Se
desenamora la nube de su cielo porque las estrellas lo llenan, camina celoso el
cometa porque no tiene tierra que lo abrigue, entristece el Sol su calor porque
su Luna mengua y no lo refleja, siente dolor el amor porque la distancia no
acorta ternuras.
Cabizbajo
sufre el sentimiento porque no hay piel que toque su alma, no hay verso que
explique sus vacíos ni música que calme su ansiedad. Despacito mueve el corazón
sus latidos, el río de la esperanza ya
no erosiona sus piedras y el pacto, cansado rompe el contrato. Desde lo más
profundo atraviesa cuerpo la lanza de la decisión, el nervio se apodera de la
membrana del aura y en las entrañas de los miedos bailan nuevos demonios. La
incerteza vive, la seguridad desaparece entre principios y viejas educaciones, la
estabilidad corroe, el atrevido deseo se apaga y el increíble ser humano,
dibuja un nombre en su playa, clama alta marea y deja que la blanca espuma lo
borre para siempre de su memoria.
Cree
en el olvido, en la destrucción de un recuerdo, en el colapso de los sentidos y
en la reinvención de los sentimientos. Pinta de blanco y negro su mente,
arranca a jirones los pedazos de piel que un día sudaron aquella pasión y poco
a poco escribe en su libro la añoranza por un nuevo amor, por un amor que pueda
tocar. Se desviste la tragedia, la imaginación cierra su telón y la noche se
pega al día en la rápida rutina de un desamor. Desnuda su cama, cambia sábanas
y almohadas, nada huele, nada sabe y nada se atreve porque en aquel lecho vivió
humedades, apretó entre piernas sus ansiedades y secó los deseos carnales de
sus lágrimas.
Pero
un día el destino le recordó la condición etérea de sus sentimientos, la magia
astral de su áurea, los sentidos que brotan del alma y perforan sudor en cada
poro de piel, los deseos genéticos de su sangre por latir en otro corazón y el
vacío de una mirada, cuando no penetra amor. Durmió y en su posición fetal
soñó. Abrazado por la imaginación se llenó de luz y viajó, la distancia dejó de
ser palabra y se convirtió en un pequeño número, el tiempo dejó de ser señor y
se momificó, cada verso rimaba, la ilusión fluía, la emoción desgarraba
infiernos y el contacto llegó.
Olió
la nube su cielo, el cometa se pegó a un planeta, se llenó de reflejo la Luna y
el Sol expandió todo su calor, vibró el arpa porque el amor estaba cerca de
tocar ternura y el majestuoso río de los sentimientos, volvió a rodar y a erosionar sus piedras. Se abrazaron los
cuerpos en su astral condición, bailaron dos almas y la pureza de la sangre
embaucó las áureas. El pacto selló una eternidad, los demonios durmieron en sus
propios miedos, la certeza mostró razón a la mente y el deseo se atrevió a ser
destino. Despertó el sueño, corrió el ser, llegó a su playa, gritó al mar que
fuera baja su marea, recogió con sus puños aquel nombre escrito de arena, absorbió la blanca espuma con toda su alma,
se abrió el pecho, abrió sus manos y dejó que cada grano de nombre se tatuara
por siempre bajo su piel.
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