Pica el
pequeño pájaro su tronco y éste no cede, pestañea el hombre y hunde un efímero
silencio en su pensamiento, vibra el Universo y un delfín brinca alegre su mar,
el libro recoge sus hojas y espera con ansiedad, ser leído. Retoña una rosa,
absorbe rocío un viejo pasto, despacito un gusano de seda hace su capullo y un
día más la naturaleza se reinventa. El cielo pinta un hueco y la nube se
atreve, el planeta cede su espacio y un ilusionista imagina formas, descubre
vapores e invita al mago a que abra su chistera. Se pregunta el día por su luz,
una montaña la quiere y suplica, una música la venera y desnuda su pentagrama,
el verso enchina sus letras y una poesía , solicita su parto.
Sufre
un otoño, alarga sus brazos y llena manos de hojas. Cabizbajo camina un
invierno porque sin permiso de su iglú salió, lo regañó la primavera y sonrió
el verano aduciendo un cambio climático. Todo cambia, la energía transforma
vida y la muerte reivindica al más osado. Una ventana, media luz, añeja
melancolía y dedos de artista: Una anciana teje, la lluvia no cesa, el vaho no
se atreve y arden ceras en el doquier de una nostalgia. Jadea una rima porque
no es requerida, entra en la cueva del recuerdo una imaginación y un viejo
infierno muestra su desdén. De frente te busco, te idolatro y te tengo. De
ladito te poseo en mi reojo y de lejos, sugiero al cielo que pinte nuestro
encuentro.
En tus
dedos una copa, la burbuja reflexiona, una mirada penetra y el humo, su cristal
empaña. La esperanza agoniza y resbala en su pedestal, quedito el dedo frota su
borde y en el chasquido, revive un acorde. Ya el caldo toca labios, el sabor
excita lengua y en las papilas araña cuerpo una historia. Suda tu garganta al
poseer su milagro, respira el olfato y el ojo cierra su mirada para
comprenderlo. Me das la mano, la pongo en mi mejilla y en mi copa te arrebato.
Invento una caricia y asienten tus dedos. Te explico cómo y tu palma se llena
de ternura. La persigo con mi piel y le enseño el camino para que aprenda mi
cuerpo. Despacito por él resbala, un mimo acompaña y un verso empieza a
escribir sus letras. Mis entrañas se delatan y un poro se abre. La caricia
rodea cara, engulle lóbulos de orejas y atraviesa nudos en mi cuello. Sufre la
imaginación por verse superada, tiembla el pensamiento el siguiente paso y tu
dulce olor es tan intenso que el corazón ya no soporta el latido y lo siento en
lo profundo de mi alma.
Se
reivindica mi pecho y tu mano lo toca, enredas entre tus dedos vello, piel y
pezón. Un labio los abraza, tu saliva los exalta y un beso corre urgido entre los calostros de tanta ansiedad. Permea
el cariño mi vientre, su contracción contorsiona, una fingida flacidez marca
músculo y despierta enérgico el umbilical que un día me llenó de vida. Y se
pregunta el ombligo ¿Quién eres? Porque solo mi madre fue capaz de regalar
tanta energía. Y se pregunta el vigor ¿Seré lo que soy y no me detendrán? Y
contesta mi Luna: “Sean libres, desborden intensidad y atrévanse a todo, porque
una letra no es verso sino es pensada, un verso no es poesía sino se siente y
un libro no se lee si sus hojas no lo explican, pero siempre una caricia de amor nacida del corazón,
pensada, sentida y explicada, sembrará
nuevos retoños en el alma.
Y mi piel
enardeció, tensaron cuerdas de cielo mis piernas, el vigor penetró, la ternura
abrazó y mordió, el viento enfureció y las ceras apagaron su nostalgia, Cayó el
tinto, la copa gritó, gimió la cama y huyeron las sábanas. La noche desnudó
estrellas, lloró el poeta porque no escribió lo que vió y una viejita, un hada
de la historia, abrazada a su soledad bajo una impertinente lluvia, siguió
tejiendo sedas y miel para sus retoños, los nuevos retoños del alma.
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