Dormía entre sus velos la Luna, vestía seda la noche y las estrellas
lucían escondidas en su timidez. La
tristeza cubría el cielo y ni cuenta se daba el viento, metido en ajenos
huracanes. Las nubes se llenaban de lágrimas y el rayo solo flotaba entre
ellas, esperando un trueno que lo despertara.
El verde terciopelo de la ternura ya no se atrevía a besar piel y la
caricia recelaba miedo por tocar. El eco de las montañas solo rebotaba gritos
de roncas gargantas, la miel resbalaba hiel en su panal, la rosa perdía sus
pétalos y erizaba espinas por doquier, el eje de la Tierra, desviaba su
inclinación y los icebergs, nadaban sus fríos entre ríos y mares. La Luz, poco
a poco se apagaba y el verso se refugiaba en su última tilde, en esa tilde
donde vivía la expresión de su postrera rima.
Llegó el primer trueno y el rayo dejó de flotar, preparó sus armas y
esperó. Despertó en el estruendo la Luna, rasgó sus velos y se puso a mirar. No
comprendía, pero como buena ejecutiva debía actuar. Desnudó a la noche y con
sus sedas se vistió, dio un chasquido con sus dedos y las estrellas la miraron,
chispearon y empezaron a generar sus
destellos. Miró de reojo a su Sol medio dormido, lo besó y le cuestionó su
desidia. En el intervalo del sueño, la tristeza se había apoderado del cielo y
era tan intensa su densidad que desvió el eje terrestre y seguía incisiva,
lasciva y morbosa en su cometido. Y la Luna en su coraje, al Sol gritó y le reclamó
otra vez su desidia e incompetencia: “Siempre que abraces tu ocaso,
despiértame, porque nunca podemos estar los dos en el sueño. Siempre que te
acuestes, primero asegúrate de darme mi
beso de buenas noches y siempre que yo despierte, quiero tener el reporte de tu
día en mi mesita de noche. ¿De acuerdo?” Asintió como pudo el sonrojado Sol y
se puso a trabajar. Por primera vez, estarían juntos, noche y amanecer, amor y
poder…Sueño y vida.
El
Sol convocó a junta a los volcanes de cien montañas y les pidió exhalaciones de
vapor, así llenaría millones de nubes que lloverían por doquier, sembrando agua
de vida. Y eso, a la tristeza le dolería. Soltó a su ejército de rayos la Luna
y llenó el cielo de una intensa telaraña de luz y poder. Cada rayo, cortaría
una sombra y con ello la tristeza se haría vulnerable. No contento el Sol con
sus volcanes soltando vapor, mandó un mail a cada ser humano y les pidió, que
cuando vieran otra vez su ocaso, cuando vieran a su hermosa Luna, todos a la
vez hicieran el amor, mucho amor, que inventaran caricias, nuevas ternuras y
sobresalientes travesuras. La Luna soltó una carcajada y le dio una palmadita a
su Sol: “Buena idea, me gusta que de repente, pienses..Jajaja”. El sonrojado
Sol, solo sacó pecho y algún que otro erupto de fuego. Poco a poco la tristeza
se desvanecía, pero ejerció su última opción: Enamoraría al Sol y reinaría por
siempre. Llegó a su lado, coqueta y vestida con negras sedas. Poco a poco dejó
ver su cuerpo, blanco e inmaculado pues nadie la había poseído en su totalidad.
Cayeron sus sedas y el Sol se prendió. Se contorsionó despacito y mostró la
sensualidad de sus lágrimas. Lo miró y lo sintió muy prendido y fogoso, lo que
no sabía en su ignorancia, es que era su estado natural. Al no ver reacción, le
preguntó: “¿No me darás mi besito de buenas noches?”. El Sol accedió y casi le
quema media mejilla. La tristeza gimió, pero de dolor. Y el Sol le preguntó:
“¿Y a mí no me darás mi besito de buenas noches?”. Y la tristeza respondió:
“No, soy la tristeza y no doy besos”. Entonces el Sol, llamó a su Luna,
juntaron labios, enredaron lenguas e inventaron magia en un gran beso
Universal. La tristeza se desmoronó, los icebergs regresaron a su polo, el eje
terrestre recobró su verticalidad, la miel volvió a ser miel y los panales de
ella se llenaron a rebosar, las rosas crecían con naturales espinas y con
pétalos de mil colores y la Tierra revivió.
Ya
el Sol, cansado y desvelado, se dispuso para su segundo ocaso en un día. Como
siempre no escribió su reporte a la Luna, pero ella esta vez sí comprendió. Se
vistió con sus mejores galas nuestra Luna, algodones, sedas y diamantes
pegados, vió que todo estaba en perfecto orden y cuando se acordó de los miles
de millones de mails del Sol…Se desnudó y mostró su elegancia a la Tierra. Pero
nadie la miró, todos hacían el amor, inventaban caricias, besaban nuevas
ternuras y algunos, no todos, imaginaban sobresalientes travesuras y otros,
como no sabían lo que es el poder de la imaginación en el amor, solo rezaban en
soledad. Pero como en botica, en nuestra Tierra, hay de todo y para todos. Que
la tristeza nunca viva en sus corazones. Cuídense.
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