¿Por qué
es tanta la distancia que ni siquiera el mar puede robar tu fragancia? ¿Por qué
es tan intenso el anhelo que ya mi piel se arruga solo por tenerlo? ¿Por qué
tus ojos esconden su color en el viento si el cielo, el cafetal y el valle ya
los pintaron en mi sueño? ¿Por qué el deseo nada tan profundo cada vez que te
recuerdo si ya le expliqué a mi sangre que eres tú la que llevo dentro?
Vivo en tu
aliento y en cada nostalgia de mi tormento, sonrío cada vez que a mi cuerpo le
miento y lloro cuando escucho en el susurro del aire, el vacío de tanto
sufrimiento. No me dejes ahora porque aún en el espacio robaré al tiempo sus
horas, en el silencio del universo sembraré palabras y en los papeles de
nuestro cielo, escribiré tantos versos que las estrellas en sus destellos, solo
copiarán tus besos. No me dejes ahora porque mi alma te añora y aunque estés
lejos te prometo que llegará la hora: ese día en que los caminos serán mágicas veredas,
los pétalos se desprenderán de sus rosas, el rocío será brisa y tu olor, el
alimento de mi vida. Juntos imaginaremos nuestra noche, la dibujaremos de
lluvia y Luna, la pintaremos de blanco, sombras y colores, la tomaremos de la
mano y despacito la poseeremos toda, toda, toda.
¿Por qué la
excusa sangra y una lejanía manda? ¿Por qué deshebro cada una de tus palabras y
en sus letras no encuentro esperanza? ¿Por qué tus fotos son tan ansiadas y tu
voz tan extrañada? ¿Por qué no me escribes una carta y antes de cerrar el sobre,
solo frótala sobre tu cara? ¿Por qué la duda siempre camina sobre nuestra
espalda, cuando la caricia es tan necesitada? ¿Por qué no me llamas si el viento
ya calla, cualquier silbido en la piel de mi cara?
Revienta su
razón el suspiro en las entrañas de mi vientre, rasguña la pasión su grito y el
gemido es contenido, vomita su vaho el último latido y el deseo es reprimido. La
soledad estremece más aún si compartirte no puede, las paredes pierden su
blanco, las sábanas se arrugan entre puños y mi almohada extraña. El silencio
pervierte, un sentimiento en el vacío se pierde mientras los ojos cierran su
mirada y el intenso escalofrío posee. Es miel de hiel lo que mi saliva traga, calostro
y mosto de pecado, exaltación de los sentidos y erección vigorosa bajo el reflejo
de un infierno que me atrapa. Solicita
una pausa mi cama mientras una vela no se atreve a quemar chorreada, pide una
luz mi alma y una ilusión mi esperanza, grita el destino que fue escrito en una
falsa alarma y calla la boca porque el verso, se quedó sin palabra.
¿Por qué no hay musa que desee ser
atrapada? ¿Por qué huyen los besos de mi blanca alma? ¿Por qué tengo frío
cuando no hay rima que se pegue a mis palabras? ¿Por qué el silencio es tan
eterno que no hay tiempo que se atreva a detenerlo? ¿Por qué mi Luna no está en
tu cielo ni mi mar en el horizonte de tu anhelo? ¿Por qué me siento tan viejo,
si edad no tengo ni bastón, ni perro? ¿Por qué escribo esto, si ganas no tengo?
¡Gritaré
el recuerdo, mi ansia y el profundo deseo!
¡Me
fundiré en la esquizofrenia de mi destino!
¡Escribiré lo que el hombre siente, lo que
llora mi niño y a quien el poeta obedece!
¡Explicaré
esa piel sobre la que mi pluma, su tinta empapa y cuando esté listo, firmaré en
mi libro, el epílogo de mi destino!
Desliza suave su piel una caricia, respira
tierno el poro, se humedece el labio y un deseo abraza la mirada. Se deja ir el
ocaso entre dorados, se mueve el cielo entre vientos y cruzan el mar las nubes
en silencio. Alarga la mano el fuego a la vieja leña, empapa la ventana su vaho
mientras un poeta explica a sus tintas que a veces el sentimiento no es
comprendido, que la razón no ama y que a veces la sensibilidad cae en nada.
Desprende
la pluma sobre el papel sus letras, acicala la tilde su palabra, vibra la rima
y en suspensivos puntos, la tristeza descansa. Mira el hombre a través de su
ventana, llora el poeta porque quizás ya su musa no lo ama y juega la ilusión
con el niño que lleva dentro porque quizás no habrá mañana. Exprime el violín
su última cuerda entre las teclas de un viejo piano, llueve el cielo sus
estrellas y entre trapos, el poeta limpia de hollín sus manos. Explica el
tiempo que detenerse no puede, la brasa que su crujir sale del vientre y una
luz, que desde las sombras, todavía no se atreve.
Y
entonces el hombre se aferra a su historia y el poeta a su legado, el hombre a
su memoria y el poeta a su pecado…el hombre a su miseria y el poeta a una
leyenda, el hombre a una esperanza, el poeta a una carta y el niño, llora por
su amada.
Corren tintas y se recrudecen las
palabras, escucha la música al verso y se enreda en sus grietas el alma, destila
una lágrima su agua porque sus gotas son de ámbar, tiembla la mejilla su
incipiente barba y seca sus comisuras, con dedos y pausa. Respira brava la
nostalgia y ahoga caricias en una melodía recordada, sueña despierto y en el
viento pierde su mirada, la memoria le da infancia, la tristeza rabia y el
sudor ya corre frío por su espalda. Llora el hombre y escribe el poeta las
gotas de sus ansias, llora el alma y una pluma desgarra ganas palabra por
palabra. Sufre el hombre porque esta no es su morada, lee el poeta que lo que
escribió no dice nada y entre paredes blancas, hombre y poeta le piden a la luz
un destello que los lleve más allá, donde la soledad sea amada.
Grita el
alma y gime la palabra, desea la piel y siente profunda la sílaba, de miel
preñada. Corre el sentimiento y no puede ser escrito, estremece el amor querido
y no puede ser vivido, suda el cuerpo y no es olido, disfruta el violín su arco
porque ya no lo sigue el piano y se duerme el hombre pensando que quizás mañana,
amanezca otra vez poeta, niño o quizás una página más, en el blanco de su libro.
De golpe abre el viento su ventana y un olor perdido confunde su nostalgia. El aroma canta una brisa, huele a rocío y sabe a tierra mojada. Surge el niño y con la
primera rosa se abraza, camina el hombre y pétalo por pétalo sueña con su
amada, la desgarra el poeta y de su savia una tinta inventa, de sus espinas
aprende dolor y de su olor descubre que en cada gota de su fragancia, vive la
musa de su amor. Se funde la ilusión con el deseo y una tinta con su verso,
hombre y poeta de la mano caminan, un hombre que a veces es niño y un poeta que
mira su historia en el vacío, en la desnudez de su alma y en lo incierto de su
destino.
De
lejos mira el niño al poeta y ve como escribe el sueño prestado de una noche en
vela, de cerca siente el poeta al hombre y se humedecen sus letras, con miedo el
hombre quiere volver a ser niño para vivir de sueños y tal vez, morir como un
poeta.
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