Gime la
belleza cuando es cómplice de la caricia, grita el deseo cuando despunta la
ilusión, hierve la pasión cuando el sueño casi se toca y llora un alma en el
portal de una generosidad. Camina el dedo entre piel y cabellos, suda el labio
un beso y recorre una lágrima su viejo trayecto. Respira un aliento su soledad,
aguanta el yunque su martillo, pide auxilio el corazón y en un rincón asume su
forma fetal el silencio de una vida.
Un ombligo
se esconde y el vientre lo abraza, nada escalofríos el ansia, el pecado duda
principios y el latido, se mueve quedito. Surge la imaginación y dibuja una
fuente, dispara salvas la razón, llora una nube y el trueno, prende el motor.
El agua se ilumina de mil colores, se asusta la serpiente y se aferra a su
árbol, sale el topo de la tierra y enseña sus gafas, un viento despega el
horizonte y la gárgola del miedo, toma por asalto mi fuente.
Se acerca
un jorobado y maloliente mendigo, extiende la mano y pide un centavo a un traje
de oscuro azul que poseía a lo que
parecía, una especie de persona. La persona se lo niega. Se abre la tierra, lo
engulle y el mendigo se asombra. Se cierra la tierra. El cielo cambia de color y desprende su maná,
vuela el meteorito y explota en la cola de un cometa, surge el rayo y detiene su luz a dos centímetros de aquella
mano. Bajan las hadas de un cielo lejano y en ella se posan. Sus alitas
chispean, sus ojitos miran brillo y sus manitas, acarician ternuras. Baja un
ángel envuelto en polvo de estrellas, a su izquierda el cuerno de la abundancia
y a su derecha, el portal del primer agujero negro creado. En su pecho se
deshoja un libro, el libro de la eternidad escrita. Sus brazos pintan hinchadas
las venas del Universo infinito y sus piernas galopan engreídos músculos. Exhibe
el ser fortaleza y guerra, consiente
mesura la impertinente arrogancia y
esculpe contorsionada piedra, la leyenda de una nueva alma.
Endereza el
jorobado su vertebral columna, ya sus ojos miran cielo y sus lágrimas son de
verdad. Sus manos no pedirán, solo darán. Sus dedos ya no señalarán aceras,
caminarán espaldas. Su olor saldrá de las alcantarillas y será fragancia de
calles. Se llenaran sus dedos de tinta y en cada alma escribirá su historia. El
ángel mira y lo invita. Le enseña el cuerno y en una cajita se lo regala, lo
invita a pasar a su derecha, el ex mendigo duda, el ángel lo empuja y el gran
agujero negro lo absorbe con toda su fuerza.
Llega a un
nuevo mundo, un mundo regido por los centauros. Se siente uno de ellos,
poderoso y firme de convicción. Gran amante y de suprema inteligencia. Noble y
cazador, fuerte y de gran vigor, pura sangre de familia y escritor por estirpe.
Valedor de principios, negociador de almas y tocador de corazones. Se vio
feliz, dichoso y realizado en un mundo extraño. Un día, cansado de ser tan
feliz, decidió tomarse un “expresso” en la terraza de un viejo café. Sentado,
discutía consigo y en silencio divagaba con sus pezuñas sin herrar y su hermosa
crin. De repente, sintió un hormigueo en una de sus patas. Dejó que sus dientes
urgaran entre sus pelos y sorprendido
vió una diminuta cucaracha intentando trepar por su poderosa extremidad.
Intentó morderla y gritó el diminuto animal como un chasquido de pisada. Se
admiró y la miró: Estaba vestida, de un traje azul oscuro que recordaba. La
cucaracha lo miraba. Sus ojos salidos a punto de reventar querían hablar pero
en ese mundo las cucarachas no podían hacerlo. El centauro comprendió, recordó
y le dio una oportunidad. La tomó entre sus dientes, cuidando de no lastimarla,
la posó dentro de su taza de café, la cucaracha nadó entre la tibieza de
aquellos molidos granos y en la espuma escribió la palabra “perdón”. El
centauro entendió y terminó por recordar: “Un día te pedí un centavo, diez
veces menos de lo que valía un botón de tu traje y me lo negaste. Solo quería lanzarlo a esa fuente para que un
deseo me concediera, el deseo de ser como tú. Hoy me pides perdón y en mi
corazón penetra el cielo, pero ya no quiero ser como tú. Te regalo el cuerno de
la abundancia, te regalo una oportunidad, te regalo el don que un día un ángel
me dio”. Y el gran agujero negro
invirtió su poder. Succionó al centauro y a la cucaracha. Viajaron juntos hasta
el poder de la fuente y la vida repitió su encuentro.
Un hombre de
traje azul oscuro, estaba sentado junto a la fuente. Un jorobado y mal oliente
mendigo se le acercó. Alargó su mano. El hombre la tomó, la besó y una moneda
le mostró. En su extrañeza el jorobado
lo miró y el hombre no habló, solo de reojo observó el trinar de la fuente y
con aprendida habilidad tiró la moneda,
cayendo justo en el centro de sus aguas. El mendigo entendió, caminó y observó
el lento viaje de la moneda, hasta posarse elegante en su final. La fuente
vibró, cambió colores y chispeó fuegos artificiales. La tierra se abrió y a
nadie tragó. Se llenaron de hadas, estrellas fugaces y los cielos de mil mundos
abrazaron el acontecimiento. El hombre se convirtió en centauro y el mendigo en
un ángel vestido con un hermoso traje azul oscuro de mil botones. Desapareció el
agujero negro de la enseñanza, los cometas recogieron sus colas y viajaron
lejos, mil estrellas recogieron una por una las motas de su polvo y unas
tintas, se impregnaron en leyenda. La lección
estaba aprendida, el sueño dado y la fuente…La fuente, solo espera otra moneda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario