Se pierden las miradas por las entrañas del
cielo, cargan nostalgias sus nubes, melancolías las arpas de los ángeles, recuerdos las estrellas y deseos los cometas.
Se funde la palabra con el verso, la
solícita caricia con el sentimiento, el querido abrazo con una lágrima, la
necesitada ternura con el terciopelo de unos labios y el pensamiento con la sublime imaginación.
Desbarata el silencio las redes del nervio, colisiona la idea en las sienes de
la mente, esconde la vergüenza su hábito
y las manos miran con tristeza el vacío
de un año, el escrito de un pedazo de vida y la poesía que nunca se recitó.
Eterniza la promesa su legado, el juramento tiembla, la distancia
expande su espacio y el tiempo corre sus prisas por las ubres de un viejo libro…ese
maltratado libro que escribimos día con día y que nunca leemos, ese libro que
enseña los matices del error, los
laberintos de nuestra arrogancia, las enredaderas del destino y las huellas que
se han quedado sin marcar. Y nos damos
cuenta que nos pidió el abrazo, que un beso quería seducir nuestra mejilla, que
una caricia se levantó y en la piel quería caminar, que una mirada nos regaló su ternura, que una
palabra nos habló de amor y lo único que hicimos fue lograr que el tintero del
alma, se llenara de un extraño orgullo que ni siquiera mojó la punta de nuestra
pluma.
El año se reinventa y el ser se queda atrapado en sus miedos, cambiando
de mano las brasas de sus infiernos y con el deseo de compartir una taza de
café de la que ni siquiera sus granos a trabajado. La resolución es caótica, la transformación
irreal, el destino una utopía y el sueño duerme entre vacías almohadas. La
soledad recurre a su abrazo social, a la hipocresía de un brindis sin burbujas
que pintar, al regalo por regalar y a
ese beso de sudada mejilla que ni siquiera Judas se atrevería a dar.
Transcurre el teatro entre ventanas de sutiles vahos, entre borracheras
enjuiciadas… con luces, serpentinas y uvas viciadas…con estereotipos bailando y
músicas solapadas en sentimientos ya perdidos, quizás por algunos añorados.
Corre el viento del Universo, con brazos
de huracán y piel de trueno. Arranca a los comensales de su mesa, se los lleva
en su viaje, cierra sus ojos y les habla profundo en el alma. Se pliega el
cielo, engulle distancias, abre mares y desbarata desierto por desierto. Abren
sus miradas y se muestra la guerra, la sangre, el hambre, la injusticia, el
frío y el profundo escalofrío cuando devora almas. Lloran secas unas lágrimas
porque no tienen una mejilla donde resbalar, pequeñas manitas acarician temblorosas
pieles hechas de hueso y los corazones laten en hundidos vientres. El frío
corta, una bala expande metal en una pierna, agacha su cabeza la madre y da
calor a su niño de regazo, explica el
padre que hay un mundo mejor pero en sus ojos no cabe un sueño, en su vida no
hay una oportunidad y en su incipiente muerte entiende su libertad. Se miran,
caminan despacio sus piedras y se preguntan en silencio: ¿Navidad?
Rasguña intenso ese sentimiento a los que buscan la justicia social,
resbala conciencia entre los provocadores, escribe ignorancia en el ser humano
y olvido en nuestros “queridos” líderes políticos. Y mientras tanto…mientras
tanto dejemos que la nieve caiga, que cada uva nos recuerde que hay niños que ni una
semilla tendrán en su boca y que por cada abrazo fingido, hay personas en
nuestro mundo que pagarían con sus sueños, por el calor de una sincera y dulce caricia.
Feliz Navidad y próspero 2018.
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