Siempre
sentí lo especial que eras para mí. En mis sueños no se movía un deseo sin tu
permiso, nunca abracé una noche que no fuera tuya y en mi vida, solo tu
ausencia, quebró los ojos de mi alma y convirtió en largas lágrimas mi
nostalgia.
Debo
regresar a mis principios, a mi deber, a mi locura…A mis ganas de amar, de
sentir y de tener todo lo que la vida guardó para mí. En mi lucha merezco y en
mi tesón encontraré, porque la vida es un juego, un juego donde el ajedrez impone su tablero. Sé que en mi renacer doblegaré peones y
sacudiré torres, hasta que sus alfiles
se rindan a un jaque mate trabajado, con
la reina de mis sueños.
Quizás
pida permiso al rey o quizás no, quizás estreche riendas con sus caballos o
quizás no, quizás tome por sorpresa la ventaja de su inteligencia…Quizás dome
su jauría, antes de penetrar su castillo
o quizás escriba un verso donde sus pasos confundan el blanco con el negro.
Vida que exhumas mi alma con los
exquisitos movimientos de mi ajedrez,
mórbida visión que justificas tantos anhelos y mueves las piezas de mi pasión. Sufrido cielo que cuadras las matemáticas de
mi vida con los dulces gemidos de las emociones perdidas. Pirámide de amor que
desglosas ternura en la exactitud de tus medidas, rincón de pasión que emanas
deseos y nadie sabe descifrar la riqueza de tu fuente.
Simple ecuación que despejas la
incógnita de tu ansiedad con el número áureo de mis sentimientos, locura
metafísica que golpeas la cara de sabios
y nunca explicas tus porqués en la perversa flacidez de los gestos humanos. Ajedrez de mi vida que pusiste tu tablero ante
mis ojos y nunca supe que hacer en mi último movimiento.
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