Rescata el piano sus notas, duerme la flauta en el susurro de su aire y
apaga el puro del jazz un viejo saxofón. Se reinventa el éxtasis en el agudo
violín y grita una trompeta su dulce melodía, se moja una piel y el verso se escribe
despacito, suelta gotas de miel un gemido y la tentación camina de bar en bar.
Sentada, sin hablar, la copa a medio llenar, vestida con seda de ilusión
espera la dulce tentación. Sirve el cantinero y de reojo la mira, un viejo
verde la remira y un humo envaina su niebla y esconde ojos. Se prende el
ambiente y medio oscurece el latido, sudan las manos y tiembla el hielo en su
vaso. Un dedo recorre labio, la rodilla enseña sabor, el escote enchina deseo y
un sereno guarda las llaves del pecado. La tentación solo escucha silencio, lee
mente y absorbe ajenos cariños, calcula distancia y propone ternura, piensa
poco y quema un último cigarrillo.
Abren aceras queditos pasos, saludan temerosas dos farolas y una fachada
deshoja parte de su pintura. Camina el
poeta entre sombras, viaja su alma rasgando aquí y allá un atisbo de
inspiración, un taxi educa las buenas noches y el mendigo se queda sin limosna.
Entra el hombre a la calidez de aquel bar, bajo su piel un verso desahuciado y
entre su incipiente barba, una vieja caricia luchada. Se quita el sombrero y
retira la primera silla que le presenta una mesa, el abrigo cae en su respaldo
y deja que el vaho de su aliento empañe el sucio cristal. Llegan de sorpresa
unas aceitunas, enredan madera los palillos y el suave y negro vermouth
engalana de un recordado sabor su boca. Viaja el poeta por sus miedos, la
tentación lo espera y él lo sabe, mirarla no se atreve, el hielo no se deshace
y la mesa le muestra tímida su cojera. De repente un olor embriaga el sentido, un
sentimiento escribe alevosía y un pedazo de piel arde entre sus piernas. Se
levantan los ojos y de frente miran, la tentación reta, un sudor exhala prisa, huye
despavorido el romance y punza fuerte el deseo por un placer. Piensa el poeta y
su mano tapa boca, huele su vermouth y lo absorbe poquito, recuerda aquella caricia
regalada en su mejilla y compra tiempo. Se huele y la feromona lo excita, cierra
sus ojos y parece sentir, la tentación se levanta y a su lado sienta la miel de
su piel. Se miran, el suspiro no se atreve, una lengua recorre su labio y la
otra por dentro acaricia sus dientes, un pezón asoma transparencia y el hombre
sufre el disfrute, la mirada es cadencia y el hombro seducción, la respiración
intensa y profunda la exhalación…la mujer pregunta y el poeta escribe una
inventada respuesta, la tentación se acerca, una humedad crece tersa, la
complicidad marca el mismo destino y a lo lejos una cama se imagina sin
sábanas. De la mano del bar salen, el poeta
y su tentación, la inspiración y su sombra, la nostalgia de una caricia y la
excusa por una eyaculación, la verdad de una estampa y la mentira de una
sugestión mal pagada.
Llega el poeta a su casa, mira frío su
cama y la historia se funde como utopía en sus manos. Llora el verso su
incomprensión y el nervio tensa una inspiración, la tinta salpica y la pluma
tiembla, el viento abre ventanas y llega la musa, el hombre siente, el poeta imagina,
la tentación sirve ideas en bandeja de plata, los sentimientos colisionan, el
corazón late, el alma se llena, la emoción crece y la poesía escribe sus
elegancias. Descubre la tentación que nadie la poseyó, que el portal fue su
umbral y que aprendió que una piel sin un sentimiento es como un corcho sin su
vino, seco por fuera y sin alma por dentro.
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