Regresé en el tiempo de mis sueños, absorbí estrellas y desvanecí lunas, atravesé las oscuras sombras del silencio y abracé mi ser. Me sentí, me percibí como soy, volví a mi realidad y desempaqué las maletas de mi locura.
Destapé paciencia con un viejo tinto y esperé. Una y otra vez mis labios mordieron el dulce cristal, una y otra vez mis ojos atravesaron su transparencia...Una y otra vez, mis papilas enjuagaron ese bendito caldo nacido de añejas uvas en mi adorada tierra.
Rasguñé mis manos en la desesperación, acaricié con ansias el reloj de mi cita y prendí y apagué...Y prendí y apagué una y otra vez mi celular. Caminé en la jaula del deseo impaciente, encendí las velas del romanticismo y cubrí mi alfombra con pétalos de rosas. Cociné nuestra cena, apagué las luces de mi noche y te escribí un poema de amor.
Envolví servilletas en dulces hilos y algodones, preparé exquisitos aperitivos pensando en el maridaje de tu boca, escogí la cosecha ideal que ligara tu corazón a mi alma y embriagué el espacio con la fragancia de la pasión. Afelpé mi piel con la crema de la seda, rasuré mi cara con la sensibilidad de la miel y una vez más mordí mis labios en la intensidad de los afectos por ti.
Entendí que solo el tiempo pierde la esperanza, que el recuerdo es quien alimenta el sueño y que el deseo es un impulso del alma. Entendí que en las palabras a veces perdemos las emociones de nuestro corazón, que en el día a día recogemos pesadillas y extrañamos futuros. Porque en la esperanza crecemos y en la espera...poco a poco caducan nuestros sentidos.
Sonó el timbre de mi puerta, terminé con nerviosa pausa mi cigarro...Vibré en el infinito del querer por tener, en el eterno instante del orgullo cuando se disfraza con la máscara de la dignidad, en el sublime momento en que mis manos distraen la distancia a dos centímetros de tu corazón.
Te sentí sin tocarte, te abracé sin abrir la puerta, te amé con la palma de mi mano sudando ansiedad sobre la madera y te deseé en la profundidad de tu aliento cuando respiraste "soy yo".
Abrí mi corazón y se desvaneció el espacio. El tiempo renunció a su muerte y nos envolvió entre las nubes de la música, recorrimos miradas, enmudecimos palabras y arrancamos sentimientos. Tu piel erizó mi poesía y me perdí entre tanta dulzura, mis manos poseyeron tu espalda contra la pared y contuviste la rabia del amor con tu sudor. El deseo de mis humedades envolvieron tu cintura y en tu cadera sentí tanto orgullo que en tu envenenada contorsión, perdí el miedo por tenerte.
Pervertido erotismo que invades con tu lujuria mi cita, jugo de mujer que llenas el pecado de mi boca, exquisita ternura que arrancas los infiernos de mi alma, eterna suavidad que llenas de envidias el terciopelo de la naturaleza, excitante verso que posees mi poesía.
Me llevaste por la perdición de mis sentidos, untaste tu cuerpo de miel y en él pegaste mis pétalos, regaste mis uvas sobre tu carne y en ellas bebí tu orgasmo.
Te abrigaste entre hilos y algodón, cubriste tu edén de finas sedas, abrazaste la intensidad y dormiste en mi abrazo. Dulces sueños...Dulce cita.
Destapé paciencia con un viejo tinto y esperé. Una y otra vez mis labios mordieron el dulce cristal, una y otra vez mis ojos atravesaron su transparencia...Una y otra vez, mis papilas enjuagaron ese bendito caldo nacido de añejas uvas en mi adorada tierra.
Rasguñé mis manos en la desesperación, acaricié con ansias el reloj de mi cita y prendí y apagué...Y prendí y apagué una y otra vez mi celular. Caminé en la jaula del deseo impaciente, encendí las velas del romanticismo y cubrí mi alfombra con pétalos de rosas. Cociné nuestra cena, apagué las luces de mi noche y te escribí un poema de amor.
Envolví servilletas en dulces hilos y algodones, preparé exquisitos aperitivos pensando en el maridaje de tu boca, escogí la cosecha ideal que ligara tu corazón a mi alma y embriagué el espacio con la fragancia de la pasión. Afelpé mi piel con la crema de la seda, rasuré mi cara con la sensibilidad de la miel y una vez más mordí mis labios en la intensidad de los afectos por ti.
Entendí que solo el tiempo pierde la esperanza, que el recuerdo es quien alimenta el sueño y que el deseo es un impulso del alma. Entendí que en las palabras a veces perdemos las emociones de nuestro corazón, que en el día a día recogemos pesadillas y extrañamos futuros. Porque en la esperanza crecemos y en la espera...poco a poco caducan nuestros sentidos.
Sonó el timbre de mi puerta, terminé con nerviosa pausa mi cigarro...Vibré en el infinito del querer por tener, en el eterno instante del orgullo cuando se disfraza con la máscara de la dignidad, en el sublime momento en que mis manos distraen la distancia a dos centímetros de tu corazón.
Te sentí sin tocarte, te abracé sin abrir la puerta, te amé con la palma de mi mano sudando ansiedad sobre la madera y te deseé en la profundidad de tu aliento cuando respiraste "soy yo".
Abrí mi corazón y se desvaneció el espacio. El tiempo renunció a su muerte y nos envolvió entre las nubes de la música, recorrimos miradas, enmudecimos palabras y arrancamos sentimientos. Tu piel erizó mi poesía y me perdí entre tanta dulzura, mis manos poseyeron tu espalda contra la pared y contuviste la rabia del amor con tu sudor. El deseo de mis humedades envolvieron tu cintura y en tu cadera sentí tanto orgullo que en tu envenenada contorsión, perdí el miedo por tenerte.
Pervertido erotismo que invades con tu lujuria mi cita, jugo de mujer que llenas el pecado de mi boca, exquisita ternura que arrancas los infiernos de mi alma, eterna suavidad que llenas de envidias el terciopelo de la naturaleza, excitante verso que posees mi poesía.
Me llevaste por la perdición de mis sentidos, untaste tu cuerpo de miel y en él pegaste mis pétalos, regaste mis uvas sobre tu carne y en ellas bebí tu orgasmo.
Te abrigaste entre hilos y algodón, cubriste tu edén de finas sedas, abrazaste la intensidad y dormiste en mi abrazo. Dulces sueños...Dulce cita.
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