La mira y
entiende, lo mira y consiente. Complicidad, celo en éxtasis, fuerza de hombre y
calor de mujer, poder y ternura, deseo y ansias…el momento escribe, la pluma
cede, detiene el tiempo su instante y respira codicia la Luna. Destella su
imaginación una estrella, traga el espacio su música, sufre el río su nervio y
se deshace en dos, se abre el mar y un sueño lo camina…el cielo siente y el
violín de la musa, despacito toca un verso.
Le pide el
cielo al viento una caricia, una prueba de amor profundo, una ternura suave y
tensa, la raíz de un gemido y la pausa del grito cuando desea. Se arrodilla el
amante, el poeta deja de escribir para sentir, un pétalo se desprende de su
rosa, la piel se llena de rocío y el sentimiento se viste de suspiro. Despierta sublime un silencio
entre hombre y mujer, se transforma la palabra, una voz jadea trémula, una
garganta excita su trago y unos labios, tiemblan sus ansias. Recorre desnuda la
imaginación, desprende el cielo sus óleos, dibuja un gran lienzo el viento, los
cuerpos se hacen uno, se pintan de colores y aceite… y ruedan y ruedan…y
ruedan.
Calma
tensa entre mareas de mar, inquietas burbujas bailan entre suaves espumas, arena
perdida entre manos y dedos, sumidos ecos en caracoles y horizontes sellados en
dorados ocasos. Desnuda el bosque sus leños, el desierto sus dunas, la montaña
su volcán y una brisa se llena de chispas. Prende la fogata el cielo, arde el
aire, el viento se llena de nubes y el aliento del trueno, de gritos y gemidos. El alma decora de luz una vela, deja chorrear
su cera, recoge cada gota en un pequeño hielo, espera que se abra, espera que
nazca y corta de tajo, el umbilical cordón de un gran deseo.
Camina el
deseo en silencio entre erizados vellos, el poro abre su memoria, una mano
atrapa su puño y la mirada cristaliza pasión. Despliega el alma toda su
elegancia, el cuerpo eriza sedas y
algodones, el corazón del viento excita
a besos su aire, recoge sus alas un ángel y toda la intensidad, concentra su cariño entre las vértebras de una
arqueada espina. Empina la columna su
vertebral condición, enchina la nuca las puntas de sus cabellos, imagina un
pezón su lengua, muestra el cielo su carne, contorsiona la cintura, lo surca
erecto el rayo y la lluvia del cometa lo
posee. El abrazo es salvaje, el beso
profundo, penetra miel, la fragancia suda, la mirada toca y el tintero de la
erótica sensualidad, desparrama por doquier ternura y sensibilidad.
Se
convierte el deseo en caricia, en esa caricia que entrelaza cabellos, que recorre
la nuca, que resbala por la espalda, que aprieta muslos, que eriza piernas y
tensa el músculo hasta la planta de los pies. Esa caricia que arrulla párpados,
posee mejillas, surca labios y moja lenguas…pellizca suave entre senos, funde
ternura en el ombligo y se pierde en el dulce limbo del edén…esa caricia de
placer entre dedos, de sudor pegado, de humedad consentida y de jarabe sabor a
vainilla y reflejo de Luna… esa caricia viajera de lo profundo, sabia y preciosa,
intensa y tierna… esa caricia llamada orgasmo…la caricia del alma.
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