el sudor exhala cariño, se entrelazan los pies, muerde un suspiro y el olor se tatúa. El sentimiento deshace razón, la ilusión emociona un sueño y el profundo erotismo camina de puntitas por cada escama de piel. Llega la pausa, despacito una nube tapa su Luna y la desnudez pinta suave, una sombra de caramelo en la pared.
                  Relame una copa tus labios, chorrea su carmìn una cera, pide permiso una extraña brisa y tu mirada atraviesa mi deseo. Amo tus ojos y en mi boca dibujo de beso tus pestañas, tu mejilla me acaricia como velo de viento, siento el mar de tu lengua en cada uno de mis dientes y el profundo gemido de tu alma, desgarra mi garganta. Eres mía, cierro mis ojos frente al teatro de tu cuerpo, escucho como tus labios se abren, como tus poros expanden  sudor, como la música pervierte cada acorde, como tu piel me pide y como late tu deseo. Te siento profunda y me hablas de miel, se desbocan dos almas y gime intensa la poesía de una pasión. Copia el sentimiento la erección de tu pezón y se hace más fuerte, recita un grito el vigor pegado a tu vientre y se abre dulce, el hermoso libro del edén. Se derraman en cascada latidos y gemidos, caricias y colores, orgasmos y sensaciones, besos y seducciones…Y el poeta fluye, la musa bebe el agua de un placer inspirado, el viento empuja la nube y una Luna desnuda sus pétalos ante la mirada absorta del Universo. Despierta firme el impulso erótico de un sentimiento y se viste de ilusión. El sueño empuja y la seducción empapa, una contorsión explica su música, el olor excita y dos cuerpos terminan en un gemido orgásmico la pulcritud de aquel acorde.
                  Duerme el cabello su beso de pecho, descansa el brazo en terciopelo y la mano recorre despacito una vieja ternura. El olor roba sudor, piel pegada a piel, los alientos esconden miradas y nace el primer verso de una poesía. Dibuja el cielo su color y la imaginación lo pinta, una calidez piensa un escalofrío y el dedo lo recorre, se eriza el vello, agita la boca un suspiro, el pecado es intenso, el miedo tiembla su infierno y crece húmedo el beso entre axilas y rincones. Huele el amanecer sus viejos granos, la caricia araña su penúltima ternura y la seda sueña transparencias. Eriza la almohada sus algodones, desnuda la sábana un espacio, grita una suave brisa y un rocío se moja, se besa y se acaricia. Una taza se atreve y caliente roza labios, se juntan las manos y un sorbo pervierte café. La poesía encuentra su rima, una inspiración guarda  la punta de un deseo, una mirada seduce y un mimo de miel recorre las grietas del alma.
                   Amanece café. La imaginación espera, yace tierno el suspiro, cierra sus poros la piel y el beso duerme pegado. El pensamiento es cómplice de un silencio consentido, la musa se convierte en hada y el poeta duerme.  Atónito sufre el sueño, la cuerda se tensa, el hada vuela y el poeta enreda sus miedos entre los hilos de la inspiración. Hada y marioneta, erotismo y sentimiento, imaginación y letras…Musa y poeta, erotismo en silencio.


               
                 

          

           

lunes, 30 de octubre de 2017

ESPEJOS...


                   Dibujó una ventana la ilusión, una pared la tomó, el aire robó impulso y un nuevo sueño, en su azote la abrió. De par en par se mostró, su desnudez atraía mirada y sus listones de vieja madera sudaban polvo y astillas. El viento de paso de reojo la observaba, el jardinero de siempre la espalda le daba y los susurros de su calle ni a sus oídos llegaban. Siempre en soledad pero siempre allí, nunca  cerrada pues aquel sueño jamás la dejaba y siempre dispuesta a pintar, a sentir y a enseñar.
                    Era la ventana de mi niño, la ventana en donde veía lo que mi sueño quería ver, lo que mi pensamiento quería imaginar y lo que mis ojitos querían mirar. De frente esperaba, dejaba que el tiempo observara y que aquella ilusión, por fin llegara. Caían mis pestañitas, respiraba hondo hasta el vientre, relamía entre dientes mis labios y juntaba mis pies. Despacito hacia ella caminaba y cuando su olor impregnaba el polen del día en mi carita, exhalaba poco a poco algunas gotitas de mi alma.
                    Y llegaba el artista cargado con cien pinceles y diez carbones, con transparentes lienzos y sin caballete, con un pequeño sombrero y una hermosa bufanda gritando a vieja. Repartía con sumo orden sus pinceles a muchos pequeños seres. Se quitó el sombrero, arrojó la bufanda a un vacío que por ahí pasaba y dibujó dos chasquidos con sus dedos. Del bosque profundo que no veía apareció un druida, con su mano izquierda hizo a un lado su larga y blanca barba y con su derecha acarició un dorado saxo. Respiró y su aliento empezó a mostrar notas de color. Del horizonte un piano caminó, un frondoso árbol desnudó sus corchos y en él sentó raíces. De pronto sus ramas se convirtieron en mil dedos y creó las más hermosas escalas de música compuestas por algún antiguo cielo.
                     Llegó el torbellino de la imaginación, el artista puso un carbón en cada uno de sus dedos y empezó a bailar. Rechinaba el carbón, pintaba un pequeño pincel, deslizaba color y más color una gran brocha, saltaban sombras entre luces, verdes entre ocres y un azul que se creía cielo lloraba por pincel que lo poseyera. Y mi niño soñaba, el artista dibujaba y aquellos seres pequeños pintaban. La música era hermosa, el viento sentado miraba y el pensamiento de un pájaro esperaba a ser dibujado para volar. Todos los días el paisaje cambiaba, se reinventaba y mi niño imaginaba, soñaba y creía.
                     Pasaron algunos años y aquel niño dejó de serlo. Por un tiempo la ventana se cerró y solo era acariciada de tanto en tanto por un terco trapito de extraño algodón con lino. La pared entristeció su pintura y aquellos listones envejecieron sus astillas hasta el dolor de sus cristales. Pasaron cincuenta años y aquel hombre necesitó soñar y se acordó de aquella ventana.  La abrió y de frente esperó. Cerró sus ojos y respiró hondo hasta el vientre, entre dientes relamió sus labios y junto los pies. Despacito caminó hacia ella, dejó que un olor a polen se impregnara en su cara y exhaló.
                     Todo era oscuridad, nada se imaginaba, el pensamiento huía y el sueño no llegaba. Lo intentó una y otra vez,  se concentró, respiró más y más profundo hasta que el vientre doliera y nada cambió. De repente una pequeña luz se dibujó, expandió su forma y en espejo se convirtió. A su lado, otro creció. Y otro y otro y otro, hasta cien. El hombre miraba y se veía, buscaba y solo se veía, respiraba y los espejos exhalaban. Todo era vacío y en él se abrazaba. El sueño era él. Él mismo se soñaba, miraba y se miraba solo. Tembloroso pensó que había perdido la capacidad de soñar. Recordó que su alma tenía que dar, que la tenía que sentir para que el sueño fuera dibujado en su realidad. Y lo hizo. Juntó con fuerza el alma a su corazón y cuando exhaló, sintió como unas gotas de su alma vivían, sufrían y le explicaban que soñar es costumbre de niños, menester de hombres, ilusión de amantes y culto de poetas. El sueño se hizo a si mismo, la ilusión abrazó historia, la imaginación escribió poesía y el pensamiento fluyó suave en la ternura de su cielo. El paisaje más hermoso y maravilloso sólo se pintó, aquellos cien espejos se convirtieron en un lago donde millones de gotas dibujaban una y otra vez las puntas de los más perfectos diamantes.  Se pegaron los colores en las cuatro estaciones y se escribieron en cada una de ellas. El cielo era verso y las nubes algodones de ternura, los pájaros no esperaban a ser dibujados pues ya volaban y la música brotaba y brotaba por todos los rincones. Recordó que cuando era niño, soñar era su estado natural. Lo hacía sin más. Y se preguntó como fue que al crecer perdió aquella capacidad, como fue que perdió la fuerza de su alma y cómo fue que permitió que aquella ventana hubiera estado cerrada por tantos años.
             Jamás pierdas la capacidad de soñar, abre la ventana y deja que tu alma te haga volar.


