Vírgenes y trabajadas ceras se funden en una vieja botella que un día
contuvo la miel de un añejo tinto. Vista cansada que lloras al ordenar los
papeles de tu vida y terminas por estrujarlos y hacerlos simple basura. Vagan
tus pies entre las estanterías del conocimiento y solo ven pieles leídas,
sombras que acumulan polvo y maderas carcomidas por el tiempo. Esculcan tus
manos las búsquedas de un sentimiento, agrietas ansias en
tus dedos y sientes el rasguño de uñas al separar libro por libro. Perviertes
tu imaginación en un sueño que no puedes
alcanzar porque tu libro aún no acaricia tu alma, fustigas de esperanza
tu viejo corazón y dejas que el presentimiento guie tu razón.
Por
fin tu perseverancia da fruto, mengua la ilusión y late con fuerza la pasión
por leerlo. Preparas ambiente, desvaneces artificiales ruidos, llenas una copa, prendes un cigarrillo y te
sientas en su prólogo. Gritas y esperas
soledad, oras para que calle el grillo y arrodillas lo que te queda de fuerza, para que el sueño espere. Bailan las letras
en su difuminación, se esconden las comas
y reverberan ecos las tildes…La timidez de tus ojos esconde el infierno
del tiempo, discute mente y vista, orgullo y edad, razón y realidad…Y surge la
diosa inteligencia y viste de claros cristales tu mirada. Tu alma sonríe, tu
corazón asiente y tu orgullo muere.
Vestida tu mirada, alma preparada y corazón perceptivo, te dispones a
disfrutar una bendecida lectura. Viajan los capítulos y tu cielo se emociona,
brinca el suspenso por doquier, viven dudas y poco a poco ves como mueren los
desperdicios de la novela. La emoción no cesa, el tiempo es corto pero todavía
hay muchas páginas, respiras intensos alientos de ansias, no puedes levantar tu
mirada ni tu cuerpo, es un imán para tus sentidos pues parece relato vivido. Muerdes
tus labios, prendes otro cigarrillo y ya ves el poso en el fondo de la botella
de tu viejo tinto. Despacito, retiras con ternura las gafas de tu mirada, dejas
que tus ojos se abran al cielo y respiras profundo…Tu exhalación desdobla inquietudes y en tu primera
respiración te das cuenta que el libro sigue abierto, que reclama tu atención y
que no puedes moverte.
Te
desnudas en la viciada lectura, ya no te importa si son la una, las dos o las
cinco de la madrugada. Estás haciendo el amor con tu libro, lo estás poseyendo
y lo estás acariciando y te está excitando. Sientes que tu Luna se llena, que
las estrellas llueven por doquier y que la fantasía se desdobla en cada poro de
su escrita piel. Vas llegando al final, presientes la muerte del protagonista
pero su vida impone duda, su experiencia esperanza y sabes que la fuerza de su alma esconde entre
puños, su poder, en las últimas páginas. El presagio es intenso y el nudo de
tanta pasión te enlaza en sus sentimientos. Vives similitudes, reconoces
miedos, haces tuyas sus lágrimas y sonríes cada vez que sus palabras, copian tu
pensar. Ya vas llegando al final, deshaces páginas, devoras letras y arrecia
con fuerza el sopor de tu sueño. Quedan dos páginas y están en blanco. El
editor no completó la obra de su escritor o el escritor, enmudeció su final. Y en tu espesura, intentas recordar el título del libro, porque
quizás en él puedas presagiar el final, quizás en él surja una pista…Quizás en
él obtengas una respuesta.
Tus ansias cierran el libro para que tu alma pueda leer el título. Pasta
de polvo y miel, aterciopelada y cuidada vejez, brillo opacado por los años,
olor a vida y a reliquia. Tiemblan tus manos al acariciar el relieve de un
título marcado con oro, de un título que ahora sabes que nadie escribió, de un
título que dice “EL LIBRO DE TU VIDA”. Un libro que te deja dos páginas en
blanco para que las escribas, un libro que no tiene epílogo para que los que te
vivieron, un día lo escriban…Un libro
que como tú, todavía no escribe su final, solo está incompleto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario