Me peino de
plata y todavía sonríe mi cansada vista recordando añejas miradas. Día con día,
desvanece la vida los latidos de mi corazón, noche tras noche solo mi pluma
encarece las callosidades de mis dedos y en mi almohada solo lucen las
profundidades de mis deseos. Tenue hermosura que ya solo te imagino en la
distancia, frágil memoria que atraes recuerdos y falsos olvidos de la
nostálgica historia.
Bebí amor y
en sus posos, emborraché mi corazón. Escribí sentimientos en vacíos abrazos y
en cada uno de ellos perdí un pedazo de mi alma. Escuché música de acordes lejanos
y nunca pude besar sus playas. Atravesé presuntos infinitos y acabé arañando
las paredes de mi soledad. Di mi ser, regalé generosidad y sin pedir dádiva
alguna, me regresaron sus miedos.
Vejez que ya te siento cerca con tu bastón, mi
perro y unas gafas que me ayudarán a ver lo que nunca quise sentir. No me ayudará
mi fé, porque siempre creí y jamás olí el favor de su viento. No me ayudará la
experiencia, porque aunque la explique, solo aguantaré risas entre tanta
inmadurez. No me servirá la edad, porque mis arrugas ya se habrán cansado de
aguantar tanta hipocresía.
Vejez que no
te podré ocultar ni ganas tendré de cuestionarte. Vejez que ladrarás en mis
noches y te escucharé con amor en el canto de los pájaros en cada amanecer. Vejez
que fluyes y fluyes y nadie te puede detener. Vejez, último respiro de vida y
antesala de mi muerte. Vejez solidaria
con tu bastón, mi perro y unas gafas.
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