                   
                  

                 

sábado, 28 de octubre de 2017

LOS ATEOS, TAMBIÈN HABLAN CON DIOS.


              Quemaban ceniza tus labios, tus mejillas temblaban làgrimas y un miserable viento te enredaba entre polvo y cabellos. Vibraba tu sombra,  un reflejo se mostraba y poco a poco aquella acera te dibujaba. Desvanecìa la pared su viejo tiempo, vigilaba carcomida la tiesa farola y un perro levantaba su pata en el primer árbol. El duro invierno imponía sus filos, un hombre cansado arrastraba sus pies y una vieja ventana reflejaba el tejer de unas mancilladas manos.
              El portal cansado, la puerta cerrada, el olor podrido y tus sueños, asesinados por el poder de una tragedia escrita con tu puño y letra, buscaban la sutil excusa de una ajena culpa. Tu voz interior no cesaba, el grito rasguñaba y una razón desataba el infierno de la duda. ¿Dios? ¡No es opción! ¡No existe! Cerrabas los ojos y el vacìo era eterno, en èl caìas, no veìas fondo, el aire arremetìa contra tu cara y las entrañas rasguñaban huesos y piel. Esa libertad era miedo,  la oscuridad era culpa, el escalofrìo arañaba ansiedad y la seca saliva entumìa  boca hasta la ùltima grieta de tus labios. Y la pesadilla persistìa, las petañas no se atrevìan a cerrar tus ojos, el vacìo cada vez era màs grande y en la caìda, ya ni el aire osaba respirar.
             Despertabas hundido en la profunda depresión, en un mar sin espuma ni oxìgeno, en las fauces de una reseca garganta y en la soledad del absoluto infierno. Tus manos no abrazaban y en tus dedos se borraba dìa con dìa el recuerdo de la última caricia. Tu piel exhalaba dureza por no ser tocada, los cabellos recubiertos de canas se perdían en cualquier peine y tu mirada caminaba perdida en cualquier esbozo de medio cielo. Pasaba la gente y te miraba, una suave lluvia empapaba tu alma, de vez en cuando un extraño ruìdo te recordaba que vivìas y una densa neblina era la única que te sonreía.
             La desesperación te obligaba, el silencio empujaba, el pensamiento querìa,  pero tu corazón se conformaba con un pequeño latido. Persistìa en su empeño la tormenta, el agua resbalaba calles, la presa ahogaba su espacio y el rìo embravecía su caudal. El rayo envolvía su cielo, el viento enredaba fuerza y el granizo escupìa sus balas a diestra y siniestra. Sin ver salida, te acurrucaste en tu portal. Sin esperanza, cerraste los ojos, recordaste y empezaste a rezar. Desbordò hiel el rìo, tronò la pared de la presa y un terrible destino preñò tu calle. El grito del trueno fue intenso, la calle oscureciò, el agua bajò calle con tanta fuerza que el instante fue eterno y el abrazo te supo a muerte. La riada te llevò y te llevò. Nada donde sujetarte. Solo un pensamiento: “¡Dios mìo!”, solo lucha por tener una bocanada de aire, tesòn por alzar una mano, instinto por vivir, memorìa corriendo película de toda una vida en segundos, sùplica de una ayuda imposible, ojos abiertos buscando algo o alguien. Otra bocanada de aire, silencio, gritos, làgrimas pidiendo “¡Dios mìo, ya no màs!”, màs aire, ¡Ayùdame!…Y de pronto a tu izquierda, un hombre abrazado a una tiesa y fuerte farola, tendió su mano para que vivieras. A ella te aferraste con tal fuerza que dolió, con tanta esperanza que aquel hombre sonriò, con tanta vehemencia que tu corazón latió fuerte y sincero en aquel abrazo. Poco a poco, bajò el agua su caudal, despejò el cielo sus negras nubes y el rayo reflejò su distancia con algún que otro lejano trueno. Tu abrazo era consistente y firme, pero tu alma languideció al ver que aquel hombre que te había salvado la vida, empezaba a llorar.
              Lo miraste, con tus manos secaste sus làgrimas y tus ojos preguntaron. El hombre mordió sus labios, tu mano sacò uno por uno los cabellos de entre sus ojos y en su mirada supiste que empezarìa a hablar.
              -“¡Por favor, ayúdame! Mira, no tengo piernas.”
              Un gran escalofrìo recorrió tu espalda. El miedo no era opción y no lo tuviste. Enfrentaste su condición y jamàs mostraste làstima. Solo pensaste en tì, en èl y en Dios. Lo ayudaste y junto a èl te sentaste. El momento agotò paciencia y el hombre prosiguió.
              -“Hace dos años tuve un accidente de coche. Perdì mis dos piernas, a mi esposa y a mi hija de dos meses. Desde entonces, dediquè mi vida a maldecir mi destino, mi nacimiento y mi Dios. A Èl las culpas, los rencores y los remordimientos. Porque antes, Èl estaba en mis silencios y ahora solo hay ruidos, porque antes estaba en mi hogar y ahora està la oscuridad, porque antes estaba en mi trabajo y ahora nada tengo, porque antes creì que era Èl quien me protegía  y ahora solo en el sueño me siento protegido, con mis dos piernas con mi esposa y con mi hija. Por mucho tiempo he huìdo de mi realidad, de este càliz y de mi Dios. Pero hoy lo sentí. Lo sentí cerca, a mi lado, luchando conmigo para poder sobrevivir. La riada se llevò mi silla y sin saber còmo, mi brazo se aferrò a esta farola. Porque debes saber que yo no sè nadar. Y fue cuando te vì, una fuerza me empujò y mi mano te pudo alcanzar. Ahora estàs a mi lado y debes saber que hoy, mi vida cambiò. Porque Èl me atò a esta farola, quiso que viviera para que tu vivieras, quiso que entendiéramos que aquí estamos por algo, que nuestros destinos ya están escritos y que debajo del agua ya dejamos lo que fuimos.
               ¿Y tù, hablas con Dios o esperas sentado en el portal, para que cuando veas llegar la sombra de tu muerte, arrodilles tus creencias?


