Llora un miedo porque no tiene un regazo,
vibra tímido un temblor porque no tiene piel, mastica saliva una boca porque no
encuentra el beso y resbala una lágrima la tristeza porque la poseyó un
recuerdo. Grita el puño porque no tiene una mano que lo apriete, rasguña fango
un pie porque no encuentra su huella y un cuerpo se deshace en sudor, porque el
deseo es más intenso que la distancia.
Y brota un sentimiento, el más fuerte, el más alto y el más rápido. El
ansia que retrata pasión, el incansable querer del profundo abrazo, la
cristalina penetración de una mirada y el romántico perfume de un alma
encelada. Nace una osadía, emerge seductor el calor de una tentación y dejas
que la piel contorsione ese sabor a saliva de caramelo.
Sientes la fiebre del pecado, el verso escondido de aquella poesía que
excita tus sentidos, el gemido de un aliento atravesando tus sienes, la ternura
acariciando tu espalda y los primeros acordes de aquella erótica melodía, que
una noche explicó por vez primera tus humedades... Y quieres atreverte y tus
ojos cierras, imaginas intenso ese deseo y a él te abrazas en el silencio de tu
soledad. Desnudas tu cuerpo, empiezas a tocarte, emana sentimiento la caricia y
la piel enchina cada uno de sus poros para ser amada. Camina la mano entre tus
pechos y erizas placer en tus pezones, resbalan los dedos por tu cuerpo y
redondean de miel tu ombligo, la emoción suaviza el primer quejido y el deseo
ya besa labios de ternura. Se abre la boca de la pasión, tu lengua moja labios
y la blancura de tus dientes los aprieta más y más. El momento es imaginación,
el sueño te toca, el latido seduce y una suave melodía humedece con jarabe de
vainillas tus dedos.
El dulce ambiente te abriga, las ceras chorrean en rojo, respiras
profunda, exhalas destellos de alma y el instante llega: viaja tu mano al edén
de tu mar, tus dedos se juntan, emerge duro el clítoris del amor, lo frotas
suave, tierno, en silencio, sintiendo, abrazándote y amándote como quizás nadie
jamás te escribió. Entras en la intimidad de tus humedades, en el clímax de tu
cielo, en el olor de tu sudor y en el cáliz de tu profundo deseo. Las piernas
se tensan, tus pies estiran un escalofrío, la espalda se arquea, los cabellos
se desvanecen, la contorsión grita, tu garganta
te exhala toda, respira el suspiro y una sensación de máxima excitación recorre
cada rinconcito de tu cuerpo. Sientes que llega, que te abraza, que te posee y
te mira en el vaivén de su penetración. El deseo te alcanza en la plenitud de
mujer, tu cuerpo se expande y el sueño te mima. Aprietas muslos, el aire encoge
espacio, el tiempo calla y la profunda pasión abre una poesía; saltan rimas y
versos, juglares y hadas, el sentimiento se desborda en intenso placer, bailan comas
y tildes, la belleza pinta mar, un grito comparte boca, el orgasmo gime y el
ocaso dibuja en oro, la erótica nostalgia de un deseo.
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