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viernes, 27 de abril de 2018

EL CORAZÓN DEL ALMA.



                 Miedo tenía el silencio porque en una lágrima encontró el corazón del alma, pequeño, de latido intenso y olor a Universo, de exóticas fragancias envuelto y con el poro siempre abierto, de gemido tierno y grito eterno. Le pidió a la Luna que le prestara su velo, a la nube el color de su cielo y al viento su aliento; despacito lo abrazó en su pecho, lo cubrió con el velo y le dio color a su cuerpo, le dijo al eco que estuviera quieto, al rocío que no lo empapara y a la brisa, que en su aire no se llevara nada. El silencio y el corazón del alma se unieron en uno, se rindió el mar y mostró su calma, de bandera blanca se vistió la tempestad y de sabia barba una ansiedad, vibraron las alas entre dos ángeles, del Olimpo llegaron musas y ninfas, del verso sus rimas… y Dios supo que había nacido la música, con su latido, su pausa y su poesía.
                  Miedo tenía una caricia porque entre sus dedos encontró el corazón del alma, inquieto, de rojo intenso, con olor a jazmín y a dátil del desierto, suave como el cielo y con sabor a caramelo. Le pidió al vello que entre sus enredaderas lo escondiera, al sudor que de beber le diera y a su escalofrío que se detuviera. La caricia y el corazón del alma se unieron en uno, dejó su bravura el río y entre piedritas empezó otro camino, calló la cascada, el delfín se puso a nadar y la fogata dejó de crepitar, el sueño fue de verdad, la imaginación una dulce emoción y el sentimiento comenzó a vibrar. De hermosas vestales se llenaron los caminos, de pétalos los senderos, las almohadas de plumas y cariñosos besos… y Dios supo que la ternura había sido creada, con su latido, su pausa y su poesía encarnada.
                  Miedo tenía una mujer porque entre sus pechos encontró el corazón del alma, travieso, esponjoso y de latido abierto, envolvente y persistente, poseedor del silencio y la caricia, envase de música y  razón de ternura, de suavidad lleno y de acordes hecho. Le pidió a su piel que lo envolviera y lo convirtiera en terciopelo de sus deseos, a la pasión que en ella lo fundiera y a la eternidad que por siempre lo escribiera. La belleza explotó en el cielo, los ángeles tomaron sus arpas, el gran mago su violín, el mar su piano y el hombre su ronco saxo. Pintó Dios la maravilla de un ocaso y supo que la melodía había creado, porque la melodía es música, ternura y mujer, con su latido, su pausa, su poesía y el corazón de su alma.




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