            

             

EN LAS PUERTAS DEL CIELO...


martes, 24 de octubre de 2017

UN BESO DE LUNA...


              Naciò un beso del alma, un beso sin labios ni aliento, sin gemido ni suspiro, sin abrazo ni destino.
              Naciò un beso del mar, un beso de espuma y sabor a sal, lleno de versos y reflejos, de luz y poesía, de magia y sabiduría.

              Amigo del viento y ala de àngel, canción de cielo y terciopelo de Universo, cómplice del aire y dador de ternura, historiador de anhelos, precursor de sueños y principio del sentimiento. Lo adoptò el viejo sabio de la màs alta montaña, le enseñò a derritir nieve, a nadar humedades y a sufrir ansiedad. Lo llevò a la fuente màs pura y en el cristal de las primeras aguas reflejò deseo, en el caudal del rìo màs bravo escribió pasión y cuando llegó a la cima de la montaña, excitò los màs tìmidos aludes de aquella montaña.  Y sintió su poder.
              Anocheciò el dìa, temblò la nube su color y cien estrellas dibujaron lluvia en el cielo. Crujìa el tronco y gritaba el fuego, un frìo no se atrevìa y el sabio dormía. El beso se soñaba, la nieve engrosaba su manto y un ciervo, en todo lo alto, vigilaba la nueva Luna. De repente un meteorito quemò viento, la tierra se abrió, erizò la nieve su hielo y de la grieta, un rayo de luz surgió. Se contorsionò el reflejo, el blanco era càlido y un olor caminaba intenso y suave. El beso no se atrevìa y la figura se hizo àngel. Abriò un viejo libro de aquel sabio y con la mirada fijada en el beso, recitò un anhelo de cielo.
             “Tù seràs canción. Una canción con acordes de nostalgia, nacida del piano de los arcángeles y con la melodía de un viento de Luna. Un sentimiento creado por el amor, un deseo acariciado de ternura y una pasión escrita en el pentagrama de la osadìa. Vibrarà tu piel y entre muchos labios sonreiràs, seràs guitarra en desiertos y ocèanos  y en tus cuerdas ahogaràs espumas y fundiràs mareas. Abrazaràs cuerpos y en cada respiración, exhalaràs sus miedos, templaràs la dulce flauta de la poesía y en cada uno de sus versos, escribiràs sus nombres. Seràs miel en àsperas arenas y la erótica razón de una mirada, excitaràs sudores, preñaràs sueños y en cada gota de tu saliva vivirà terso, el pètalo de una rosa.”
              Despertò el viejo sabio y el beso le contò su sueño. Pensò, acicalò con vehemencia sus canas y su larga barba, mirò la timidez de aquella difuminada luna y caminò. Contaba pasos el bastòn y el circulo cansado, agotaba su diámetro. Sonreìan las viejas piedras y una nube ayudò tapando los rayos del incipiente Sol. El sabio hacìa lo que sabìa hacer y el beso, una y otra vez, se probaba, se besaba y se miraba en su fuente. Pensò el sabio que jamàs había visto nada igual, que ese beso por ser el primero era demasiado perfecto, intenso y poderoso: Perfecto en su estructura, intenso en el sentimiento y tan poderoso que robarìa almas. Imaginò la Creaciòn, el principio de los tiempos y la contìnua expansión del Universo. Abriò su mente a la imperfección humana, a la reinvención de cada amanecer, al ocaso cuando se funde en el mar,  pero no pudo razonar “el amor”. Sabedor ignorante del màs grande de los sentimientos sentò su sabiduría en la roca màs cómoda, dejó caer su bastòn y mirò fijo el color de aquel cielo.
               Por primera vez, la puesta del Sol pintò utopía en sus ojos. Una nueva Luna nacìa. El horizonte pegado a su mar languidecía ante tanta hermosura. Juntos los dos, Luna y Sol, fuego y amor, vida y poesía, pasión y caricia. Un instante, una ternura escrita, el silencio de dos eternidades, naturaleza expresada en arte. Estaba escrita la tristeza de aquel Sol por irse. Aferrado con el vapor de sus làgrimas al manto de su Luna, enredaba fugaces vientos para contener el eco de tanto suspiro. Poco a poco se iba. Despacito intensificaba el rojo de su agonía y pintaba lanzas entre las mareas de tanto amor. Y la Luna gimiò. Llena en todo su esplendor, desgarrò cràteres, suavizò cada uno de sus valles y cubrió con su velo cada montaña. Mirò de frente al sabio y èste se arrodillo. Con el beso en sus manos, alzò los brazos y en su cara oculta lo dejó:  “¡Crece y ama, perdona y acaricia, vive intenso y muèstrate libre!”
               Desde entonces aquel beso, el primer beso, vive cuidado por la Luna. Abrigado por su velo y escondido en su cara oculta. El poeta lo describió y jamàs lo probò:  Labios de seda, saliva de miel y dientes de blanco marfil, anhelo de conquista, cautivador de ansias y cazador de pasiones, sello de amistad y embajador de paz, pescador de añoranzas y hacedor de caricias, bandera del sublime deseo y música de cielo para el corazón. Solo el desamor agrieta de vez en cuando su alma y es entonces que una làgrima se posa en sus comisuras, un verso en su aliento y un nuevo latido de su Luna lo regenera. Es un beso eterno, un beso de amor…Un beso de Luna.



              

domingo, 22 de octubre de 2017

UNA HISTORIA ORDINARIA...


