El
viento gritó tu nombre y ensordeció mi corazón. En el aire escribí un mensaje y
las nubes lo olvidaron, lloré poesía en tu mar y mis versos nadaron hacia ti.
En mi
atardecer el cielo se tiñó del morado de las secas rosas y en la imaginación de
mi noche, rebotaron los celos entre los reflejos de la luna. En
mi interior vibraba el grito del viento y en su eco solo me decía: Camina y
olvídame.
Y
empecé un juego…El juego del olvido en el rencor y del deseo en mi soledad.
Se
arrugaron mis manos, se cerraron mis ojos y solo veía el interior de mi
corazón…Dejé que mis cortas uñas pellizcaran mi piel y pensé en lo blanco de mi
mente…Miré al cielo, abrí mis suspiros y recé por ti…Abracé la lluvia de las
estrellas, sentí nostalgia y abracé mis hombros…Dormí en las arenas de tu playa
y sentí mi último placer.
Alma
solitaria que navegas entre los mares de la melancolía, corazón que te
envenenaste de vidas ajenas…Mente que ya no admites equivocaciones, miedo que
recorres poesías ajenas y que no te atreves a dar tu abrazo sincero a ninguna.
Siempre
pienso en ese momento, en el instante en que el viento grite tu nombre y no tema
abrazar el destino. Siempre tengo escondido un deseo en mi corazón…El deseo de
un amor limpio y tan profundo que ni mi alma se atreva a cambiarlo por un
instante de locura.
Porque
cuando el viento vuelva a gritar tu nombre, dejaré que el universo pinte el mío en tu cuerpo con tal intensidad que
tatuará tu alma.
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