Espero no molestarte, pero acabo de tener un
sueño, un sueño vivido en tus brazos, un sueño extraño porque te olí, y no sé
quién eres. Tus facciones eran bellas, tu mirada tierna y tu boca esponjada,
repetía en mis labios el dibujo de un hermoso beso. Tus cabellos doraban luz,
mi palabra caminaba en tu cuello y tu mejilla se perdía en mi pecho. Corría sin
sombras la noche y el día no salía de su ocaso, pintaba el aire exóticas
esencias y el viento las mezclaba en cada poro de mi piel: vainillas y caramelos,
resinas e inciensos, jazmín y canela, té indio y almizcle…
Sueño de ojos abiertos en el limbo del dormido amor, catarsis de
sentidos en el umbral de un excitado sentimiento, sublime imaginación del
pensamiento escrita en ternura y mágica seducción estelar, al sentir mis labios
recorrer tu piel. Poseído por el dulce letargo del trance onírico, me sentí
atrapado por tu cuerpo, absorbido por tu alma y envenenado por tu corazón:
corría lenta la sangre por la membrana de mi espíritu, un intenso sudor fluía
arrogante, la caricia picaba, el ambiente paseaba romántico y una tenue brisa
bailaba sabores de poder y miel. Un deseo se filtraba constante en cada cruce
de miradas, una seducción envolvía caliente el espacio, tu desnudez rebosaba
cremosa almendra y mi mano no se atrevía a tocarla.
Sentía profundo la excitación y por servida se daba la mente de mi
proscrito seductor. Una elegante sofisticación hablaba de prisas y pausa, de oro
y diamantes, de pasión y erotismo, de sedas y terciopelo en piel. Exploramos el
bosque lejano donde las orquídeas se vestían
con dulces vainillas, donde lo goloso era denso, el ámbar transparente
resina y el grito de un eco, la suave sinfonía de un gemido. Y entonces
temblaron tus piernas y el vigor se disfrazó con el color de un pétalo, el
árbol se deshizo de su corcho y lo fundió en amaderado sabor a regaliz y
sándalo, penetró el impacto del nuevo clímax, la sensualidad devino gourmet de
los sentidos y el placer, un hipnótico sommelier de nuestras humedades. Desafiaba
intrigante un escondido temblor, tu espalda se arqueó, una lágrima brotó y el orgasmo
llegó mágico, afrutado, intenso, cálido, erótico, profundo y adorado.
Y el
misterio abrió su teatro, el sueño la pesadilla de su despertar, el silencio
jugó con el tiempo y el luminoso astro pegó de azul el cielo y su mar. Las
incipientes arrugas se mezclaron con el olor de rubio tabaco en el espejo de un
amanecer soñado, dos copas sedientas de sus tintos seguían vacías de añoranzas
y las melancólicas velas del romántico anochecer, todavía esperaban quietas,
una chispa que ardiera sus ceras.
Ahora te escribo convencido de que eres la
mujer de mi deseo, porque te encontré en medio de la sencillez reconfortante de
un bonito sueño y por eso te persigo, más allá de lo permitido. Te escribo e
idolatro porque mis sábanas amanecieron húmedas, mi almohada empapada de tu
olor, mis tintas dibujando tilde por tilde las gotas de tu sudor y mi alma reacia
de lo astral, buscándote fuera de mis
sueños, porque todavía no sé quién eres.
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