              Érase una vez una historia, un pedazo de vida que pocos habían leído y muchos ignorado, un paquete de aciertos y errores, de lágrimas y pequeños éxitos, quizás con escondidas sonrisas y seguro, con algún que otro retoño que tomara su herencia.
              Nació el druida en cuna hecha de mandrágoras y tréboles, fingió reflejos de amor la Luna para que un Sol siempre la cuidara y una nube dibujó imaginación mientras el más pequeño de los gnomos inventaba una travesura. Vivió el héroe sin saberlo y el vencido lo supo después de su muerte, pintó roja bandera su sangre mientras una sabia tierra reclamaba su independencia. Tomó pecho el instinto aún sin saber de quién era su leche, navegó lejos el cometa y enseñó que la vida se esparce, que llueve todos los días y aún nadie recoge una gota de cielo y la siembra en su alma.
              La historia fue escrita, el mandamiento dado y un caballero de mediana estirpe la hizo suya. Abrazó enseñanzas, tejió con su educación una armadura, de los conocimientos envainó espadas y en sus genes cargó siempre lanzas de Libertad. Dejó su mar, atravesó un océano y dos continentes, pintó un rastro, cortó venas a lo imposible y plantó cara a un incierto destino. Quiso correr antes que caminar y lo pagó, respiró la fugacidad de la vida y la tibieza de la muerte, rasguñó atajos, descolgó precipicios hasta tocar fondos y escaló temibles montañas. Aprendió que una palmada en su armadura era un privilegio de la mentira y la traición, que un cuento también podía ser  un sueño y que la música nace del corazón, crece en el alma y jamás es pentagrama de un sentimiento nacido en la borrachera de una vieja rockola en la esquina de cualquier bar.
               Cansado de vida, de lucha y de perdidas batallas sin guerra, le pidió al cielo dormir. Por vez primera su armadura se desprendió de su cuerpo, colgó cada espada y una por una, ordenó de pie sus lanzas. Dispuso su lánguido cuerpo en el agua perfumada con jabones y burbujas de las más exóticas experiencias. Sus piernas destilaban vellos por doquier, sus manos ensalzaban venas y sus canas confundían ojos entre sus pestañas. Solo, acompañado por el vaho de un sutil vapor, el caballero respiró profundo y creyó, por una vez, dormir.
               Tronó fuerte la vieja madera, la puerta cimbró su apolillado marco y una luz entró. Sin tiempo de coger lanza o espada, un asombro lo poseyó, un impacto lo detuvo y hasta su viejo apéndice se arrugó. Abrió sus ojos de más, dejó que sus manos pellizcaran brazos y piernas, que los dientes mordieran sus labios y cuando entendió que no era un sueño, solo preguntó. ¿Quién eres?
-          Soy quien debo ser, tú todavía no. Yo te escribí y todavía no es la hora de tu descanso.
-          ¿Eres un druida?
-          ¿Eres un caballero?
-          Ya no tengo armadura, espada ni lanza. Estoy cansado.
-          Sigo siendo un druida y tú…Un simple hombre hundido en una bañera perfumada. Ahora escúchame: Si escribí tu vida, también escribí tu historia. Si escribí tu valor, escribí tu dolor, si escribí acerca de tus miedos, también lo hice con tus posibilidades…Si te escribí, es porque un día escribirás.
-          ¡Por favor! Nada entendí, pero te diré que con un papel en la mano, ni las comas pondré.
-          Te escribirás, me escribirás y les escribirás.
-          Dame un papel y escribiré “Adiós, encantado de conocerte”.
-          Te daré un papel y entenderás de donde nació…Y en ese árbol te convertirás y aprenderás. Porque si bien es cierto que luchaste vida, ganaste batallas y perdiste guerras, también lo ès que debes contarlo. Porque de historias sin memoria los cementerios están llenos, nuestros pueblos muerden desesperanza y las personas involucionan en su propia ignorancia. Escribe, pinta, dibuja, toma una fotografía o llena un muro con el grafiti de tu vida. ¿Y me dices que estàs cansado? Deja tu legado para que sea aprendizaje, parte de una sabiduría y neurona de la memoria colectiva de este Universo.
            Chispeó una madera, la puerta voló, un estruendo calló al silencio por siempre, el cansancio se hizo pesado, la espalda dobló su volumen, el pecho irguió sus pequeños pezones y los brazos ya eran ramas, las piernas frondosas raíces, la piel corcho espeso y la garganta ya no tragaba saliva sino pura savia de quien sabe qué vivas arterias. El caballero árbol nada entendía y su conversión extendía dominios y lodos. Sus raíces profundizaban buscando agua, sus ramas se llenaban de hojas y éstas de pájaros, gusanos y lagartijas de verdes tonos. Sus ojos no miraban, solo veían, veían y veían. No encontraba su lengua y en su oídos solo habitaban los más extraños zumbidos. La noche atravesaba el día y solo un quieto búho lo miraba. La Luna sonreía pero lo ignoraba y cuando el Sol desvestía su coraje, hasta su alma se resecaba.
              Pasaron los años y el viejo árbol de mediana edad seguía estancado en unas raíces que solo él profundizó, que solo él les pidió que buscaran agua en ese lugar y que solo él, en su conformismo, creyó adecuado para su descanso. Día con día, socorronas hienas se reían de su porte, extraños pájaros anidaban entre sus ramas y oscuras serpientes repartían abrazos en su tronco. Las babosas esperaban lluvia y empapaban baba en su corcho, el pájaro carpintero hacía su trabajo y la resina chorreaba, un triste hombre prendía una fogata y sus ojos de árbol lloraban humo y distantes nostalgias.
            Y un día vio que nada pasaba, que su vida era un simple vacío, que el aire ni siquiera en los hoyos de su tronco se posaba y que el vacío solo gritaba cuando en sus resinas un alacrán capturaba. Permeó el silencio la corteza de su mente, rasgó la reflexión pedacitos de su corcho y gimió la integridad cuando las volátiles burlas, enjuiciaban sus frutos. Llegó el verano, la sequedad respingó y sus raíces empezaron a buscar. Una de sus manos desprendió ramas, rascó sus pies y sintió una cosquilla de alivio. Soltó su otra mano pero solo a la pantorrilla llegó, justo para alzar su pie y que las raíces no prosiguieran en su profundidad. Luchó, se desenredó de esa tierra, sacudió lodos y fangos entre sus dedos, pidió clemencia al destino y una nueva lucha a la vida. Esa noche durmió con el búho de turno, pero sabía que el amanecer sería otro. El tiempo se había cumplido.
            Amaneciò decidida la última batalla y en una seca hoja empezó a escribir. Por fin respirò Libertad, una palabra por la que siempre había luchado para que otros la consiguieran pero que èl jamàs sintió.  Poco a poco viò como  su vida tomaba sentido, que podía explicarse, que podía tomar añejas làgrimas y darles un porquè, que sus sentimientos todavìan corrìan a flor de piel y que la fuerza de sus letras, serìa bastión para su definitivo descanso: Otros empuñarìan su espada y cruzarìan lanzas, caminarìan desiertos y preservarìan la sangre de sus tierras, pero siempre con una oportunidad màs que èl, porque lo leerían y aprenderìan, lo respirarìan a cada paso y sus huellas serìan màs profundas, lo respetarìan y sabrían que tuvo una vida.
              Y ahora, el caballero sin armadura, escribe y escribe las ocho letras de la palabra Libertad,  número del infinito, sin tiempo, espacio expandido, primera y última razón, decisión de pueblos y mirada limpia del ser humano. Porque aùn en la represión, su ausencia debe ser escrita, dibujada, pintada y fotografiada, pues quizàs un dìa sea parte de nuestra sangre y no un sueño perseguido por ajenas ignorancias. Libertad es oración y decisión, porque es de humildes pedir y de valientes decidir. La vida es lección y una decisión jamàs será error si el contexto es el correcto, si tus principios están de acuerdo con ella y si después te atreves a contarla, para que dentro de cien años alguien sea capaz de juzgarte y explicarla tal y como tù la sentiste, tome tu bandera y por ella cruce su lanza. Libertad es un sentimiento que nace en el alma, un pedazo de raíz del todo universal, una prueba de tu evolución, una razón de ser y una chispa de amor del Creador…Y debe ser escrito. Si tomas la vida como una enseñanza y no la explicas, no mereciste vivir, pues nadie sabrà que un dìa caminaste, lloraste, reíste, abrazaste, si fuiste libre o te ganó la ignorancia.
               Y el caballero sin armadura descansò, sabedor que su vida ya era legado. El druida seguía inmerso en su magia y en sus pócimas, sabedor que en estos momentos, muchos caballeros sin armadura y con las manos alzadas, están escribiendo las ocho letras de la palabra Libertad.






