Miedo tenía el silencio porque
en una lágrima encontró el corazón del alma, pequeño, de latido intenso y olor
a Universo, de exóticas fragancias envuelto y con el poro siempre abierto, de
gemido tierno y grito eterno. Le pidió a la Luna que le prestara su velo, a la
nube el color de su cielo y al viento su aliento; despacito lo abrazó en su
pecho, lo cubrió con el velo y le dio color a su cuerpo, le dijo al eco que
estuviera quieto, al rocío que no lo empapara y a la brisa, que en su aire no
se llevara nada. El silencio y el corazón del alma se unieron en uno, se rindió
el mar y mostró su calma, de bandera blanca se vistió la tempestad y de sabia
barba una ansiedad, vibraron las alas entre dos ángeles, del Olimpo llegaron
musas y ninfas, del verso sus rimas… y Dios supo que había nacido la música,
con su latido, su pausa y su poesía.
Miedo tenía una caricia porque entre sus
dedos encontró el corazón del alma, inquieto, de rojo intenso, con olor a jazmín
y a dátil del desierto, suave como el cielo y con sabor a caramelo. Le pidió al
vello que entre sus enredaderas lo escondiera, al sudor que de beber le diera y
a su escalofrío que se detuviera. La caricia y el corazón del alma se unieron
en uno, dejó su bravura el río y entre piedritas empezó otro camino, calló la
cascada, el delfín se puso a nadar y la fogata dejó de crepitar, el sueño fue de
verdad, la imaginación una dulce emoción y el sentimiento comenzó a vibrar. De
hermosas vestales se llenaron los caminos, de pétalos los senderos, las
almohadas de plumas y cariñosos besos… y Dios supo que la ternura había sido
creada, con su latido, su pausa y su poesía encarnada.
Miedo tenía una mujer porque
entre sus pechos encontró el corazón del alma, travieso, esponjoso y de latido
abierto, envolvente y persistente, poseedor del silencio y la caricia, envase
de música y razón de ternura, de
suavidad lleno y de acordes hecho. Le pidió a su piel que lo envolviera y lo
convirtiera en terciopelo de sus deseos, a la pasión que en ella lo fundiera y
a la eternidad que por siempre lo escribiera. La belleza explotó en el cielo,
los ángeles tomaron sus arpas, el gran mago su violín, el mar su piano y el
hombre su ronco saxo. Pintó Dios la maravilla de un ocaso y supo que la melodía
había creado, porque la melodía es música, ternura y mujer, con su latido, su pausa,
su poesía y el corazón de su alma.
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