Es
muy difícil hablar cuando alguien solo quiere responder, es muy complicado
preguntar cuando alguien solo quiere pensar, es complejidad cuando alguien
esconde su respuesta y es verdad cuando alguien tiene la respuesta y la esconde
en la perplejidad de la pregunta. Es vomitivo el narcisismo apoyado en letra, anarquía la locura literaria y canción
de cuna, la falsa autoestima de la
timidez. El verbo yace, una letra subyace y el anacronismo muere en la sinrazón
de la palabra. Amo la seducción del verbo, la contorsión de una frase y la
sensibilidad de una estrofa, porque quiero dentro el sentimiento de quien la
escribe, la enredadera de sus memorias, el sentir de sus anhelos y el devengar
de sus sueños. Te pregunto y la respuesta muestra un existencial vacío, te
respondo y tu aliento explica tu nada, te muestro un ser escrito y desgarras a
tiras el papel por el miedo a tus propios infiernos.
Muéstrate, desnúdate y háblame. Deja que tu cuerpo me
sude, que tus ojos me expresen y que tus dedos me señalen. Disculpa mi
anoréxico amor y perdona mis días de soledad, mis noches de húmeda Luna y las sábanas
manchadas de tu recuerdo. Excúsame de tus fiestas de sociedad, de tus fantasías
de oquedad y de las masturbaciones compulsivas de tus dedos en mi sueño. Te
pedí un día, te necesité esa noche, deshiciste mis sentimientos, prometiste a
mi espacio una caricia y después, reclamé al cielo por haberte conocido. La
historia se escribió y el Gran Sabio por mi voz, habló:
“Y
el paje fue rey, el vasallo terrateniente y el rico lamió la vasija del pobre. Una
ley se fundió, el agua en vino se convirtió, una lengua vibró, una piel se
erizó, nadaron los pies y la palabra resucitó sus letras. Y llegó la inflexión,
la emoción, el éxtasis de una música, el dolor de un alma y el perdón de una
historia. Pero el cielo no quiso, el viento fue arisco, el trueno enmudeció, el
alma se encogió, tembló el tiempo, el pensamiento gritó, una perdida ansia
suplicó, el escalofrío llegó, una Luna se desnudó, el primer cometa gimió y la
última estrella, escribió en luz la
poesía de un perdón…y el poeta perdonó, se arrodilló y abrazó de nuevo el eco
de tanta soledad: rebosó un tinto por las paredes de su copa, esperó la vela
que su cera ardiera para escupirla y en la quietud del hombre, una blanca pared
exhibió su frío para que la poseyera. A ella pegó su cuerpo y su piel enchinó
el yeso, la música tocó y recordó lágrimas en aquellos viejos acordes, le pidió
una provocación al cielo y una tentación a la Luna, un consejo al trueno y una
excitación a la estrella más joven. La prosa discurrió suave, una letanía corrompió
el perdón de su alma, la memoria de una mujer irrumpió y rasgó la seda de
aquella soledad con la espada de sus infiernos. Y pensó el poeta que no podría
hacer el amor a la música, que por mucho que fuera el deseo nadie se atrevería,
que si abrazaba el primer viento nada sentiría y que ni siquiera aquella Luna,
una caricia le prometía. Con furia deshizo su cama, le arrebató las sábanas a
su almohada y de una mirada, su mesita de noche de recuerdos vació. Desgarró su
ropa y de jirones y botones el suelo llenó. Desnudo abrió la ventana, gritó al
cielo su pasión, a las sombras tanto deseo y al mar reclamó la densidad de su
sal. Y fue entonces que su alma gimió, atrapó con sus manos el despeinado
cabello, sintió, la naturaleza lo poseyó y el grito profundo de su orgasmo,
atravesó el último confín del Universo conocido. El amor se hizo, fue natural,
intenso y mágico. Lloró el poeta tanto clímax, escribió una tinta su fuerza y
desde entonces el perdón se da desde el corazón. El hombre la dejó ir,
arrodilló su ego y de nobleza se vistió, fue generoso y su alma sintió el amor
natural, perdonó y ahora es libre.”
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