sábado, 21 de octubre de 2017

UNA RAZÒN LLAMADA LIBERTAD.


                     Sujétate a tu sueño, préndete a la vida…Respira un poco y volverás a ser. Deja que sea tu sangre la que te ayude, pídele perdón al orgullo, arrodíllate enfrente de tu mar y cuando una lágrima ose cruzar tu cara, dile que la quieres, que su agua es cielo, que su transparencia es verso y que su resistencia por caer, es la razón del recuerdo. No la pares, deja que moje tus labios, recógela en tu lengua y llévala de la mano, camino a tu alma. Y entonces escucharás cuando la música arranca una nota de su pentagrama, abrazarás ese acorde y él vibrará, lo fundirás en tu corazón y el latido bailará, la sangre se purificará y las arterias expandirán su poder. El miedo esconderá sus infiernos en unan vena cualquiera, explicará la memoria su siembra, la duda temblará por doquier antes de morir y el piano del destino, pulirá sus teclas antes que unas sublimes manos lo toquen.
                      El mar inventará un azul y el cielo lo copiará, el viento le pedirá permiso al aire y el volcán a la montaña antes de su explosión. La poesía le preguntará al verso y sus letras brincarán en la emoción de un sentimiento. Las tildes mal puestas abrazaran locura y absorberán los puntos de las íes, la frase corregirá sus espacios, el altar levantará despacito un mantel manchado de gotas de cáliz y el lobo aullará su luna entre las sombras de las más viejas ramas.
                      Rómpete el corazón y se libre porque esos latidos no eran reales, solo eran latidos de miedo, culpa y frustración. ….Miedos sometidos, comprados en la hipócrita angustia, compartidos en la ajena impotencia y regalos de acomplejados seres que rasguñan vidas en un viejo poder que ni el  petrificado machismo alcanza a comprender.
                     Ven vida, deja y te abrazo, te arrullo y te escribo de caricias. Permíteme conocerte una vez más porque le pedí al espacio que alargue tu tiempo, al cielo que guarde mis noches y a la luna que embravezca de ternura  mi mar. Le pedí al trueno que pose eco en mi alma, al rayo que descanse luz en mis brazos y al viento que fluya como aire en mi oxígeno.Le pedí a la oportunidad su viejo tren, a la paciencia le reconocí su bondad y al silencio…Al silencio, le prendí tres velas, una por su ayuda, la segunda por su autoestima y la tercera porque en mi sufrimiento, siempre calló. Al conformismo le pregunté por sus dudas y no me contestó, al escalofrío por sus temblores y escondió sus filos, a mi añejo tinto por sus vinagres y un espejo me regalò, a mis ceras por su media luz y me reprocharon la intensidad de mi Luna…A la conciencia le pregunté quién era y escondió sus respuestas, las puso entre mi alma y mi corazón, esperó una musa en el tiempo, un alma capaz de recitarlas, una nueva Luna, una sensación de vida…Una razón de ser, una razón por la que vivir, una razón llamada libertad.





ENSÈÑAME A SOÑARTE.


               Ensèñame el lado profundo de tu amor, el sonido del escalofrìo en tu piel, la humedad de tu alma y el sabor de uno de tus latidos. Muèstrame la cara oscura de tus miedos, el silencio de tus besos, el dolor de una distancia y el sentimiento de tus làgrimas. Explìcame como abrigar tanto frìo, como desatar un coraje, como dibujar una emociòn y como escribir las tildes de mi amor.
               Busco una huella que me explique tu camino, un olor que pinte en mis labios el color de tu aliento, una mirada que acaricie ilusiòn y un suspiro nacido de alma que abrace con su puño mi corazòn. Te recito en cada sorbo de amanecer, en cada gota que osa atravesar mis mejillas, en cada acorde que toca un piano y en cada estrella que fugaz, atraviesa mi cielo.
               Ensèñame a encontrarte, a conocerte y a escribirte. Toma mi mano porque ya mis ojos cerraron otro destino, arranca una por una las burbujas de mi mar y deja que hiervan en tus sueños, pinta con tu azul mi rocìo porque en èl vivirà tu àngel, la mùsica y tu sangre. Fùndete en la playa y excita mi arena, llena con ella tus manos y dèjala escurrir entre tus dedos, lee sus brillos, enamòrate de sus granos de sal, acaricia su textura y empàpala con tu espuma. Habla con el mar, con su marea y con mi Luna. Mìrate en su espejo y recordaràs que detràs de tì, siempre sentiràs la desnudez de un hombre y mi abrazo.
               No dejes que el presentimiento recorra tu espalda. Date vuelta. Estoy aquí, esperàndote, sintièndote y preparado para amarte. Mìrame, atraviesa mi alma, desgarra de cariño mi corazòn, rompe la cansada camisa y recorre mi pecho. Desnùdame como el huracàn arranca raìces, como el tifòn absorbe islas enteras o como mil ternuras acarician una pasiòn. Mìmame desde tus entrañas, cùbreme de sudor, contorsiòname con tu cuerpo, pellizca tentaciòn y cuando me poseas, escribe en mi alma.
               Ensèñame como es tu amanecer, a que huele tu cafè y como tus labios acarician el borde de su taza. Muèstrame el rocìo en tus transparencias, las erecciones de tus escalofrìos y el sentimiento de tu nuevo cielo. Ensèñame el color de tu almohada y las seda de tus sàbanas, el perfume cuando se pierde entre tus cabellos y la suavidad de tus pies. Ensèñame a sentirte en cada instante, a extrañarte cuando no te toco, a enamorarme cuando me miras, a nadar en cada una de tus caricias, a fundirte en mi poesìa… ¡Ensèñame a soñarte!






