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sábado, 10 de marzo de 2018

EROTISMO EN SILENCIO.



                    Miente la carne al cuerpo cuando su piel suda ansiedad, abraza el sueño una imaginación cuando la idea se disfraza de ilusión, muerde el sabor su lengua cuando aquella miel recuerda y cierra sus pestañas la mirada cuando la pasión entra. Sufre el hombre la querencia de un efímero destino, la distancia de un olor vivido y exige de nuevo, ser pervertido. Cae firme una desesperación, el calor ahoga y la saliva no pasa, la mano cierra su puño y no tiene nada, le pide su prisa al tiempo, calma a su alma, paciencia a sus labios y una razón de fe a su hartazgo. Funde cólera su rabia, su camisa desbarata, desnuda su cuerpo y se envuelve de sábanas.
                     Piensa el deseo que no fue querido sino que es parte del silencio, medita el ansia con la piel de quien la eriza y despacito respira el escalofrío sobre la nuca de su espina. Siente la caricia que no es mimada y se olvida en el aire el gesto de una mirada, tiembla la carne porque recuerda que un día el amor la poseyó, sufre el alma por encontrar aquella tinta que en ella escribió y corre profundo el sudor para explicar que cada noche gota a gota, besa en silencio el onírico erotismo arrancado de los brazos de un Morfeo, todavía dormido en su cama de ébano.
                     Desprende la noche desde sus confines perdidos destellos de Universo, se cierra la ventana en el empapado rocío de un amanecer que sin embargo es bello, muestra la pared su vacío y enseña la mesita de noche el chorrear de una cera sin destino. Arañan las sábanas los hilos de una consentida telaraña, cabalga la imaginación entre dunas y vírgenes playas, encoge la almohada su algodón y se pega a una mejilla que busca aunque sea, una caricia de compasión. Copia eco la primera respiración y el aliento se convierte en exhalación, no se atreve el suspiro porque el aire huele a pasión, saborea el gusto una brisa y vello por vello enchina la memoria de una canción. Recuerda aquel beso y aquellos dedos perdidos en su pecho, la exquisita fragancia de su perfume y la transparente mirada de su alma, su piel aterciopelada y aquel intenso calor entrelazado a unos cabellos que sabían a miel y exótica mermelada.
                   Excita la cama su habitación porque el deseo ya se recita, el suspiro se convierte en vaho y el extraño vacío se llena de bruma y densa neblina. Muestra valiente el sueño su primera erección, recorren las sábanas caminos sin ton ni son, la mano se aferra al colchón y orgullosa la almohada entre las piernas, aprieta su algodón. Sudan las humedades, la imaginación eriza su pezón, el vientre se contrae y los pies tensan su condición. Piensa la idea y se reinventa de emoción, hierve la saliva y recorre el dedo una boca mojada que gorgotea excitada, desvanece su mirada el rostro y estira el cuello, el último gemido de su garganta.
                   Explica el sabio a la montaña que ya el deseo no es guardado, que la imaginación exageró su magia, que la razón no controla pasión y que la intimidad ya venció al pecado. Que es menester humano la autosatisfacción, que es honesto y evolución sin tener que pedir perdón, que es amor y devoción, controlada lujuria y necesaria redención, gula de la carne y dulce carrusel de los sentidos…que es un derecho vivir nuestro erotismo, en silencio.


                  
           

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