Le compré tiempo
a la vida y le robó un suspiro a mi muerte. Intercambié música con la eternidad
y el infinito me regaló sus acordes. Le quité oxígeno al Universo y no
palideció ninguna estrella. Intenté iluminar con otros colores mis paisajes y
el viento de la soledad los dibujó de blanco y negro. Quise crear un nuevo mar
con mis lágrimas y la poesía lo saturó con tanta sal, que vi mis versos caminar
sobre él.
Desdoblé todo mi
espíritu y me sentí encima del mundo, acompañé mi alma en su viaje astral y
sentí tanto miedo, que el infierno tatuó su escalofrío en mi piel. Pensé virtud
y solo escuché con profundidad, el eco de mis defectos. Me senté en el juicio
final y el juez era yo, salté el precipicio de los miedos y enredaron sus largos
brazos entre mis pies hasta tocar el suelo del no olvido. En el hastío, dibujé belleza
y se plasmó la hermosura del pecado.
Quise
intercambiar emociones y le dí sentimiento a la muerte, pero nunca me regaló
más vida…Le prometí muerte a la vida y se cerró el pacto. Juré en vano y
cruzando los dedos, que el día de mi
muerte sería el más largo y comprendido, pero la oscuridad se rió, las sombras
se divirtieron y el sol, aceleró su ocaso. Vi de lejos acercarse el espacio,
sentí cuando otros mundos eclosionaban tiempo y escuché la desgarradora
profundidad de un grito…Ese grito que sale del alma de la muerte, cuando da
nueva vida.
Solté lastre y
reté fecha y hora a mi muerte. Escondí mis sentimientos en el mar de la vida
para que solo encontrara vacío y no aceptó el reto. Fingí un abrazo con la
oscuridad, besé el orgullo de alguna sombra, pero solo desperté sospechas en el
infierno. Decidí aprender y evolucionar, sentir y conquistar la pureza del
amor, vivir y despreciar la soledad…Porque la muerte nunca se lleva vacíos y la
vida nunca despejará sus incógnitas. La muerte es nueva vida en la energía de la
Luz Total y la vida solo es un apéndice del gran aprendizaje. La muerte es
parte de la vida y la pureza de la vida es lo que hay, después de la muerte.
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