Dicen que hay un juego en el que nadie gana,
nadie pierde y todos participan. Es un juego de máscaras y disfraces, de
ignorancias y deseos, de olores y sabores. Es un juego dentro del laberinto de
la vida, enredado de pasiones y distancias, inmerso en corazones y almas,
escrito en libros y poemas, odiado y amado, perverso y extrañado, simple y
complicado de entender en nuestra pobre inteligencia. Es el juego de juegos,
afloran los naipes y la reina del ajedrez, la escalera que sube y la serpiente
que baja, la oca que repite y la dama que come. Es el juego de la emoción y la
pregunta, de la pasión y la respuesta que no se oye, del viaje y de la muerte,
del castigo y quizás, el supremo juego
de la mente.
Se valen las caricias y los versos, la nostalgia y la música, el
sentimiento y la venganza, el falso olvido y la extrañeza, el beso y la
ternura, la humedad del corazón y la resequedad del alma, el invento y la
querencia, la imaginación y el dulce sueño. Ah!!!! Laberinto de vida que tienes tus
puertas siempre abiertas de par en par, tu recibidor lleno de rosas y tu antesala
revestida del más dulce caviar. Tú cama huele a burbujas del más excelso cava y
en sus maravillosas uvas, despides fragancias de lejanas tierras y bravos mares.
Ahh!!!!! Juego del amor, que creaste el laberinto más perfecto que jamás
nadie hubiera imaginado, un laberinto con hermosas entradas y en el que no hay
salida. Entras buscando vida, en el tortuoso camino despedazas tu ser y cuando
buscas una salida, sin remedio, vuelves a entrar. Juego perfecto. Infame
proyecto que sudas de día y revienta tus noches, calostro amamantado una y otra
vez en tus sueños, perfidia de ilusión que arrastras vida y consume
sentimientos, camino de piedras, barrancos, precipicios, lodos y pocas veces,
verdes montañas. Laberinto que en el juego del amor eres perfecto, sublime y
cautivador.
Y llega el día que encuentras la salida y ves un letrero, un letrero
escrito en letras de oro que dice “soledad” y tienes miedo. Espantas tu
educación, renace la inseguridad, muere el sentimiento herido, ya no sientes
lágrimas regando mejillas, ya no hueles heridas, solo cicatrizas recuerdos y
vuelves a entrar. Y esperas magia, otro príncipe azul, la sirena que te cante
tus noches o el ambiguo viento de la indecisión que tatúe por siempre tu piel.
Y sientes que ya no eres tú, que el juego te absorbió, que el laberinto te
enamoró y que tu vida necesita esa dulce droga para seguir respirando. Te envuelves
en sólidas corazas, perviertes tu destino y en silencio lloras desesperación,
fingiendo falsas esperanzas.
Un consejo de amigo: “Entra al juego del
amor, entra a su laberinto, pero siempre en tu puño lleva las migajas de tu
regreso. En el laberinto no hay pájaros que las coman, solo estúpidas emociones
que vacían puños. No dejes que te envuelvan, solo siéntelas, no abras tus puños
y sigue dejando tus migajas en el camino. Así un día podrás salir, sin ver ese letrero
que escribe en oro, la palabra “soledad”
“.
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