Viajé entre nubes y vi de que
estaban hechas, millones de hilos y almíbares hechos hebras, lágrimas de cielos pintadas
como gotitas de miel, polvo de estrellas que le daban sus destellos, alcancías llenas
de reflejos de lejanas lunas y esponjas de vírgenes corales guardadoras de
sueños. Y quise ver dónde estaba el mío y del avión me bajé. Le pedí al piloto
que lo aparcara, que aprovechara y repostara para que combustible no nos
faltara. Se acercó un hada, me dijo que de conocerme estaba encantada, me preguntó
qué buscaba y al saberlo, abrió de par en par sus ojos, me dio la espalda, con
la mente me solicitó que me sujetara firme a su ala y que le tuviera confianza.
Me preguntó si tenía frío porque estábamos cruzando la Antártida, le dije que
no había pensado en ello y me contestó que no me preocupara porque pronto sobre
Cuba haríamos una parada. Y en un momento sobre cuarenta grados sobre cero, una pequeña nube nos esperaba, sobre una Cuba
que apenas se levantaba. Abrió el hada aquella nube y sacó una diminuta caja y
de ella una esponjita: “Aquí se guardan tus sueños, tan pequeños que solo aquí
se absorbieron, en una esponjita de una pequeña nubecita que pronto en tanto
calor será una lluvia fina que ni al suelo llegará, se hará sombra y por
siempre se diluirá”. Me quedé absorto, me miró, la miré, comprendí y lo supo, pregunté
y me contestó: “Haz que tu sueño sea tan grande como esa nube que imaginas en
formas y colores, tan grande y alcanzable como un inmenso algodón de azúcar con
mil lengüitas de niños a su alrededor, tan lleno de amor que el Universo decida
tenerlo en frío para conservarlo hasta que lo llenes de infinito, tan hermoso
que no haya cielo que sea capaz de exprimir esa esponja, hasta que tus labios
de besos la toquen y la posean toda. ”
De reojo me miró el piloto y sentí
doscientas cincuenta y ocho miradas atravesando mi nuca. Con educación
correspondí una por una las susodichas, con dulzura, con escudo anti espadas y
con una excusa sin palabras. Dejamos Cuba, el Caribe se mostró hermoso más que
nunca, Cancún nos abrió sus brazos y nos llenó de ese olor a sal que solo la
transparencia de su Océano puede exhalar, de ese azul que solo él es capaz de
dar y de ese baile que cada noche recuerda a una Cuba preñada, a un México
sediento de paz y a un Universo cautivador de caderas, playas y exuberantes e
históricas veredas, que nos explican su verdad. Escala obligatoria, iban y
venían las maletas, unas enteras otras no tanto… ¿Tiene usted algo que
declarar?..No jefe, vengo en busca de mi sueño, en la maleta hay ropa, un
neceser y una pequeña esponja. Me miró, lo miré, sonrió, agradecí. ¡Toque el
semáforo!... ¡Rojo!...¡Pase, pase, no haga caso, se ve que usted no trae nada!...y pensé…¡Ojalá
en mi regreso esté usted, porque de mi sueño esta maleta y mil más llenaré y
entonces el semáforo será verde, le daré la mano, le sonreiré con suma elegancia
y al oído le susurraré cien veces, gracias a otros y a usted!
