Llegaste sin permiso a mi
vida, le robaste al corazón cada latido, a mis ojos su mirada, a la nostalgia
el recuerdo, a mis sentidos su olvido, a los días, esa rutina que los explicaba
simples y sin tino. Llegaste con el alma desnuda, con el poro abierto, con un
dulce silencio en cada caricia de tus dedos, con una huella firme y profunda, con
aliento de poeta y cabellos rizados, que en tus hombros eran ternura. Llegaste
y detuviste el tiempo, desafiaste la distancia, nadaste las olas de cualquier
mar y cruzaste esas montañas, que ni la nieve se atrevía a resbalar, cosiste
ocasos, despegaste horizontes y cuando me llegó el primer acorde de tu melodía,
escuché ese verso
que en cada rima, respiraba desde antaño mi poesía.
La profecía estaba cumplida,
el destino para mí te tenía, la cita era consentida, el calendario marcado, la
velada dulcemente amañada y el ansia totalmente poseída, porque después de la
cena, serías mía. Las ceras se vistieron de velas, el viejo tinto destapado
rugía, una media luz su color gemía, el mantel su porcelana exhibía y cada copa
sonreía un cristal, que de la bohemia venía. El timbre guardaba su puerta, mi
espacio y al tiempo comía.
La puntualidad fue atrevida,
corrió la mano por mi cabeza, se apresuró la silueta por abrir aquella puerta y
cuando te ví, un cuento se convirtió en leyenda. Estabas hermosa, sutilmente
bella, te quitaste los zapatos sin mirarme, pisaste cada pétalo que de cien
rosas había sembrado, me diste la mano, en la mejilla un beso me tatuaste, tus
ojos me prestaste y sentiste que dentro de tu alma, había entrado.
Una delicadeza, de la mesa retiró
tu silla. Nos sentamos abrazados en un nervioso aire, la música empezó su
trabajo, te habló la ventana y viste el reflejo de una Luna ya preparada, te
olió mi piel y un frío sudor, toda mi espalda recorrió. La imaginación se
desvaneció, superaste su lienzo, cada óleo y cada color. Recorría cada dibujo
de tu cara, me mirabas, te miraba, cada pestaña, tus arracadas, esas cejas por
tu piel tan mimadas, esos hoyitos que tu sonrisa explicaban, tus dientes puros
como el alba y esas grietas que en tus labios expresaban cada palabra, que tus
ojos hablaban.
Velada deseada, soñada,
romántica y siempre añorada. Amor sincero, sudor etéreo, versos en miradas y
ese anhelo por conseguir en mi boca, tu primer beso. Estremecías mi ansia cada
vez que tu lengua el tinto probaba. Quería ser una de sus gotas, copiar su
fragancia, su cuerpo, el sabor de los años, también ese mosto que una tierra te
regalaba para sentirme pleno, en las papilas de tu garganta. Quería ser copa
para tus jugos, esponja de humedades y caricia para cada suspiro, que entre tus
hombros me gritaba. Sentía que por fin sería tuyo, le pedí al baile que se atreviera,
que se mostrara perverso, que se convirtiera en danza, que no tuviera miedo
porque la noche ya desplegaba, su más hermoso cielo.
Una cadencia se pegaba perfecta, la
contorsión seducía tanta belleza, el sentimiento explotó cuando en mi boca
entró tu lengua, mis manos te desnudaron de algodones y sedas, los vellos respiraban huellas, las miradas se
cerraban y cada caricia terminaba una poesía. El amor se hacía, no se
preguntaba, solo se sentía. Mi pecho lamías, entre tus piernas me tenías, cada
muslo era apretado con alevosía, cada poro exprimido en toda su mojada melodía,
cada silencio gemido, cada mirada en el alma sostenida y cuando el orgasmo fue
consentido, aquella velada eyaculó su clímax, en una romántica lágrima.
MIRA EL VÍDEO AQUÍ: https://www.youtube.com/watch?v=heNCoYUSmcQ&feature=youtu.be
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