              

               

viernes, 20 de octubre de 2017

EL COLOR DEL AMOR.


              Un día un abuelo le regaló a su nieto un cuento de hadas. El nieto lo leyó, creció y con un  hada se casó. Pasaron mil años y en una de esas noches, la historia se repitió: Estaba sentado un viejo hombre entre las piedras de una noble montaña. Era sábado y las nubes descansaban, el Sol apretaba y los pájaros no volaban. Decidió la Luna no salir y el día se hizo largo. Las estrellas olvidaron sus destellos y el cielo se negó a cambiar de color. El Sol, ya cansado, se puso en huelga y el Universo cruzó brazos, miró para otro lado y no quiso negociar.El viejo hombre, buen entendedor y sabio por sus años, miró al cielo y se tomó un café. Una serpiente pasó por su lado y medio cascabel se olvidó, un topo se equivocó y una piedra taladró, un conejo le regaló su zanahoria a una hiena y ésta de agradecimiento lloró. El día era inusual y la noche, simplemente no era.
                    El hombre seguía sentado. Ya su café dejaba poso en sus labios y nada cambiaba. Recordó que su madre fue hada y su padre un viejo letrado en cuentos y poesía. Decidió que su bastón cambiara de mano, que su quijada desafiara seguridad y acomodó sus gafas. Miró al cielo y gritó, ejecutó una orden y el aire calló. Dispuso más piedras a su alrededor, puso bastante leña al centro y una copa de un añejísimo tinto al lado de cada una de las piedras. El cielo arrugó su espacio y bajó, dejó vacío y una estrella cayó. A su lado sentó su destello y los dos pensaron. Un cóndor se atrevió a nadar, un delfín a volar y el señor de las bestias se puso a rezar. Aterrizó la Luna en otro mar, le pidió explicaciones el horizonte y se presentó a un nuevo Sol. Se dieron la mano y en dos pulidas rocas sentaron sus orgullos. Sopló a lo lejos un viento que solo arena comía, lo rescató el más grande de los icebergs conocidos, lo limpió y junto a él lo sentó. Cuatro piedras quedaban.
                  Una vela se prendió y el hombre en su chorreada cera, escribió el nombre del trueno. El vacío se iluminó y el inmenso rayo construyó inmensas telarañas de luz. Solo una, la más poderosa tocó tierra y revivió al trueno en toda su intensidad. Hacía frío y los últimos invitados no llegaban. Pintó el hombre una senda, dibujó en ella mil atajos, le pidió al callado aire que en viento emergiera y al sueño, la exquisita imaginación de un ser perfecto que le ayudara en su reunión. El aire se convirtió en viento, arrastró al rayo con su trueno y juntos dejaron sus traseros en tres sublimes piedras. El último invitado no llegaba. El sueño del hombre no se realizaba y la discusión debía empezar. La puntualidad era europea, el relax latino, la música tocaba caderas brasileñas y el tinto, un viejo oporto, esgrimìa preocupado tersas lágrimas de madera indígena. Los camareros vestían smoking de alta alcurnia y shorts de baja cadencia, zapatos sin marca, lentes disfrazados de falsas dioptrías y calzoncillos de manga larga terminados en un sutil tanga para que marcara sus deficiencias. El día-noche o lo que fuera sería largo. Pero faltaba llenar la última piedra, una piedra que daría razón, seguridad y quizás algo más.
                 Empezó la discusión. Cada quien explicó su razón de ser y ésta, no era medida. Las añoranzas afluyeron, los sentimientos brotaban en cada piel y las culpas lloraron. Le pidió el Sol una explicación de monopolio de amor a la Luna, ésta se volteó, una estrella sonrió, el viento le dio un manotazo de cariño y el rayo estuvo a punto de prenderse. El trueno calló. Quiso el cielo dar su opinión y la Luna lo abrazó, una estrella se acurrucó y el rayo palideció. El viejo y sabio hombre vio que lo de siempre era aburrido y esperando a su último invitado, abrió un libro. Tomó un sorbo de su Oporto, dejó el prólogo a un lado y empezó a leer en voz alta y contundente: “        Todos estamos destinados a entendernos, el Sol con el mar, la Luna con el amor, el viento con el aire y el trueno con el rayo. Todos somos creación y por lo tanto perfección, todos somos oportunidad y por lo tanto suerte…Todos somos amor y por lo tanto, parte del Creador. La Luna hace el amor con su mar, el Sol refleja estrellas, el viento reparte oxígeno, el rayo vive y el trueno avisa que cayó. Y en todos ellos se creó esa cama Universal que todo lo mueve: El cielo, el cómplice absoluto de la copulación universal, el techo del amor y el jardín de los astros…”
                De repente, un severo silencio se apoderó del hombre. Todos lo miraron. Se escuchó un paso, luego otro y otro más. Un sonido elegante, con rima de ángel y cadencia de tiempo hecho miel. La niebla que estaba atenta entre el Sol y la Luna dejaba ver una silueta. El aire no se atrevía a desvanecerla. El viento se hizo a un lado, el trueno embelesado hizo camino para que a su lado se sentara, el rayo emergió duro y erecto a su paso… Y el cielo se convirtió en arcoíris. Se levantó el hombre, arrodilló bruces y otorgó su mano. Se prendió el Sol y un mar lleno de blanca espuma lo medio apagó. Aulló un lobo que por ahí andaba, giró tres veces su cuello un búho y solitas se rellenaron las copas del viejísimo Oporto. Las ceras chorreaban sin estar prendidas, una estrella sentía escalofrío y la Luna se llenaba de hermosura e infinito.
               Se apartó la niebla, el silencio enmudeció, la plegaria rezó y una silueta dibujó belleza. Llegó la mujer. El maná del Creador a los hombres, agua de vida para el universo conocido y motor de sueños para nuestra Tierra. Al lado del hombre se sentó y preguntó, le dio la mano al Sol y éste sonrojó su fuego y luego le pidió perdón, se fundió en un largo abrazo con la Luna y una estrella pudo limpiar su destello, el cielo expandió su dominio, el rayo desdibujó hebras y cosió grandes haces de ternura. El trueno ya dormido, calló. Los camareros despidieron su trabajo y la mujer ante el hombre, desvestida se postró. Lo levantó con sumo respeto y entre sus manos, ropas, botones y collares, trizas se hicieron. Literalmente lo desnudó y un libro abrió, el prólogo de lado dejó y leyó: “Deja que te conozca, deja sentirme en cada una de tus arrugas, deja que mi alma te lea y que tu corazón copie mis latidos, déjame ser tu compañera y tu hada, déjame entrar en ti y dejaré que tu, penetres vida en mí. Te ofrezco una nueva noche, una noche solo conmigo”.
                Obnubilado el hombre, avergonzado de su vieja desnudez y pidiendo protección a la nueva noche, siguió leyendo su libro. El nervio lo traicionaba, las sílabas entrecortadas en espesa saliva casi no salían y se calló. Levantó sus mirada, fijó ojos en ese maravilloso cuerpo, tiró el libro lo más lejos que pudo y se atrevió. Se atrevió con la vida, con el destino y con el universo entero. Se atrevió con él, con sus miedos, con su historia y con sus decisiones. Por un momento desvió su mirada y vio sus invitados sentados y con diferentes actitudes. Ya el cielo había tomado color con sus estrellas y su Luna. El Sol dubitativo porque no sabía a qué diablos lo habían invitado, miró al hombre, le guiñó el derrame de su ojo y se fue. El rayo cargó al trueno medio dormido  y le pidió al viento que los llevara a la parte que es ninguna. El hombre suplicò al aire que se quedara, que cerrara sus ojos, que alimentara sus velas, que llenara sus copas y que le diera suficiente oxígeno para complacer a esa gran mujer. El aire asintió, se quedó y escribió alientos, gritos, gemidos, ilusiones y sueños porque el amor es poesìa, el oxígeno vida, el hombre un animal y la mujer, la perfección Universal.
                 Soltò el hombre su instinto y la mujer se llenò de frìas caricias. Vibrò el sueño, el cielo explotò luz, deshizo sus velos la Luna y con ellos cubrió a la mujer. El hombre no entendía. El huracán arrancò tierra y el rayo abrió la montaña, el trueno ensordeció al eco y el mar embraveció su espuma. El hombre, atenazado por el miedo solo miraba y la mujer esperaba ser tocada. Eclosionò el Universo y su mejor estrella mandò. Una estrella que reflejaba la luz de cien soles, la frescura de mil rocíos y la ternura que solo la pureza del amor puede exhalar. Su destello cegò al hombre y abrió su mente. La llenò de sabiduría, le diò razón a sus instintos y cariño a sus manos. Sembrò un sentimiento en su alma y un latido diferente en el corazón. Abriò los ojos y viò a su hada cubierta con el velo de la Luna. Se acercò, poquito a poquito la desnudò, mojò sus labios y con su saliva una poesía pensó. Acariciò su piel. Esperò a que sus poros se abrieran y en cada uno de ellos un verso tatuò. Abriò sus brazos el hada, el escalofrìo enchinò cien rosas y mil pètalos del cielo cayeron. La luz enrojeció los cuerpos y el amor por primera vez, tomò su color.





