Frío, la palabra suda pero
tengo frío, mucho frío. Abrí mi pecho, saqué el alma, no hubo mujer que osara
tocarla, cerré los ojos, no sentí una mirada, dejé que mis venas se secaran, mi
corazón gritó y desde entonces siento frío, mucho frío.
Mi destino en un gran
laberinto había convertido, una mazmorra de humedades y sentidos, un camino
lleno de atajos y veredas quijotescas donde los molinos eran de tiempo y las
espinas nacían de las piedras. Los sentimientos corrían urgidos, en mi piel
eran consentidos, en mis ojos llorados, en mi boca sonreídos y hechos vacío, en
las palmas de mis manos. El paisaje me daba escalofrío, la montaña poco a poco
se desgajaba, comprendí que no era el río quien la erosionaba sino el dolor de
la memoria cuando regresaba y dolía toda. Entendí que el viento volaba rendido,
que el aire abandonaba a su águila, la nube ni su lluvia extrañaba y hasta el
cielo de tanto en tanto, su color amañaba. Me quedé sin alma, era blanca, hermosa, transpiraba magia, asumía retos, explicaba al
corazón nostalgias, corregía mis versos y a veces, hasta un beso me soltaba. La
puse en venta o alquiler y nadie preguntó que tanto valía o si tenía liquidez,
quien era el que no la quería, de qué servía o por qué sus acciones estaban a
la deriva. Solo el chatarrero de la esquina se preocupó, la pesó, me miró y me
dijo que ni por kilo la quería.
Fue entonces que de lejos
una exquisita mujer me atrapó, anciana y sabia, elegante y poco sofisticada un
libro me regaló. Era el libro de las almas, el libro que explicaba porque la
mía por nadie fue atrapada: “…ella vive en el corazón de tu espíritu, ese
espíritu que a tu aura está pegado. Observa bien sus colores porque no hay arcoíris
que pueda copiarlos ni pintor que los refleje tan exactos. Ellos explican tus
grados, tu crecimiento, tu dolor, la enfermedad, la tristeza, tu madurez, la
verdad. Y cuanto más cerca de esa verdad estés, más blanca será tu aura, más puro
el latido y más hermosa tu alma. Llegará el momento que ya no querrá estar
cerrada, se abrirá toda, esperará, estará preparada, llegará de fuera esa
caricia tan ansiada, su membrana temblará y ese abrazo por siempre abrigará. Ya
no lo dejará, en su pureza escrita estará, el espíritu leerá y un gran amor en ti,
poco a poco crecerá.”
A veces creemos que tenemos
el alma abierta, lista para ser amada pero lo cierto es que permanece cerrada,
asustada, en nuestro espíritu escondida, solo esperando que seamos dignos de
ella algún día. El trabajo es exhausto, a veces una vida entera se tarda, unos
antes, otros después y muchos, nunca. Crecimiento, madurez, cuerpo sano, tristezas
alejadas, sueños y sobretodo verdad. Ser auténtico, libre, no hay miedo ni
pecado, no hay celos ni enfermedad alguna del infierno, no hay mentiras ni
falsos egos, solo esa generosidad que te da todo sin pedir a cambio un solo
gesto. El libro me lo explicó, en la última de sus páginas, antes del epílogo,
un pequeño párrafo mi atención llamó. Era como una oración, ese rezo que entre
almas es perfecto en su condición, eso que debes pedir cuando estés listo, con
tu alma en la mano, a punto de ser penetrada:
“Ven a mí, aquí está mi
alma, entra en ella, saca sus añoranzas, envuélvete en su membrana y besa
profundo ese espíritu que en ella vive y te ama. No sientas vergüenza, entra y
poséela con fuerza, atrévete, te la doy entera, no temas porque toda esta
humedad es sincera, brota de su poro, es ella en esencia, es el deseo cuando la
pasión es intensa, es la verdad de mi vida entera.”
No lo dudes, será penetrada.
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