Creí en una
ilusión y abracé su luz hasta la extenuación de mis sentidos. Creí en una
palabra y con ella llené una y otra vez mis versos, creí en una promesa y mi
cuerpo cargó en la espalda su mentira.
Creí que tus continuos abandonos eran solo una
excusa de tu libertad, creí que la esperanza por fin llenaría mi vida y creí
que en tus manos por fin sabría a qué sabe la ternura.
Creí que
escribirías las comas de mi destino, creí que a tu lado mis sábanas siempre
tendrían compañía y creí que mi luna abrazaría por una vez, la razón del amor.
Creí que las
sombras del pasado jamás regresarían a tu lado, creí que la nostalgia de tus
ojos fotografiaba la dulzura de tu alma, creí que tus labios no me besaban
porque guardabas su miel para nuestro mañana.
Te creí cuando
me hablabas de tus deseos, te creí cuando cruzabas tus dedos ante el perdón y
te creí cuando tocabas madera ante la
intensidad de mis miradas. Te creí cuando tu vestido resbalaba entre tus pechos
y tu mano guardaba tus pezones, te creí cuando apagaste mis ceras para solo
vomitar mi añejo tinto.
Te creí en la
oscuridad, te creí en un amanecer que nunca existió, te creí en tu invento de
ser, sin que tu aliento respirara el momento, te creí cuando en una taza de
café hablaban más tus oídos que tu boca, te creí cuando cerraste la puerta y en tu olvido dejaste las llaves de nuestro
nido, encima de la mesa.
Creí en ti y solo
fuiste el humo de un cigarro que duró cinco minutos.
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