miércoles, 18 de octubre de 2017

DESPACITO, POQUITO A POQUITO...


                 Despacito, poquito a poquito, dejo que tu sudor dibuje poros en mi piel, que tus dedos me respiren y que tus cabellos me acaricien. Quedito cierro mis ojos y le pido a la imaginación que dibuje un sueño, al silencio que abrace tiempo y a mi mar que acerque su horizonte hasta lo profundo de mi alma. El instante es tu olor, mi Luna un roce con tus labios, mi excitación la miel que recorre agua entre tus dientes y el momento, un dulce escalofrìo de pasión.
                Despacito, poquito a poquito, tu vientre preña ternura en mis labios, tu mirada provoca mis sentidos, una locura encadena ansiedad y el verso escoge sus letras entre dos alientos. El latido sufre, el pulso excita erótico un temblor, la marea hierve y la sangre empuja. La exhalación pinta una nota, el deseo la interpreta y la caricia se convierte en arte. Cuerpos fundidos en un tatuaje, en la esencia de una indeleble tinta…En la poesía que explica como el amor se hace, como el amor se ama y como el amor se escribe.
                Despacito, poquito a poquito, la desnudez abre el piano de la musa, la senda del placer querido y el umbral de la enésima dimensión. Erizan sus ubres los sentidos, el gemido derrama miel, la elegancia muestra terso su pezòn y el miedo se arrodilla en su pasado. Una libertad se atreve, abraza y posee. Un cuerpo se deja, goza y siente. El piano muestra sus teclas y en ellas baila una música, el aire enmudece y un suspiro se convierte en viento. La danza busca la complicidad, el placer se deja llevar, el roce exige y la ternura exprime una melodía.
                 Despacito, poquito a poquito, una vela prende su cera, un tinto se descuelga en dos copas y un viejo acordeón se atreve con un tango. Juegan las sedas con algodones, un terciopelo se esconde en piel y una estrella camina fugaz entre dos senos. Una nata cruza màs allà del ombligo y una fresa salta del champagne y la sigue. Los dientes aprietan labios y una lengua recorre prisa en su saliva, la espalda empina vertebras, la contorsión enchina piernas y viejas humedades penetran los ecos del recuerdo. Penetra el cometa su Universo, diluye ansiedad el deseo, la caricia aprieta y el gemido impone su grito.

                 Despacito, poquito a poquito, un café muele su grano, el poeta espera la última rima y la Luna no se atreve a mover su mar. Nada el silencio en las entrañas, el mùsculo distende su vigor y canta el grillo su apetencia. El abrazo es dulce, la mirada cerrada y el sentido expandido reclama eternidad. La ternura abriga, el tiempo tiembla manecillas y una brisa se empapa de rocìo. Despacito, poquito a poquito, el café huele, el poeta escribe, la Luna inventa mareas y el amor… El dulce amor, se muestra hecho.


MUCHO MÀS QUE UN SUSPIRO...


