Llueve, llueve tanto que ya el cuerpo no siente,
solo el alma se moja, el aire huele a gotas y el corazón casi no late, la
mirada se pierde y el vacío abraza. El incienso de la vida te lleva a ninguna
parte, el viento solo nubes atrae, el cielo esconde su color y la Luna teme que
en su reflejo, se quemen los sentimientos en cualquier maldito aquelarre. En tu libro el destino es una hoja
en blanco, sufre el ansia, el prólogo es olvidado, no tocas de nadie su
fragancia, poco a poco tu memoria de los miedos se contagia y una inseguridad
te dice que no lograrás nada.
Llueve,
llueve tanto que la sangre fluye como nata, espesa y blanca, ciega y sin
esperanza, las manos se refugian en sus puños y el aliento de su boca no
escapa. El nervio arde y desgarra su dolor entre tus entrañas, el vientre se
apelmaza y las piernas entre temblores de la silla se levantan. Y gritas porque
solicitas una ayuda necesaria, esa comprensión que dilate una emoción, ese
vapor cálido que se pegue a tu ventana, ese abrazo solidario que detenga tu
lágrima y esa mirada que sea cómplice en ese tiempo, donde no hay nada.
Llueve, llueve tanto que ni la soledad
acompaña, el silencio daña, las personas pasan, el espacio se agranda y tu
pecho encoge profundo ese último suspiro, que queda en el alma. La realidad es
resistida y la religión reprimida, tu historia deja de tener sentido porque de
lo vivido solo hay olvido, los semejantes de ti son errantes, el entorno es
cárcel, el sueño perdió su ángel, la ilusión no tiene montura ni caballo que la
cabalgue y tu piel se vistió con la escama más grande, para que tanta lluvia no
la empape.
Llueve, llueve tanto que los ríos ya
desbordaron su cauce, las piedritas ruedan locuras sin ir a ninguna parte, las
montañas ahogadas perdieron sus valles, el mar no encuentra una ola grande que
lo abrace y no hay nube en el cielo que sus lágrimas aguante. Se desmorona la
vida, el alma poco a poco se deslava, tiembla el corazón porque no encuentra
una sangre que lo lata y despacito las sombras escriben una oscuridad tan
profunda, que hasta la intensidad de ella escapa.
Llueve,
llueve tanto que no hay espacio para la palabra, la tinta se diluye blanca, el
pensamiento se queda en nada, la mente está cansada, la idea es nostalgia y cualquier
música, un acorde vano sin pentagrama.
Llueve, llueve tanto y sobre mojado, sobre cada poro dibujado, sobre cada
grieta y cada comisura de mis labios, sobre cada anhelo y condición de mi ser
humano, sobre cada letra, sobre cada ilusión que un día había respirado, sobre
cada canción que me habían dedicado, sobre mi…llueve y llueve demasiado.
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