SITUACIÓN: DESPUÉS DE UNA INTENSA NOCHE DE AMOR…SÓLO PARA
UNO DE LOS DOS.
Ella: Mi Amor, que rico te quedó el café. La verdad
es que eres único, qué buena mano tienes.
Él: Si claro.
Tengo buena mano…
Ella: Huele
rico. ¿Será la mezcla que pedimos?
Él: Quien sabe,
pero tengo buena mano…De eso estoy seguro y…¡ buena mano para todo!.
Ella: ¿Qué
quisiste decir con eso?
Él: ¡Nada! Solo
que mi mano es buena, es más,¡ diría yo, que excelente!
Ella: Creo que
no me entendiste. ¡Estoy hablando del café!
Él: Yo también
Ella: ¡Si,
claro! ¡Pues si hablamos del café, acuérdate que nos lo recomendó mi mamá!
Él: “ ¡Ajá!”
Ella: ¿Qué
quieres decir con “¡Ajá!”?
Él: Que sí.
Ella: Qué
si…¿Qué?
Él: Que ella nos
los recomendó, que sabe mucho de café y que es la mejor gourmet que he conocido
en mi vida.
Ella: ¡Ya
estuvo!...¿Que tienes en contra de mi mamá?
Él: Nada mi
amor, solo es que…..
Ella. Es
que…¡Nada! Nunca la soportaste y ahora no puedes reconocer, que eligió el mejor
café.
Mientras tanto, Él se perdía en las transparencias de sus
sedas, veía entre fuego cruzado como se erizaban sus pezones, como se dilataban
sus pupilas y cómo se movían sus manos.
Él: Reconozco el
poder de tu mamá en la elección del café, entre tantos, escogió al mejor. ¡Que
sublime aroma!
Ella: No seas
mentiroso. Jamás vas a reconocer un acierto de mi mamá.
Él: ¡Claro que
sí! Su textura es única, el cielo se acostó en él.
Ella: Si, tienes
razón. Quizás también, la cafetera que nos recomendó mi papá , tiene algo que
ver.
Él: Por supuesto,
la cafetera es maravillosa. ¡Se enseñó sola!
Ella: ¿Qué
quisiste decir?
Él: Nada, que la
cafetera es muy buena.
Y Él sentía la calentura natural de ese dulce amanecer,
oliendo a café. Tenía ganas de un abrazo, de romper transparencias, de saltar
encima de la mesa y poseerla…Pero…¿Cómo lo haría?
Ella: Bueno, ya
veo que sigues igual que siempre, odiando a mis padres…Pero aprovechando sus
consejos, sin querer admitirlo…Ya me voy a vestir, tengo cosas que hacer.
Él: ¿Sabes?, creo
que le falta un ligero aroma a chocolate y vainilla a nuestro café y….
Ella: ¡Ya vas a
empezar otra vez! ¡Ya me dijiste que este café no sirve!
Él: ¡Yo nunca dije
eso!, solo te estoy dando una idea de sabor, de algo diferente, de algo
excitante.
Y comprendió que la palabra “excitante”, devolvió sentido a
ese café.
Ella: Hummmm,
¿Crees que le daría un tono diferente?
Y el erotismo hizo mella en su mente…
Él: Mira, primero fundo
chocolate y lo acaricio en tu espalda. Dejo que mi lengua, absorba el exceso y
lo deposito en el fondo de tu taza de café…Deshago una varita de vainilla, tomo
una gota en la punta de mi lengua y la deposito en tus labios…Y cuando me
beses, tomaré una gota de tu saliva y la pondré con mucho cuidado en el borde
de tu taza de café, por donde tus labios tomarán el primer sorbo.
Obnubilado en su ataque final, no se había dado cuenta que
las sedas ya no existían, que enfrente suyo estaba una piel ardiente y un
cuerpo deseoso de ser poseído.
Ella: ¡Ven!
Él: ¡Joder!, Son
las ocho, no llegaré al trabajo.
Ella: Siempre
igual, trabajo y más trabajo…¿Por qué no un día eres puntual conmigo? ¿Por qué
no me dedicas más tiempo a mí que a tu trabajo? ¡Ya vete!...¡No sé a qué hora
llegaré en la noche, voy a salir con mis amigas!
Él: ¿Y los niños?
Ella: Los dejaré
con mi mamá
Él: ¡Joder!...¿Los
mandará a comprar más café?
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