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miércoles, 19 de octubre de 2016

ERES LUZ...


                  Te fuiste, abrazaste la Luz y nos dejaste entre las repetidas sombras de esas oraciones que ni siquiera escribimos. Naciste en tu nuevo mundo y te llevaste lo más precioso que el Creador te dio: Tu alma.
                  Te vi por última vez destellando entre velas y rosarios que sucumbían ante tu placidez. Adornado cristal con tus queridas rosas, espejo del color de tus mejillas. Peinada plata que descubría tu sabia frente, descanso total que ni las arrugas de esta vida se atrevieron a mover.
                  Te miré de frente, como solíamos hacerlo, no recé…Solo te hablé, porque no hay oración más profunda que la que nace del corazón y no hay mirada más limpia que la que viene del alma. Sabía de tu miedo a morir, pues algunas veces hablamos de eso. Recordé una de aquellas pláticas donde hablamos del túnel y de la luz, donde descubrimos que el sentido del oído es el último que se pierde y donde nos pusimos de acuerdo en que la mente,  sería la palabra más potente.
                   Como nunca,  te escuché y como siempre te entendí. Junto a ti, tu madre y tu hijo. Abriste tus ojos y respiraste infinita calidez, descubriste paisajes y colores que tu imaginación nunca había soñado…Una vez más diste todo tu amor y te fundiste en la eternidad de la Luz. Energía más vida, nunca da muerte sino nueva vida

                  Ante mis ojos tu mirada lucía cerrada,  porque todo su poder estaba enfocado en comprender  tanta belleza, tanta hermosura y tanta luz. En mi egoísmo quise saber más y más, pero poco a poco sentí tu recepción más lejana, más dulce y más sabia. Fue entonces que sentí profundidad y llegó tu respuesta,  cuando vi la mano de tu ángel dibujar una sonrisa en tus labios. Bajo mi camisa, se erizó la piel. En mi mente se fotografió la dulzura de tu mirada y cuando nacía la primera lágrima en mis ojos, sentí la yema de tu dedo absorbiendo mi tristeza.  Ahora estoy seguro…No descanses…Vive tu nueva vida a plenitud y deja que te envidiemos. Lo mereces.
                   Te llamé suegra, abrazaste mi corazón con la ternura de una madre y cuando nos mirábamos, como siempre de frente, las bocas expresaban lo que sentían nuestras almas. Gracias Gloria. Nos vemos pronto.


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