Dibujó el cielo una cabaña. Bajó la luna y
repartió secos leños. Mi guitarra en tus brazos y tus versos en mi boca. Poco a
poco, el fuego tomó posesión, el vahó fue intenso en las ventanas y las artificiales luces, dejaron paso a las
naturales ceras. Se destapó el añejo tinto y en su primer aroma temblaron copas
y manteles. Se iluminó una sonrisa en tu cara y creció un destello en mis ojos.
Ya era mío tu pensamiento y tú jugabas con mis deseos, era tuyo el momento y
yo, solo esperaba un sorbo de tu aliento. Mis labios sabían que los tuyos olían
a caramelo y tus dientes sentían que mi piel era toda suya. Se acercaban tus
manos y sentía escalofrío, viajaban mis perdidos dedos entre los botones de tu
blusa y tus pezones me acariciaban con su dulce erección. Cruzamos miradas y
cerramos pestañas, acercamos labios y crecimos humedades…Fundimos piel y dimos libertad al deseo, llenamos de albedrío
el fuego y empezamos a escribir una noche de amor.
Abrimos el libro de la inolvidable pasión, arrancamos sus hojas y
dejamos que el viento, cosiera viejos pergaminos entre sus tapas…Esos
pergaminos que un día fueron escritos por duendes y románticas hadas, que
fueron llenados con la magia de sabios druidas y que fueron hidratados por las
humedades de eternos amantes. Nos envolvimos en ellos, para que sus letras
fueran nuestro sudor, para que sus tildes fueran gemidos, para que sus rimas
fueran latidos y para que se empaparan de nuestros sentimientos.
Perdimos razón y ganamos locura, envolví una y otra vez la sensualidad
de tu contorsión hasta secar mis brazos, te llenaste de mi vigor hasta que tu alma
gritó el éxtasis del corazón, te leí tan profunda que mi cuerpo se llenó de tu
tinta, mi corazón se convirtió en pluma de antigua ave, mi alma en eco de
sabios poetas y mis dedos en instrumento de las más dulces letras…Y llegó el
segundo amanecer.
Pidió
permiso el Sol y nuestra Luna se lo dio. La desnudez de tu cuerpo pedía mi
abrigo y mi piel exigía tu rocío, tus ojos ya explicaban la ternura del
sueño y mis manos de poder, descansaban sobre tu espalda. Sublime abrazo
de ternura, eterna caricia…Olor a café, esperando el nacimiento de otra luna, en nuestra cabaña de amor.
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