                 Toco tu piel y siento mi corazón, acaricio ternura y tocas mi alma, entrelazo dedos en tus cabellos y siento más que un suspiro. Respiras en mi oído, en mis labios cae una gota de tu sudor, en mis manos crece una lengua de caricia y en tu espalda impregno un recuerdo de mi olor.
                 Junta tus manos, deja que tus índices se toquen, piensa en mí, llévalos a tu boca, úntalos de saliva y recorre el ombligo de vida. Deja que tiemblen tus piernas y siénteme. Cierra tus ojos y escúchame. Deja que la música cimbre tus entrañas, deja que te penetre el acorde, deja que la inflexión sea perfecta y que el sentimiento te abrace. Déjame ser en ti, que mi abrazo te abrigue, que mi piel te sude y que mis manos te digan “te amo”. Deja que un suspiro sea escrito, que un mantra sea inventado, que un día sea noche y que una Luna, envejezca cualquier Sol.
                 Déjame ser en ti, dentro de ti y después de ti. Déjame subir tu montaña, escalar tus precipicios, exhalar tus miedos y oler tu intensidad. Deja que te dibuje, que pinte cada uno de tus poros, que enmarque tus ausencias y que imagine tus distancias. Déjame escribirte, recitarte y así dejaré que mi poesía te posea, te haga suya y cuando no estés podré reclamar al suspiro su eco. Así dentro te siento, así te desgarran mis humedades y así se muele el café en cada uno de mis amaneceres.
                 Respiro y exhalo y entre mis encías veo tu nado. Entre tus pechos sentir me quiero, en tu calostro crecer necesito, en tu saliva que amanezca mi rocío y en tu mirada, que se dignifique mi sentido. Pleitesía no es petición, sino rendición de un sentimiento. Mamar amor a media vida no es idiotez si las ubres son tus senos, si una de tus gotas escribe pasiòn en tu pezón y si uno de mis labios puede enchinar las aureolas de tus sentimientos.
                Tengo miedo de mi cielo, porque su celo es poder, su reflejo es de Dios y su color pinta la pureza del amor.  Le tengo miedo a la distancia, al mar que no encoge su bravura y al viento que siempre embriaga mis noches con tu perfume. Le tengo miedo al tango, a la salsa y a la cumbia, porque nunca bailan cuando quiero y le tengo miedo a una noche sin Luna, a una Luna sin estrellas y a unas estrellas sin destellos. Pero a lo que más miedo le tengo es a no escuchar tu olor cada vez que pienso en ti, a no poseer tu cuerpo cada vez que la imaginación expande mis sentidos, a  no poder escribir jamàs tu gemido y a no poder cerrar los ojos cuando tu música entra en mi alma.
                Te llora mi poesía, te necesita mi corazón y cada vez que sueño, siento tu aliento correr al abrigo de mi piel. Entre sàbanas te dibujo y te pinto, entre cejas te pido y en mi pecho nace el dolor de la esperanza. Cae en silencio una làgrima de tus labios, en mis entrañas ahogo el eco de tu mirada y en el lado oscuro de mi Luna, siento el profundo latido de un corazón que cada noche grita, mucho màs que un suspiro.

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martes, 17 de octubre de 2017

ABRAZO DE SANGRE...



               Desgarra el tiempo su falsa consistencia, el grito no tiene eco y el gemido solo se escribe al final de una poesía. Muestra el espacio su cara más desencajada, dibuja la sonrisa un temblor en la mejilla y pide permiso la pestaña para cerrar su inquieto ojo. Toma el ansia su café y la requerida caricia sigue dormida en un rincón donde la vieja historia teje los sueños.
                Y entonces la supuesta lejana muerte, enseña su columpio. Suelta una carcajada y explica con sorna que tu sangre jamás te abrazará: “Mejor ven, sube a mi columpio y juntos lloraremos ese abrazo que solo leerà cariño en el suspiro escrito por un sutil deseo”.
                El cielo es testigo y lanza su telaraña, vibra el cosmos y enfurece la luna al mover su mar. La red está lista. La muerte en ella cae. Ya no ríe. Palidece más y más. Una nube toma forma de puño, el viento la compacta, el rayo le da su fuerza y el trueno lo posa con firmeza sobre la mesa. Nace la decisión, el coraje y la determinación. El Verbo encarniza su voz y dice que es posible, una vieja estrella desenvaina una espada, el milagro tiembla y un avión aterriza en pista de sedas y algodones.
                El abrazo es intenso, querido, añorado, sentido…El abrazo se exprime, se gusta, se acaricia y se toma…El abrazo toca cuerpo, arranca latido y escribe suspiro en el alma…El abrazo sublima, entiende, razona y despierta vida…El abrazo ya nunca muere, la muerte calla, una historia renace y el cielo copia su color.
                Amanece rocío en Itaca, los sentimientos vuelven a su mochila, las letras vibran y se juntan en versos. La prosa baila, se abre el pensamiento, la inspiración es cascada, la boca cierra nervio y renace la poesía en las tintas de un poeta. La vida achica su tiempo pero la ilusión expande sueños, la fuerza vuelve a fluir arterias y la sangre bombea como nunca la pasión de un idilio.
                Las manos se aferran y entre los dedos ya escurre sana tierra, los pies vuelven a dejan huella y entre sus dedos escurre plácida la sal de un mar que quizás sea dueño de almas, dador de vida y explicador de historia…Un mar, mi mar…
                ¡Déjame probarte! Haré un cuenco en mi mano y esperaré quieto a que tu espuma lo llene. Cuando lo hagas, contaré el tiempo, tus granos de sal y tus brillos. Mi lengua te lamerá, mis papilas te degustarán y pleno en mi garganta caerás. Sentiré el fuego de tu escalofrío, los ecos de Ulises y los orgasmos de Penélope, tus batallas y la saliva de los guerreros que tu prestigio con su sangre defendieron, tu música y los castillos de fuego que tu paciente espejo refleja en el cielo del puro amor…Te sentiré dentro, muy dentro y en cada una de tus gotas escribiré un verso, en cada grano de tu sal una historia y cuando tu espuma rodee mi alma, sabrás que quien te escribe es un sentimiento que pariste en mi, que quien te extraña soy yo y que quien te idolatra es mi corazón.
                 Desde que nací, imantaste mis genes. Me diste vida y la que yo pude dar, ya te pertenece. Hoy imaginaste un abrazo de sangre y en èl absorbiste mi alma. Llenaste el espacio con tus olas, la distancia se rindió y el abrazo se dio. Mi Luna se vistió con el velo de la oportunidad y se lo arranqué, la desnudé y con sus sedas me tapé. Llegarán más porque tú eres leyenda y mis hijos de tí son parte, tú eres imán de vida y ellos a tu lado también abrazarán mi sangre. Solo pido que ya la muerte no me muestre su columpio, pues ya no tengo a nadie que en él, me empuje.

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