Despegó de nuevo el avión rumbó a
Nuevo León, Monterrey me recibió, calor, luces, ciudad, olor a cabrito y
honestidad, bellas montañas, el Cerro de la Silla, gente trabajadora y mujeres
de verdad. ¡Linda capital! Bajé del avión y las maletas dejé entre las sillas
de un laberinto, hombres dormidos, quizás sueños perdidos o esperando su
albedrío en una frontera que jamás les dará camino, ¡puse mis pies a trabajar uno tras otro! pues
la raya de mi trasero ya pedía auxilio, busqué con afán un enchufe para mi
teléfono que ya estaba deprimido y de repente, mientras el enchufe se resistía,
una mano se posó en lo que sostenía mi vida, es decir mis hombros o lo que
quedaba bajo mi arrugada camisa. La miré, me miró, me dijo que era ángel, que
era regia, que vagaba con su caballo entre precipicios y que era la única que
en el Cerro de la silla se sentaba y su caballo la sostenía. No me sorprendió,
era hermosa y sus alas olían a varas de vainilla y mimosa. Me dijo que ella
escribía, a veces poesía, a veces otra cosa, pero siempre pasaba por la censura
de su Creador. Le pregunté si en el cielo había censura y me dijo que si los
sentimientos no eran auténticos, el escrito lo rompían y ¡a otra cosa!
Sorprendido la miré, me miró y sin preguntar me contestó: “Es que soy ángel
regio, por eso soy mujer, atrevida, trabajadora, sensible, generosa,
inteligente, caprichosa, hermosa… hummmmmm y también pecadora pero esto el
Creador me lo perdona…porque soy regia y no otra cosa. Pensé que estaba bien
pero ¿Qué quería de mí? Y la telepatía funcionó: “Buscas tener un sueño grande,
un sueño tan grande que no haya esponja capaz de absorberlo, tan grande que no
haya nube capaz de contenerlo…tan grande que sea el Universo entero quien te
ayude a conocerlo.” Me quedé boquiabierto, me despedí, antes me preguntó si
había comido cabrito, le sonreí y entendió que a esas horas los benditos
estaban dormidos y no en un aparador para ser comidos…era “una ángel” un poco
especial, mitad divina y mitad de la tierra consentida, mitad niña pero siempre
hermosa, sincera y divina.
Con el teléfono cargado, la
mochila llena de sentimientos cruzados, cerré los ojos, cargué en la memoria mi
gran sueño y vi como esa esponja absorbía y absorbía, ví como el cielo pintaba
una gran nube, era cúmulo y nimbo, inmensa, linda y con un alma de increíble
belleza…Y ahora…me subo al último avión y te busco:
Te busco en cada rincón de mi
vida, en la cafetería y en el bar de la esquina, viajo a la montaña y el
precipicio me dice que ahí no has caído, cruzo mares y cuestiono cada uno de
sus ríos, hablo con Dios y con el más pequeño de los angelitos, ambos me dicen
que no te han visto, le pregunto cada noche a mi almohada y solo me regala el
color de tu maquillaje, el olor de tus cabellos y la suavidad de la mejilla
izquierda de tu cara, esa que se ruboriza cuando mi poesía te canta. Le
pregunto al destino de qué color son tus ojos y entinta mis sábanas de
cafetales, mares y valles. De noche le pregunto a mis humedades cómo será la
piel que les dé hospedaje, como serán las manos que mis puños abracen, como
será la lengua que entre sus labios sienta mis besos, como será el cabello
entre el que se pierdan mis dedos, como será el lienzo en el que mis caricias
escribirán poesía y sentimiento, como será ese día en que tú, mi sueño, seas
mía. Quiero saber todo de ti… ¿Qué dirán tus palabras cuando te enseñe las
grietas de mis labios, qué dirán tus lágrimas cuando la historia fluya en mi
alma, qué dirán tus sueños cuando vean al más grande que jamás nadie ha creado
y en el que tú, siempre estarás a mi
lado?
Porque el sueño es encontrarte y
más allá de él, ya escribí nuestra realidad, el coraje, la resolución a la
ecuación y nuestra eternidad. Y como dicen en las caricaturas o en los dibujos
animados, voy al infinito y más allá, porque soy niño, porque en él las letras son
un verdadero revoltijo, un sofrito de tantos que quieren llegar y no saben que
en él, más allá, existe algo llamado eternidad, de la que ya compré un pedazo
de tierra para que tu y yo, no tengamos ninguna necesidad.
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